Hay que entender a los 3.030 militantes de la CUP que el pasado domingo fueron incapaces de decidir si apoyaban o rechazaban la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat. Nada más duro que escribir la carta a los Reyes Magos cuando solo puedes pedir un juguete: o el unicornio (la independencia) o la casita de caramelo (el anticapitalismo). El unicornio tiene una crin preciosa y es capaz de cabalgar el arco iris, pero en la casita de caramelo puedes lamer los grifos hasta que la sobredosis de azúcar te lleve al borde del infarto de miocardio.

Es un dilema parecido al que se le presenta en este momento a Podemos. La paga de Navidad de la abuela (es una metáfora: la abuela es la Constitución de 1978) ha sido mucho más generosa de lo esperado y ahora los podemitas andan perdidos por la juguetería, toqueteando todos los peluches de las estanterías e incapaces de decidirse por uno u otro. Podemos pide un referéndum de independencia, y la unidad de todos los españoles, y una reforma de la Constitución, y un plan de emergencia social, y un referéndum revocatorio, y si no piden dos huevos duros es porque ellos son más de El Gran Wyoming que de los Hermanos Marx. Lo cual por otro lado es consecuente con su ya legendario mal gusto. 

La democracia, que es el menos malo de los sistemas pésimos, tiene estas pegas. La de poner a decenas de millones de adultos en manos de unos pocos miles de asamblearios. No son pocos los que creen que eso es precisamente lo que hemos querido los españoles. Como si los ciudadanos de este país hubiéramos dividido porcentualmente nuestro único voto: un 28% para el PP, un 22% para el PSOE, un 20% para Podemos, un 14% para Ciudadanos y el resto a repartir entre nacionalistas y minoritarios chalados varios.

Desconozco cuál es el cálculo político que esconde Pablo Iglesias detrás de su exigencia de un referéndum de independencia en Cataluña. Quizá sabe que ese referéndum daría una mayoría relativamente clara de noes. Quizá es solo una condición inasumible que busca forzar el pacto PP-PSOE o la convocatoria de nuevas elecciones generales (cualquiera de las dos opciones fulmina al PSOE).

Lo que quizá no ha meditado Iglesias es lo siguiente. Si incluso en el partido más radicalmente independentista de toda España, la CUP, las fuerzas entre preferentemente anticapitalistas y preferentemente independentistas andan divididas exactamente al 50%, ¿cuál debe de ser el equilibrio en Podemos, un partido de implantación nacional? ¿Un 75-25%, quizá?

Iglesias puede venderle ahora a sus seguidores la fantasía de que toda la juguetería es suya. Pero cuando le toque mojarse solo va a poder escoger un juguete. Ya veremos lo que opinan sus bases entonces.