El paso al frente dado por Pedro Sánchez deja en evidencia la falta de arrojo de Rajoy. Se podrá replicar que Sánchez es valiente a la fuerza, porque la única forma que tiene de sobrevivir políticamente es llegando a la Moncloa. Pero lo cierto es que, con su enroque, al abjurar de su responsabilidad, Rajoy propicia un hecho insólito en nuestra Democracia: que la fuerza que ganó las elecciones no presente su candidatura. No falto de razón, Sánchez volvió a calificar su actitud de "espantada".

En su primera intervención tras el encargo de Felipe VI, el líder del PSOE  hizo un buen discurso. Arremetió contra las posiciones maximalistas y el "frentismo". Se le notaba ese impulso que da el ser investido oficialmente por el Rey como candidato.  

Antes que él había comparecido Mariano Rajoy. El líder del PP descubrió cuáles son sus intenciones al asegurar que "en ningún caso" se hará a un lado para facilitar un acuerdo con el PSOE, y que "en ningún caso", tampoco, su partido se abstendrá ante un hipotético pacto entre los socialistas y Ciudadanos, impidiendo así que esa alternativa pudiera triunfar.

La pinza PP-Podemos

Tras la intervención de Rajoy, Pablo Iglesias no tardó ni quince minutos en comparecer en rueda de prensa para afirmar exactamente lo mismo: que Podemos ni siquiera se abstendría si Pedro Sánchez y Albert Rivera llegaran a un acuerdo para intentar formar gobierno. La coincidencia de PP y Podemos, en lo que se presenta como una nueva pinza, refuerza la tesis de quienes aseguran que ambas formaciones coinciden en el fondo, pues prefieren que haya nuevas elecciones en la creencia de que obtendrán más votos que el 20-D.

Rajoy e Iglesias también coincidieron en su tono agrio y tenso, que contrastó con el que presentaron Sánchez y Rivera, mucho más relajados, incluso sonrientes, y con un discurso constructivo. Rajoy incluso fue poco elegante con el Rey, quizás para devolverle el revés de haberle propuesto como candidato tras su primera entrevista, aun cuando él le había advertido de que no contaba con apoyos suficientes. Y es que el líder del PP insistió en que, llegados a este punto, sólo había dos alternativas: la de "la sensatez y la moderación", que encabeza él, y la de "los partidos independentistas", que estaría intentando construir Pedro Sánchez. Dado que Felipe VI ha propuesto para la investidura al líder del PSOE, la conclusión está clara.

Lo peor para Rajoy tras la jornada de este martes es que ha quedado retratado en su cobardía política. Tiene muy difícil explicar cómo, tras encabezar la fuerza más votada, se ha negado en sus dos entrevistas con el Rey a tomar la iniciativa y presentarse como candidato a la investidura. Rajoy intenta justificarse con el argumento de que no tiene "todavía" los apoyos para formar gobierno, pero cualquiera diría que espera, de brazos cruzados, a que le caigan del cielo, porque lo cierto es que no ha movido un dedo para tratar de sumar votos desde que ganó las elecciones.

El ejemplo de Sánchez

En ningún lugar está escrito que a los debates de investidura haya que llegar con los votos amarrados ni que esos debates estén hechos, necesariamente, para ganarlos. En más de una ocasión, un líder ha salido políticamente victorioso en un debate en el que, aritméticamente, ha sido derrotado.

El líder del PSOE lo tiene igual de difícil que Rajoy, más incluso, pues dispone de menos parlamentarios. Su partido está dividido y tiene muchas voces en contra. Pero Sánchez lo va a intentar y, si tiene que morir, lo hará de pie. La propuesta que acabe haciendo obligará al resto a retratarse. Entonces se verá si Rajoy insiste en anteponer su figura a cualquier pacto. Y si lo hace, como ha anunciado, quedará claro que se considera más importante que cualquier acuerdo, más importante que su partido y más importante que el interés de España, a la que según él mismo reconoce no le convienen una nuevas elecciones.