Se sorprende Enrique García-Maíquez en uno de sus aforismos de lo previsible que es el inconformismo. Intuyo que a Enrique le gustaría esa conocida pintada callejera que reza “cuestiónalo todo” porque al pie, un segundo rebelde anónimo, bastante más listo que el primero, ha contestado “¿por qué?”. Eso: ¿por qué?

Pues porque el porqué es importante. Aunque solo sea para no navegar por la vida al pairo como hacen esas 5.189.333 personas que votaron a Podemos y que ahora corretean por las calles españolas como pollos sin cabeza. ¡El impuesto de sucesiones! ¡Dalí! ¡Los titiriteros! ¡Los refugiados sirios! ¡El amor romántico! ¡La vicepresidencia! ¡Los Reyes Magos! ¡El capitalismo! ¡El bebé de la diputada! ¡El ministerio de plurinacionalidad! ¡24.000 millones para gasto social! ¡Rajoy! ¡Los besos robados! ¡La gallina!

A Podemos le preguntas el porqué de todo este merengue y el eco de su silencio (más allá de vaporosas proclamas sobre la igualdad y el progreso) retumba hasta en la Gran Nube de Magallanes. Y eso que son todos universitarios.

El de que son todos universitarios es uno de mis mitos preferidos de entre todos los mitos que ha popularizado Podemos sobre el propio Podemos con ese sentido de la humildad que caracteriza a la gente normal. Universitarios a diferencia de Albert Rivera, Pedro Sánchez o Mariano Rajoy, que por lo visto firmaban con el dedo gordo antes de meterse en política.

El nivel de los universitarios españoles de Podemos lo da sin ir más lejos su programa de gobierno, esa novelita juvenil. O Errejón, un doctor en Ciencias Políticas que confunde a Nixon con Reagan y aún gracias que no lo confunde con el Capitán América. A fin de cuentas, el enemigo por antonomasia del Capitán América es Cráneo Rojo, que en su primera encarnación era nazi (a pesar de tener la cabeza roja) y que en la última anda ya por el comunismo, conciliando al fin su identidad percibida con su identidad proyectada. El carajal mental del pobre Cráneo Rojo es muy de Podemos.

Yo, en resumen, andaría bastante mosqueado si fuera votante de Podemos. Podemos prometió una revolución de las de verdad, con sus guillotinas y su hombre nuevo y demás utopías totalitarias adolescentes para fans de los juegos de rol, pero anda ofuscado allí donde gobierna con las mismas idioteces que pueden oírse en cualquier asamblea botellonera de cualquier casa okupada de tercera regional: los huertos urbanos, el sexo como construcción social, los impuestos por todo y por nada y otras banalidades que ya sonaban viejas en 1968.

Algún día esta gente dirá algo inteligente, aunque solo sea porque hasta los relojes parados aciertan la hora dos veces al día, y no haremos caso. Es probable incluso que hagamos lo mismo que hemos aprendido a hacer durante estos meses de convivencia con ellos: dejarles que enchufen a otra exnovia para que se queden contentos y no den más la paliza. Como se hace, en definitiva, con los niños brasas.