La campaña electoral había terminado. Acabó el lunes, poco después de las once de la noche, cuando en el salón de casa de millones de españoles Pedro Sánchez soltó la bomba atómica: "El presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente, señor Rajoy, y usted no lo es".

A partir de ese momento sobró el resto del debate. No creo que alguien pueda recordar qué pasó luego; si acaso, la imagen nebulosa de Manuel Campo Vidal, descompuesto, insistiendo en que se hablara de Cataluña. ¿Cataluña? A esas alturas, Cataluña, Artur Mas, la CUP, el procés y la declaración independentista del Parlament importaban un bledo.

Todo lo que iba a venir detrás, todo lo que tenía que ocurrir hasta el domingo, sobraba. Escaramuzas. Fuegos de artificio. Como esa confesión de Bertín Osborne. Resulta que iba a votar a Albert Rivera pero, tras estar cinco horas con Mario-Mariano, en torno al sofá-ataúd, había descubierto a "un tío brillante".

Habíamos asistido a la campaña electoral más breve de la democracia porque los quince días de rigor se habían quedado en once. Bien estaba que así fuera. Que se acortara, digo, y también que al presidente del Gobierno le dijeran a la cara un par de cosas desagradables. Va en el sueldo. Y en su caso, en el sobresueldo.

Pero de repente nos ha vuelto a meter en campaña el puñetazo. Repugnante e intolerable. Hay quien ha querido ver en Pedro Sánchez una suerte de David Fernández, el garrulo de la CUP que amagó con lanzarle una sandalia a Rato en la comisión de investigación por el asunto de las cajas. Así que imagino a algún contertulio frotándose las manos: habrá encontrado ya motivos de sobra para señalar al candidato del PSOE como responsable de la brutal agresión que acabó con las gafas del presidente del Gobierno por los suelos.

Acabada la campaña, les puedo hacer un rápido balance y adelantar un pronóstico. La víctima del lunes lo ha vuelto a ser este miércoles. Rajoy ganará el domingo con más ventaja de la que le daban las encuestas. Presidirá un gobierno en minoría en una legislatura corta. Y Pedro Sánchez... Digamos que Susana Díaz ya tiene preparada una gestora para el PSOE.

Cuando dentro de unos años volvamos sobre estos días nos quedarán el puñetazo cobarde de Pontevedra y el particular yo acuso televisado de Pedro Sánchez. Y eso, en la campaña que abrió las puertas del Parlamento a la nueva política en España. Qué paradójica es la vida.