En mi panda tenemos un puto amo: un argentino de origen polaco que huyó de Buenos Aires a Tel Aviv esgrimiendo su glande circuncidado escapando de la dictadura militar que lo buscaba hasta debajo de las piedras. Israel le salvó la vida y también intentó que cumpliera con su cuota de la diáspora; si había regresado al hogar, dulce hogar, debía comportarse como un buen judío. Negarse a hacer el servicio militar propició que nueve años más tarde se instalara en España, donde lleva más de veinte rodeado de los elementos de distorsión que él considera indispensables para su propia salud mental, que no siempre coincide con la salud mental de los demás. Dice que eso sucede porque es un buen judaca.

El pasado sábado, en plena jornada de reflexión, el puto amo cumplió 60 años y nos citó alrededor de uno de sus asados míticos. Nuestro amigo disfruta con las discrepancias de sus invitados. A veces hasta fomenta que se produzcan las detonaciones aunque sea a costa de algún que otro puñetazo en la mesa. Le resulta ridículo que seamos capaces de tener enemigos de tan magna magnitud entre nuestros allegados viviendo en un país y una sociedad que elige democráticamente a sus representantes cada cuatro años.

El puto amo desmonta melodramas como nadie.

El asado se convirtió en todo un repertorio de mítines de uno y otro partido. Cada uno defendió su voto para la derecha o para la izquierda, para la de verdad y para la impostada, para la conocida y la descubierta. Todos con  ganas de cambiar el país  enarbolando las viandas y bebidas que había sobre la mesa. No faltó el vacío ni la entraña, chorizos picantes, morcilla de arroz y de cebolla, chuletitas de cordero y exquisito chimichurri que trajo otro de los invitados. Para los que no comen carne roja dispuso hamburguesas de atún y muslos de pollo, ensaladas variadas y hasta tarta pascualina de dulce de leche de postre. Nuestras copas se alzaron con los mejores caldos sin que los brindis se hicieran con los que pensaban lo mismo que nosotros. Disfrutamos hasta con los que no tenemos nada en común. ¿Nada? ¿Seguro?

Ni uno solo perdió un minuto en lavarse los dientes al terminar la comilona ni recurrió al hilo dental para eliminar las migajas de entre las muelas. Queríamos mantener el buen sabor de boca y el regusto a carne, pescados y alcoholes de primera calidad. El anfitrión había reunido al más ecléctico grupo de votantes que soportaron, escucharon y hasta apoyaron a sus contrarios con tal de masticar y beber rico. Incluso alguno se abrazó de más a quien siempre quiere de menos. Era el cumpleaños del puto amo.

¿Entienden ahora cómo se consigue el título?