EL ESPAÑOL publica este jueves una imagen muy potente: la del presidente del Gobierno en funciones sonriendo a la cámara en Valencia mientras sujeta entre las manos a un niño que llora desconsoladamente. Se trata de la metáfora perfecta de la actitud complaciente de Mariano Rajoy ante una realidad que no es precisamente halagüeña.

Vemos a un político que representa el pasado, haciendo oídos sordos a los lamentos de las nuevas generaciones de ciudadanos, descontentas con el statu quo, con la nula capacidad de regeneración de los dirigentes políticos y con la falta de oportunidades.

Rajoy no podía imaginar que el tradicional gesto de coger a un niño, tarea en la que Rita Barberá fue una experta, podría ser una de las imágenes de la precampaña, pero así lo ha sido para su desdicha. La sonrisa con la que recibe los lamentos del niño, lejos de dulcificar la escena, hace más notorio el contraste. A un lado, el político profesional que no tuerce el gesto por mal que salgan las cosas; al otro, el niño, que en su espontaneidad transmite veracidad con sus lágrimas.