Cuando Felipe VI reciba este viernes en la Zarzuela a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez poniendo fin así a la primera ronda de contactos con los representantes parlamentarios no se habrá despejado, seguramente, qué aspirante puede ser investido presidente del Gobierno. Sin embargo, sí se visualiza con más probabilidades de prosperar la opción que encabeza Sánchez.

Rajoy quiso a última hora de este jueves, en la víspera de su visita a Palacio, poner fin a la pésima imagen de falta de iniciativa que ha transmitido en los últimos días y anunció que  presentará al Rey su candidatura. Pero la realidad es que no ha buscado apoyos, que no se ha reunido siquiera con Albert Rivera -a quien Felipe VI reconoció su disposición negociadora con una audiencia de más de hora y media- y que hasta en su entorno se daba por hecho que podría hacerse a un lado ante el Monarca para que Sánchez asumiera el desgaste.

La actitud de Rajoy en la última semana ha creado desconcierto en su partido y en la opinión pública, así como cierta sensación de que su liderazgo se desmorona. Con este paso al frente parece tratar de disipar esa sensación. "Tengo fuerzas, no estoy agotado", manifestó.

Rajoy sólo ve dos alternativas

Pero es sintomático que hasta unas horas antes de esas manifestaciones, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, se sumara a otras voces en el PP para "no descartar" que Felipe VI propusiera a Sánchez como candidato a la primera sesión de investidura. Como también es significativo que Rajoy confesase al falso Puigdemont en la broma radiofónica que pensaba mantener "la agenda muy libre" en los próximos días.

Felipe VI no va a tener más remedio que encargarle formar Gobierno, pero al haberse cruzado de brazos y dejar que pasara el tiempo, queda claro que, en el fondo, el actual presidente en funciones sólo contempla dos alternativas: la convocatoria de nuevas elecciones o la configuración de un Gobierno de las izquierdas con el nacionalismo. Ambas son opciones malas para el país en las actuales circunstancias.

Ir de nuevo a las urnas metería a España en más tensiones, radicalizaría las posturas y no está claro en absoluto que resolviera el problema actual de falta de una mayoría parlamentaria. La incertidumbre y el daño de cara al exterior, con Bruselas muy pendiente de la evolcuión española, estarían servidos.

Un Gobierno que generaría déficit

Un Gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos y el PNV, como parece que podría estar perfilándose, resultaría muy negativo. Primero, porque ni siquiera Sánchez ha sido capaz de consolidar aún un liderazgo claro dentro de su propio partido y tiene la oposición de algunos barones. Pero también porque Podemos acaba de demostrar que es una amalgama de partidos donde cada uno pretende funcionar con autonomía. En cuanto al PNV, no prestaría su apoyo de forma gratuita y es sabido que sus dirigentes piensan en un nuevo estatus político para el País Vasco.

Pero, más allá de su fragilidad y falta de consistencia, un Ejecutivo de esas características, cuyos integrantes abogan por acabar con la política de austeridad, generaría más déficit. Esa política sería mal recibida en los mercados. Tenemos el antecedente de lo que acaba de ocurrir con el nuevo Gobierno de coalición portugués encabezado por los socialistas: la prima de riesgo se ha disparado.

Aunque Felipe VI proponga este viernes a Rajoy como candidato a la investidura, el panorama sigue tan enmarañado como antes. Ahora bien, a partir de ese momento comenzará la cuenta atrás para tratar de encontrar una solución que se presenta complicada: ninguno de los dos aspirantes tiene triunfo en sus cartas.