Opinión El merodeador

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17 mayo, 2016 01:19

Rajoy es la antítesis de Suárez

Este martes el PP ha lanzado en su cuenta oficial de Twitter la etiqueta #NosUneSuárez para intentar asimilar a Mariano Rajoy con la figura del expresidente. La estrategia, secundada por miles de followers próximos al PP, ha convertido en tendencia las comparaciones entre el gran director de la Transición y el presidente en funciones bajo cuyo mandato España se ve abocada a repetir los comicios después de meses sin Gobierno.

En términos de campaña es lógico que el PP quiera hacer pasar a su candidato como tributario del legado de Suárez. Sobre todo, después de que Pedro Sánchez echara mano del célebre "puedo prometer y prometo" en un acto electoral. No es la primera vez que los candidatos se disputan su figura. En diciembre pasado, Rajoy se fotografió con el hijo del expresidente en la Plaza Adolfo Suárez de Ávila -donde hay una estatua en su recuerdo- para contrarrestar la campaña del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que siempre ha expresado su admiración por el fundador de UCD y, posteriomente, cuando ese proyecto se truncó, del CDS.

Todos tienen motivos para querer parecerse a Adolfo Suárez: el PP necesita evitar una posible fuga de votos por el centro después de polarizar la campaña, el PSOE sabe que no puede competir por la izquierda con el binomio Podemos-IU y no quiere echar por tierra los réditos del Pacto de El Abrazo, y Ciudadanos aspira a ocupar el espacio de centro que defendió el mítico político.

Pero no deja de ser contradictorio que Mariano Rajoy, que utiliza como estrategia de movilización del electorado la polarización del electorado, pretenda también arrogarse los valores de "diálogo", "tolerancia" y "concordia" que con tanto sacrificio personal defendió el primer presidente de la democracia. Hay que recordar que cuando Suárez pensó que su continuidad en la Presidencia podía ser un obstáculo para la estabilidad democrática dimitió, mientras que Rajoy nos obliga a repetir las elecciones por aferrarse al cargo. Además, lo hace con una estrategia de confrontación, más propia del estilo de Fraga que del espíritu de la Transición que encarnó Suárez.

¿Vida privada o torpeza pública?

EL ESPAÑOL se ha hecho eco de que el vicesecretario de acción sectorial del PP, Javier Maroto, fue a Estocolmo a disfrutar del Festival de Eurovisión en una información en la que aparece en una discoteca con amigos a altas horas de la madrugada. Como él mismo ha explicado, estando en Suecia supo que había sido condenado por el Tribunal de Cuentas, junto al ministro Alfonso Alonso, a pagar 393.862 euros por la contratación en 2007 de un alquiler desorbitado cuando ambos gobernaban el Ayuntamiento de Vitoria. 

El viaje del dirigente popular, al calor de la sentencia del Tribunal de Cuentas por dilapidar dinero público, incendió Twitter y el vicesecretario del PP ha querido subrayar que conoció el fallo cuando ya estaba de viaje y que, en todo caso, se trata de su "vida privada". 

No tiene sentido que Maroto apele a su intimidad respecto a algo que sucedió en una discoteca rodeado de periodistas. Y menos aún que exhiba su vida privada como eximente cuando lo sorprendente es que permaneciera de fiesta como si nada después de saber que había sido condenado por derrochar. Lo que debería haber hecho Maroto es haber regresado de Estocolmo nada más conocer la sentencia a dar explicaciones por el quebranto económico que produjo como concejal de Vitoria, en lugar de salir a las 72 horas apelando a su privacidad.

Nadie puede juzgar a Maroto por lo que haga en sus horas de ocio, pero él es un personaje público y estaba en un lugar público. Lo más indicativo del valor que le merece la gestión del dinero de todos es que aún le quedaran ganas de seguir de fiesta tras el varapalo de los tribunales a su gestión.

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