¿Es la política el mejor antídoto de la dignidad? ¿Y de la inteligencia? Me lo pregunto unas veces por vicio y otras porque hay elecciones. Es verdad que el resultado del 20-D no es lo que se dice cristalino de administrar ni de interpretar. Pero tampoco hace falta decir donde dije digo, digo Diego. O donde dije Albert Rivera.

Es verdad que las encuestas, como las cartas a los Reyes Magos, las carga el diablo, que es la ilusión. Sobre todo la ilusión de ser más listo que nadie. Es verdad que habrá quien votó a Ciudadanos -y quien se arrimó desvergonzadamente a sus líderes, o incluso a mí, que les conozco; necesitaría diez o veinte columnas como esta sólo para recoger el listado de alcohólicos anónimos de la política que en los últimos meses me han pedido hacer gestiones para "hablar con Rivera" a ver si éste les podía "meter" en "sus" listas- pensando que las cosas iban a ser mucho más rápidamente triunfales. Mucho más cómodamente resolutivas para sus propios intereses y ambiciones, en primer lugar.

Ay qué ganas de identificar cuánto antes al caballo ganador para subirse a él, trote hacia donde trote... Ay qué buenos oportunistas si tuvieran un mal señor...

Bueno, pues las cosas están como están, no hay euros a cuatro duros ni presidencias del gobierno exprés. Nadie aparece en la Moncloa por obra del Espíritu Santo como recién parido en el portal de Belén. Si Albert Rivera fuera un tibio de corazón como los que fingen que le siguen pero sólo le persiguen, esos a los que les tiemblan las piernas al menor tropiezo o sospechan de que su "qué hay de lo mío" tenga que aguardar, sin duda no habría llegado hasta aquí. No estaría empezando su carrera política en España donde la acabaron, sin ir más lejos, Adolfo Suárez y Miquel Roca.

Seamos serios, seamos objetivos: Ciudadanos ha pasado de la nada a los 40 diputados, ¡40!, en el Congreso partiendo de una ley d'Hondt endemoniada para los partidos no masivos de proyección nacional, sin ni una brizna de la millonada que la gran banca española se gastó en encumbrar a Roca hasta la fosa de las Marianas, en medio de un pim-pam-pum entre rojos, azules y morados que obligan a ser Steve McQueen para atreverse a ir de líder de centro en este país.

Efectivamente todo el mundo comete errores y todo el mundo los paga. Efectivamente a partir de ahora pueden pasar muchas cosas, incluyendo elecciones anticipadas a la vuelta de la esquina. Efectivamente España está hecha más unos zorros que nunca. Razón de más para mantener la cabeza y el voto fríos. Para no dejarse desanimar ni distraer. Adelante los mejores y los más valientes, arriba los más entregados y arremangados. Los demás pueden irse a su casa, a Venezuela o a la porra.