Lo ocurrido con las encuestas en las elecciones del domingo es una estafa a los ciudadanos que obliga a las empresas demoscópicas a dar explicaciones de tanto error y a ofrecer garantías de su profesionalidad. Como consecuencia de sus predicciones coincidentes, se ha dado por hecho durante semanas el sorpasso, e incluso entre las ocho y las diez de la noche del domingo los españoles estuvieron convencidos de que Pablo Iglesias podía ser el próximo presidente del Gobierno al sumar mayoría absoluta con el PSOE. Al final, Podemos fue el gran derrotado.

Que la mayor parte de los sondeos realizados durante la campaña hayan sido incapaces de predecir el desenlace electoral supone un rotundo fracaso. Tanto los ciudadanos como los medios que han contratado estas encuestas deben sentirse entre engañados y estafados. Esa información, errónea, ha podido influir en muchos ciudadanos a la hora de decidir su voto. Pero más inexplicable resulta todavía que los sondeos a pie de urna se equivocaran por completo.

Tres hipótesis

Tal y como explica Kiko Llaneras hoy en EL ESPAÑOL, hay tres hipótesis que pueden justificar en parte lo ocurrido. La primera es el impacto del brexit. Los votantes se habrían asustado tras conocer la salida de Reino Unido de la UE y habrían cambiado su voto. De esta forma, el resultado del referéndum británico habría supuesto, salvando las distancias, un terremoto en el electorado similar al que provocó el 11-M.

La segunda hipótesis se refiere a la cocina de las encuestas. Una abstención mayor, concentrada en los jóvenes, habría jugado en contra de Podemos. Al no existir datos históricos de los nuevos partidos, los encuestadores no habrían podido prever esa abstención. Pero difícilmente eso explica por qué los sondeos no supieron predecir el cerca de millón de votos que ha perdido la formación de Pablo Iglesias.

Por último, el error de los sondeos podría explicarse por un fallo de representatividad de la muestra; es decir, que los encuestadores no hubiesen sido capaces de llegar al votante tradicional, de zona rural y más reacio a contestar a sus preguntas.

Fiasco a pie de urna

Todas estas teorías pueden tener su punto de verdad, por lo que las empresas demoscópicas deben tomar nota para garantizar que el desastre del 26-J no vuelva a producirse. Ahora bien, nada de eso explica por qué los sondeos a pie de urna dieron unos resultados tan distantes de la realidad.

Un caso particularmente sangrante es de la encuesta publicada nada más cerrar los colegios electorales por Radio Televisión Española y la Forta. El director de RTVE, José Antonio Sánchez, debería ir al Parlamento a dar explicaciones de por qué se tiraron a la basura 300.000 euros de los contribuyentes. Se trata de un gasto inútil, no ya porque el estudio erró de forma calamitosa su predicción, sino porque este tipo de encuestas carecen de utilidad alguna: su único valor es televisivo, de entretenimiento y sólo para sólo dos horas. Esta vez con el agravante de que tuvieron en vilo a la opinión pública española-y europea-con datos flagrantemente equivocados.

Un país serio también necesita que los sondeos electorales tengan márgenes de error razonables. Lo ocurrido este 26-J parece producto de una gran chapuza.