José Luis de la Cuesta es el autor del libro de poemas (librito, más bien: es minúsculo) más jacarandoso, inteligente y disfrutable que se ha publicado este año en España. Un espécimen literario raro de ver en un país en el que no parece haber un término medio entre la gravedad siniestra de esa posguerra eterna en la que parece vivir la mitad de los españoles y el chorradismo de youtubers, adolescentes facebookeros de treinta años y demás patulea televisiva en el que parece vivir la otra mitad.

En España, en definitiva, no tenemos un Evelyn Waugh, un Mark Twain o un Alejandro Dumas porque siempre hemos sido un poco coñazo con esa manía de irnos a los extremos de lo intenso o de lo banal, cuando no de las dos cosas al mismo tiempo.

El librito de José Luis de la Cuesta se llama Cosas que me has contado y lo ha editado la también minúscula editorial Los papeles del sitio. En realidad, y como explica el propio de la Cuesta en uno de sus poemas, lo suyo consiste en "poner cosas normales en frasecitas cortas". Algo para lo que hace falta una enorme dosis de talento y otra equivalente de mesura exhibicionista (algo no tan contradictorio como puede parecer a primera vista).

Uno de los poemas del libro se titula Tres gilipolleces y dice así:

"Querer ser moderno.

Querer ser posmoderno.

Querer ser premoderno".

Como esas canciones de amor que parece que hablen de ti, me he tomado Tres gilipolleces como un insulto personal. Un servidor siempre ha aparentado modernidad fingiendo ese tipo de premodernidad que no es más que posmodernidad fingida. Parece complicado pero no lo es tanto: solo hace falta un poco más de inteligencia y de cinismo que el moderno/premoderno/posmoderno más cercano.

Entendiendo lo anterior, es fácil comprender lo desubicado que me siento frente a las cabalgatas de Madrid con reinas magas.

Lo moderno sería opinar que las cabalgatas ya son lo suficientemente psicotrópicas como para escandalizarse por un delirio surrealista más. Es el "¿a fin de cuentas, qué cojones importa?".

Lo premoderno sería decir que a este paso el carajal de subversiones provocadoras va a ser tal que hasta Jesús acabará siendo interpretado en los belenes por un transexual indonesio. Es el "puestos a provocar, hacedlo con originalidad".

Lo posmoderno sería decir que lo anterior no es más que una batalla ridícula entre intensos y banales. Es el "¿y a mí personalmente que más me da?".

Pero, ¿qué sería lo moderno que aparenta ser premoderno fingiendo posmodernidad? Yo ya no tengo ni idea. Solo sé que, como dice Huey Freeman (un personaje de tebeo): "Cada vez es más difícil distinguir la realidad de las fantasías que los demás fabrican para nosotros. O de las que nos fabricamos para nosotros mismos. Quizá todo eso forma parte de un plan. De un plan para hacerme creer que me estoy volviendo loco. Y está funcionando".

Efectivamente. Está funcionando.