Las manifestaciones de Del Bosque en las que critica el comportamiento de Casillas durante la Eurocopa dan un sabor amargo a su adiós. Del Bosque se ha equivocado al no haber mantenido su proverbial prudencia y haber guardado para sí las cuitas internas de la Selección. Como cura que ha sido antes que fraile, sabe que los asuntos del vestuario deben quedarse en el vestuario. Y, puestos a hablar, lo que nunca debería haber hecho es tirar la piedra y esconder la mano.

Que alguien tan discreto como Del Bosque señale públicamente a Casillas, uno de sus favoritos, cuando ha rebajado siempre los problemas en las concentraciones -en esta Eurocopa sin ir más lejos con Pedro- lleva a pensar que algo muy gordo ha tenido que hacer el portero. Al no explicarlo, el técnico pone a los pies de los caballos al futbolista, pero desconocemos si con motivos o no.

Todo indica que Casillas creyó que iba a jugar ante Croacia en el tercer partido de la fase de grupos y que no le sentó nada bien quedarse en el banquillo. También se especula con que el portero habría filtrado a los periodistas que iba a ser titular en ese encuentro y que eso llevó a Del Bosque a cambiar de opinión. Pero como el seleccionador no ha aclarado los extremos, todo son especulaciones.

La realidad ahora es que dos mitos de la Selección -el jugador que más veces ha defendido la camiseta y el entrenador que más títulos ha logrado- se ven salpicados por la polémica, empañando una despedida que merecía otro final.