El 26-J, a votar ¡más que nunca!

El 26-J, a votar ¡más que nunca!

La tribuna

El 26-J, a votar ¡más que nunca!

El autor considera que los meses de negociaciones que se han perdido intentado formar  gobierno no han sido en balde, pues permitirán a los ciudadanos votar en junio con conocimiento de causa.

16 mayo, 2016 01:03

Hagamos de un triste fracaso democrático un instrumento útil. Saquémosle alguna compensación al quebranto económico y político de estos últimos meses. Fui de los primeros en considerar que la salida lógica, europea, madura y usual en las democracias consolidadas, en el momento abisal de España, era el acuerdo entre los partidos prosistema, partidos con amplia presencia reconocida en instituciones y partidos europeos.

El cuerpo de votantes españoles había votado muy mayoritariamente a esas formaciones, optando por la vía de lo institucional y del perfeccionamiento democrático. Una minoría, nada despreciable, había votado -ya sea por ser convencidamente antisistema o ya sea por muy legítimo y visceral enfado- a alternativas más o menos aglomeradas que propugnan un cambio de sistema arriesgado, nada europeo y con una peligrosa y delicada visión de la democracia representativa.

En España no bastan hoy gestores: es momento de aunar esfuerzos para consolidar el Estado y la Nación

Lo esperable se truncó cuando un partido que fue vertebral en España interpretó -pro domo Sánchez- totalmente del revés esa situación e intentó mezclar agua y aceite, es decir, PSOE con antisistemas populistas. ¡Cataplás! De nuevo España, punto singular de Europa. Singular, pero no por ello más respetable.

Otra solución que, entiendo, no se llegó a barajar en serio, fue la de un Gobierno de independientes competentes y sabios. Esta solución, que en Italia dio resultado -diga lo que se diga de Monti-, en España es imposible por otro problema singular cañí: la sedición y el secesionismo. En nuestra Nación no bastan hoy gestores (el gigantesco error de Rajoy), es momento de aunar una amplia masa crítica democrática nacional para consolidar el Estado y la Nación y que no le tenga miedo a medidas tan contundentes como las que requiere la gravedad de un golpe de Estado.

Las elecciones del próximo 26-J no van a ser una segunda vuelta al uso, sino la hora de la verdad

Un gestor a lo Monti puede tomar medidas gestoras drásticas e impopulares coyunturales para salvar de la quiebra un país (su error fue pretender después presentarse a elecciones), pero no tiene el apoyo suficiente para restablecer el Estado de derecho. Por lo tanto, ha ocurrido lo inevitable: la repetición de elecciones. Pues si aquí hemos llegado, parémonos un momento y veamos la potencial riqueza de estas elecciones, muy superior a la de ocasiones anteriores, y aprovechémosla.

La clave se halla en que en estos meses, aunque sea con importante coste económico, social y moral, hemos aprendido mucho. Esto no va a ser una segunda vuelta al uso, sino la hora de la verdad. Señalaré algunas cosas que hemos aprendido que me parecen, subjetivamente, de trascendencia.

Deberíamos votar en función de la España que cada uno desea antes que por manifestar irritación

En primer lugar, y es diferencia con las dobles vueltas regladas de otros sistemas, en este caso nada obliga a que sean los mismos políticos los que se presenten como cabeza de cartel. Por ejemplo Rosa Díez ya se fue, acertadamente. Pero, teniendo opción a cambio, la repetición de determinados cabezas de lista en Madrid me parece muy significativa.

En segundo lugar, los votantes que hayan (o hayamos) votado con las tripas, por enfado inmenso, por pataleta o por ánimo destructivo de fastidiar a alguien, ya no podrán ignorar las consecuencias: una cuasi España ingobernada e ingobernable sin posibilidad de pactos. Supongo que eso animará a votar en función de la España que uno desea antes que por manifestar legítima irritación.

De Podemos, ya nadie duda del sistema que quiere instaurar ni de sus intenciones fagocitadoras.

En tercer lugar, sabemos mucho, muchísimo más, de los cabeza de cartel y de la realidad de sus propuestas. De Podemos, por ejemplo, ya nadie duda del sistema que quiere instaurar ni de sus intenciones fagocitadoras.

En cuarto lugar, y es lo fundamental en mi opinión, ha quedado clara la trola del cambismo y los cambistas. El presidente Rajoy, sin tapujos, ofrece más de los mismo, es decir seguirá considerando España una entidad por administrar bien, bajo enfoque funcionarial, sin considerar los reales problemas estructurales e invirtiendo muchas energías en disimularlos y taparlos. Alguna reformilla gestora y poco más.

Muchos pensamos que España no necesita un cambio, sino una revolución en aspectos fundamentales

Somos muchos los que pensamos que España no necesita un cambio, sino una auténtica revolución en aspectos fundamentales. Empezando por reconocerlos, ponerlos en primer plano y proponer iniciar su cambio radical, advirtiendo honestamente a los votantes que de dicha resolución dependerá el arreglo de los problemas derivados.

Nadie es honesto si propone acabar el paro en cuatro años ni darle la vuelta a la dinámica desigualitaria ni recuperar las instituciones democráticas, ni las pensiones, ni el tejido productivo y otras necesidades, sin avisar de que la solución real depende del modelo de sociedad, de Constitución incluso, de unidad de mercado, de educación (que lleva tiempo), de recuperación del Estado de derecho.

Nadie puede argumentar ya desconocimiento: España tendrá el gobierno o desgobierno que se merece

Pero, ¿quién ha puesto en primer plano el cambio de la Constitución, la revisión del mapa autonómico, la recuperación de competencias en Educación, Justicia y Fiscalidad, la recuperación radical de la unidad de mercado que tanto bien haría contra el desempleo, la revisión del intolerable concierto foral desde el punto de vista igualitario y económico...? Desde luego la secta de los cambistas, no. Para estos, el cambio era un simple quítate tú que me pongo yo. Dentro del magma, Podemos sí aspira confusamente a un cambio de sistema, pero que es incompatible con las aspiraciones de los que somos demócratas, europeístas y sabemos que España ha de seguir siendo un colectivo de ciudadanos libres e iguales ante todo.

Por todos esos aprendizajes de estos meses, en las elecciones del 26-J se va a expresar la verdadera democracia, sin que nadie pueda argumentar desconocimiento. En una palabra, después del 26-J España sí tendrá, por una vez, el gobierno o desgobierno que se merece. Lo puedo decir con esperanza o con pánico.

*** Enrique Calvet Chambon es eurodiputado independiente adscrito al Grupo Europeo de los Demócratas y Liberales (ALDE).

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