Todo es política, incluso las cosas que a primera vista parecen no identificarse con la política, al final acaban haciéndolo. Ejemplos son el fútbol y la religión, asuntos de claro componente político desde el momento en que se utilizan para aliviar tensiones políticas. No hace mucho, en tiempos de Franco, el fútbol estaba mal visto desde la izquierda. Entonces ser de izquierdas y aficionado a la jornada liguera era lo más cercano a un sacrilegio; algo semejante a fumar el opio de los pueblos. 

Luego está lo otro, o la otra. Me refiero a la tensión entre política y arte, la misma tensión que fue aplicada con tino cuando Marcel Duchamp hizo saltar los resortes del monopolio racionalista cartesiano en la Europa de entreguerras. Marcel Duchamp agarró una copia del famoso cuadro de Leonardo, tamaño postal, y puso bigotes y perilla a La Gioconda.

Va a hacer cien años de esta gamberrada que fue algo más que una licencia poética. La irreverencia venía determinada por un fondo de denuncia, el verdadero sacrilegio no era otro que el de señalar el mercantilismo de los Selectos Cielos del Arte. Todo el pasticheo que vendría después de los bigotes de La Gioconda, no ha sido más que una continua invasión del racionalismo burgués para despolitizar el llamado arte de vanguardia.

Por ello, cualquier cosa que se haga en este sentido puede terminar como una travesura hueca de ideología pero llena de convención burguesa. Sin ir más lejos, el pasticheo utilizado por Izquierda Unida en la red del pajarito para felicitar al Atleti, viene encabezado con una misiva que dice: “Si se quiere, se puede”; un tópico que nos remite a Buñuel cuando denunció que el discreto encanto de la burguesía consiste en banalizar las cosas, en despolitizarlas.

No hay que llegar hasta el ateísmo de Buñuel para darse cuenta de que el fútbol es una religión que se juega con los pies y que ha perdido el gusto por lo terrenal. Tampoco hay que andar muy cerca del surrealismo para darse cuenta de la distancia que separa a una organización política de la realidad cuando se despolitiza.

Llegados aquí, asaltan las dudas. Marcando distancias con la certeza, no sabemos qué admirar más, o el valor del rotativo italiano que ha confeccionado el pasticheo del Che con Simeone, o el valor de Izquierda Unida por permitirse que suelten al ciberespacio una felicitación tan chusca, tan vacía de política y tan llena de estupidez.