Miguel Arias Cañete debería ser el primer interesado en explicar por qué no se ausentó de la reunión del Consejo de Ministros en la que se aprobó la aministía fiscal de 2012, de la que se benefició su mujer, Micaela Domecq Solís. Cada minuto que pasa su silencio compromete más la imagen del Gobierno, de su partido y la suya propia: como extitular de Agricultura pero también como comisario europeo de Energía y Medio Ambiente.

La única explicación aceptable, que el exministro no supiera que su mujer tenía una sociedad offshore con capacidad para gestionar cuentas en Suiza ni tampoco que iba a aprovechar la amnistía para regularizar su fortuna oculta, resulta más inverosímil cuanto más retrasa el momento de dar la cara ante la opinión pública. 

Cañete alegó que él y su mujer tienen separación de bienes desde 1978 para salir indemne del escándalo de los papeles de Panamá, en los que aparecía su mujer. Esta tesis, similar a la que esgrimieron en su día Ana Mato o la infanta Cristina cuando dijeron no saber nada del Jaguar o de los negocios de sus parejas, se hace menos creíble ahora que ha trascendido que Domecq se acogió a la regularización. Si ya es raro que un cónyuge no tenga ni idea de los bienes del otro, más extraño resulta mantener esta discreción a sabiendas de que una decisión sobre el patrimonio secreto puede afectar a la carrera y honorabilidad de la pareja.

No deja de ser curioso que mientras Mariano Rajoy no se ha inmutado ante el silencio de Cañete y reduce "el problema" a que "no sabemos si el ministro sabía si esa medida iba a beneficiar o no a su familia", el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, haya exigido "explicaciones que satisfagan"; en el complemento subyace la duda de que las aclaraciones puedan llegar a satisfacer a nadie.

Existe la sospecha fundada de que Miguel Arias Cañete pudo vulnerar la ley de 2006 que establece que hay "conflicto de intereses" cuando "los altos cargos intervienen en las decisiones relacionadas con asuntos en los que confluyen a la vez intereses de su puesto público e intereses privados propios o de familiares directos".

Si fue así no estaba capacitado para ejercer como ministro, como tampoco lo estaría, al decir de Cristóbal Montoro, si hubiera sabido que su mujer operaba en Panamá. Y va de suyo que quien no está capacitado para ser miembro del Gobierno tampoco lo está para sentarse en el Consejo de Ministros de la UE. A Miguel Arias Cañete le toca despejar cuanto antes toda sombra de duda sobre la honorabilidad de sus actuaciones cuando era ministro.