Rajoy ha encontrado su tabla de salvación en la tercera edad. Eso dicen las empresas de estudios demoscópicos. Nuestros abuelos fueron un granero de votos para Felipe González y nuestros padres pueden mantener a flote a Mariano Rajoy el próximo 20 de diciembre.

Los viejos de hoy no son como los de los ochenta. Están estupendos. Van al gimnasio, visten vaqueros, se operan de cataratas, algunos cambian las dentaduras postizas por los implantes y los hay que hasta experimentan con el botox o recurren al bisturí. Pero además, cargan con los nietos y tapan con su pensión los agujeros que en las familias deja la crisis.

Aun así, se sigue asociando el voto de los mayores al miedo: votaban a González por pánico a perder sus pensiones y parecen dispuestos a votar ahora a Rajoy por temor a lo nuevo y a un cambio demasiado brusco. Puede que la coyuntura, particularmente turbulenta, saturada de gritos de independencia y carnicerías con kalashnikov, les empuje a ello. En ese escenario, la veteranía cotiza al alza.

¿Dejarías el gobierno de tu país en manos de un joven de treinta y tantos que ni siquiera ha sido concejal? Seguramente algo así es lo que el presidente del Gobierno desliza a los compañeros de partida de dominó en el particular Camino de Santiago que ha emprendido por los pueblos de nuestra España rural. ¿Que Albert Rivera o Pablo Iglesias debaten en la Universidad? Pues él se deshace del seis doble en el hogar del jubilado de Olmedo y se queda tan pancho.

Conste que los viejos se han ganado a pulso el derecho a votar a quien les plazca y a ser caprichosos en el espeluzno. Conste, también, que la juventud me parece sobrevalorada en las sociedades modernas. Pero cuando se hablaba de la nueva y de la vieja política, uno no pensaba que, al final, pudiera reducirse el asunto a una cuestión de edad: política para jóvenes y política para viejos.

Todos los votos valen lo mismo, los que parten del aula o la discoteca y los que salen del casino, de la mesa camilla o del asilo. Un abuelo, un voto: ese es el gran descubrimiento del PP en esta campaña. ¡Ay si tuviéramos Chicas de oro en versión hispánica! Lo de Bertín Osborne ayuda, pero un cameo de Rajoy en una serie de televisión así, le valía la Moncloa. Fijo.