El pasado 19 de diciembre -parece que fue ayer- decíamos en nuestro editorial de la jornada de reflexión que España afrontaba las elecciones más importantes desde 1977, y ello por dos motivos: por la situación general del país -lastrado por la economía, escandalizado por la corrupción y teniendo que hacer frente al gravísimo desafío soberanista- y también por la sensación extendida de agotamiento del sistema.

Seis meses después tenemos que insistir en el diagnóstico, pero con más rotundidad si cabe, porque el panorama es hoy mucho más complicado que entonces. De entrada, se ha echado a perder medio año clave para dar un nuevo impulso a España. Ni siquiera el tiempo transcurrido ha servido para romper el bloqueo que surgió entonces de las urnas. Según todas las encuestas, ni el PP obtendrá los votos suficientes para intentar formar gobierno ni el bloque de la izquierda sumará tampoco mayoría.

Nuevas amenazas

Pero además las amenazas han crecido. El referéndum que ha decidido la salida del Reino Unido de la UE es un mazazo histórico para todo el continente y tiene una incidencia enorme en nuestro nuestro país, tal y como reflejaba ya este viernes el Ibex 35, con el mayor desplome de su historia, el doble que la bolsa alemana o la francesa.

Por otro lado, el avance del populismo, alentado irresponsablemente desde elpartido en el Gobierno como estrategia para dividir a la izquierda, ha polarizado a la sociedad española y se ha convertido en un problema añadido. Desde Brusleas ya se mira de reojo a España: el brexit ha disparado el temor al referéndum en Cataluña que respalda Podemos.

Resultaría decepcionante que las urnas acabaran dando la razón a los sondeos y que quienes más han hecho por radicalizar a la sociedad y por dinamitar los acuerdos para obtener ventaja en una suerte de segunda vuelta sacaran tajada de su estrategia.

Corrupción y 'brexit'

La campaña, previsible y aburrida, sólo se ha animado en la recta final. La publicación de las conversaciones grabadas al ministro del Interior en su despacho refleja que la corrupción que acorrala al PP en todas sus variables sigue sin atajarse. No hay que olvidar que en el tiempo transcurrido entre las anteriores elecciones y estas el gabinete de Rajoy ha perdido a un ministro, José Manuel Soria, que tuvo que dimitir por no decir la verdad acerca de su patrimonio en el extranjero.

El otro episodio que ha sacudido la campaña ha sido, claro, el brexit. Este viernes, los candidatos se han apresurado a identificar al insensato de David Cameron con alguno de sus rivales. Albert Rivera lo ha encontrado en Rajoy. Ciertamente, el primer ministro británico ha dado alas al UKIP y a los extremistas antieuropeos, de la misma forma que el presidente español ha contribuido a engordar el monstruo del populismo de Podemos. Uno lo ha logrado mediante el referéndum y el otro a través de las cadenas de televisión nacionales. Para el PSOE, en cambio, Cameron vendría a ser Pablo Iglesias por su ligereza a la hora de convocar referendos que pueden destruir la economía y la convivencia de millones de personas.

La regeneración

Está por ver a quién beneficia o perjudica este domingo lo ocurrido en el Reino Unido. Puede funcionar como una vacuna contra quienes han hecho una enmienda a la totalidad a las políticas de Bruselas y han reclamado más soberanía para los estados miembros. Podría beneficiar por eso a quienes alientan el voto del miedo. Sin embargo, si algo ha quedado claro en lo que va del 20-D a este 26-J es que el inmovilismo no es la solución. La mejor receta contra el malestar de la calle y contra ese populismo que ha sido capaz de encauzar la protesta, es la regeneración democrática.

No es cierto, contrariamente a lo que se han encargado de repetir desde los extremos, que este domingo los españoles deben decidir entre dos opciones: estabilidad o cambio. La estabilidad que predican unos sólo es más de lo mismo y el cambio que plantea la izquierda radical esconde en realidad una revolución que amenaza con derrumbar lo mejor de nuestro sistema político. El 26-J los españoles tienen que votar con ilusión. Sin miedo. El voto útil será sólo aquel que sirva para sumar en la tarea de acometer los cambios que permitan construir una España mejor, más decente y más democrática.