El mero hecho de que quienes se presentan como abanderados de la izquierda anticapitalista más insobornable se presten a votar la reelección como presidente de la Generalitat del cómplice y heredero político del cleptócrata más alevoso de la democracia prueba hasta qué punto el nacionalismo es una patente de corso para cínicos, además de una cortina de humo para el bandidaje. 

Si ya resultaba disparatado que el futuro de Cataluña lo pudieran decidir 3.000 militantes antisistema, el modo en que transcurrieron las votaciones de este domingo y su resultado sólo pueden agravar la imagen de inestabilidad que proyecta esta comunidad autónoma desde que los escándalos y el pulso separatista condicionan su destino. Después de haber rechazado en las dos primeras votaciones respaldar a Mas en el Parlament, un empate a 1.515 votos ha dejado en manos del consejo político de la coalición el futuro político del candidato de Junts Pel Sí. El próximo día 2, a sólo una semana de que acabe el plazo de investidura, sólo 70 representantes de la CUP decidirán si permiten a Mas gobernar.

Pacto de silencio con el latrocinio

La disyuntiva sobre la que la CUP plantea su decisión, apoyar la reelección del "presidente de los recortes" o poner en peligro la desconexión, no resta seriedad a una decisión que se tomará coincidiendo con la publicación de los documentos que prueban la corrupción sistematizada del pujolismo. Con lo que ya han avanzado las investigaciones de la Policía, decir sí a Mas sólo puede interpretarse como un aval al latrocinio practicado desde la Generalitat o como un pacto de silencio en pro de la independencia.

En los últimos dos años, las investigaciones abiertas sobre el enriquecimiento del clan Pujol no han dejado de aportar indicios fundados de que el expresident, Marta Ferrusola y sus siete hijos se han enriquecido con las comisiones que cobraban a cambio de adjudicaciones amañadas. Hasta ahora se habían interceptado cuentas en Andorra y Suiza; los jueces habían ordenado seguir el rastro del dinero en Liechtenstein, Argentina, México, Reino Unido y Mónaco; y Anticorrupción había llegado a asegurar que la familia actuaba de forma coordinada. Ahora, sin embargo, las pesquisas han dado un salto cualitativo.

Todas las modalidades de blanqueo

Algunas comisiones rogatorias libradas no han concluido, pero las investigaciones fruto de pruebas ya remitidas, cuyas conclusiones publicamos en EL ESPAÑOL, han dejado "estupefactos" a los agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal. La Policía ha logrado documentar la dimensión del entramado delictivo creado a lo largo de dos décadas. Las comisiones de obras públicas han convertido a los Pujol en "una de las familias más acaudaladas de España" gracias a que han actuado como "una organización criminal perfectamente asentada" con capacidad de poner en práctica "todas las modalidades conocidas hasta la fecha en materia de blanqueo".

Los Pujol cobraban principalmente en Andorra desde cuentas en el extranjero para eludir al Fisco, luego movían este dinero por paraísos fiscales para ocultar su huella, y finalmente se valían de todo tipo de operaciones financieras (préstamos, compraventa de divisas y acciones, ampliaciones de capital de sociedades...) para integrarlo mediante inversiones lícitas e ilícitas en hasta 18 países.

Un motivo de vergüenza todos

Que una operativa corrupta tan enorme se haya mantenido en pie tantos años y que ni a los patriarcas ni a ninguno de sus siete hijos se les hayan solicitado medidas cautelares sólo puede sacar los colores a jueces, a fiscales y a las autoridades financieras.

La corrupción y el nacionalismo han sido dos caras de la misma moneda en Cataluña. No hay pruebas de lucro personal en Artur Mas, aparte del oscuro episodio del dinero heredado de su padre en Liechtenstein, pero basta reparar en los escándalos que salpican a su partido y en que su carrera política está estrechamente ligada a la de Pujol y a Convergència para afirmar que apoyar la reelección del guardián de los secretos del pujolismo supone perpetuar un régimen corrupto. Tras lo ocurrido en la asamblea de la CUP es una desgracia que el futuro de Cataluña pueda pivotar entre la rapiña y la inocentada; aunque lo cierto es que encaja más en una figura tan española como la del esperpento.