Carlos Rodríguez Casado

Carlos Rodríguez Casado

Opinión Vísperas del 36

La sordera de Lerroux

(5 de diciembre de 1935, jueves)

5 diciembre, 2015 01:12

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Resumen de lo publicado.-Navarrete y su amigo Lenin, tras haber abandonado la CNT, cometen un atraco en el centro de Madrid. Alejandro Lerroux, presidente del Partido Radical, continúa siendo investigado.

-Perdonen, es que no les oigo bien…

Lerroux seguía con la irritante costumbre de exagerar la sordera, llevándose la mano a la oreja. A veces era cierto y lo hacía con incomodidad, molesto porque el oído empezaba a fallarle. Otras con sorna, dejando claro que aquella investigación se la traía, como se dice vulgarmente, al fresco. Tras haber besado la lona, el viejo boxeador volvía a levantarse y daba la cara, como siempre había hecho. No en balde se había encaramado a pulso hasta los escalones más altos de la dignidad política, sin que nadie le hubiera regalado nada. Había hecho de todo en la vida, desde aprendiz de zapatero y sacristán, pasando por vendedor de seguros y crupier profesional, hasta ministro. Y no se iba a achantar a estas alturas delante de aquella comisión de veintiún diputados que, a semejanza de lo ocurrido con el estraperlo, indagaban en el cada vez más famoso asunto Tayá-Nombela. La diferencia era que esta vez el encausado era directamente don Alejandro Lerroux, exministro de Estado, exjefe de Gobierno y todavía presidente del Partido Radical, pese a las tentativas de Santiago Alba para sucederle.

-Según tenemos entendido, usted conocía a Tayá de su época de emperador del Paralelo –insistía Muñoz de Diego, el presidente de la comisión.

-De mis tiempos barceloneses. Hemos tenido relación. He tenido relación con tantísima gente a lo largo de treinta años...

Se habían encerrado en una sala del Congreso y don Alejandro, desde su silla, miraba a la veintena de diputados a los que conocía, en algunos casos, desde hacía muchos años. No encontró ningún afecto en su mirada.

-¿Y es cierto que usted le recibió en la presidencia del Gobierno ese día? –insistió Roig, otra voz cantante de la comisión.

-Es cierto. Pero no hay ningún mal en recibir a antiguos amigos.

-¿Y es cierto que, justo después, se cursó la orden de pago?

-No me he fijado, pero si es así será una simple coincidencia.

-¿Y no le parece demasiada coincidencia? ¿No le parece que puede haber un vínculo de causalidad?

-Lo siento, no he oído bien...

-Le digo si no le parece que puede haber un vínculo de causalidad entre una cosa y la otra.

-¿Científicos nos ponemos? –se burló don Alejandro. Su actitud molestaba a los diputados.

- Escuche don Alejandro, usted se está burlando de nosotros, como se burló anteayer…

Dos días atrás don Alejandro había acompañado a la comisión a buscar la nota certificada de pago, sin fecha, validada por su única firma, con la cual, según había explicado el señor Nombela en las Cortes, se pretendía cursar el pago de tres millones de pesetas a Tayá. Las caras de sorpresa de todos cuando, no solo no la encontraron, sino que en su lugar encontraron otra, perfectamente legal, sustituyéndola, fue para enmarcar.

-¿Y qué puedo hacerle, si los documentos desaparecen tan fácilmente en este Congreso?

-Usted nos está tomando el pelo, don Alejandro. Y esto no es un diálogo de sordos, es un diálogo de besugos.

-Vuelvo a oírles mal, pero si me están acusando sin pruebas, me temo que voy a tener que pedirles que retiren todos los cargos contra mi persona –se irritó Lerroux, moviendo los bigotes-. Si hay prueba, a los tribunales. Y, si no, dejemos de representar esta farsa que no le hace ningún favor a nadie, ni a ustedes, ni a mí, ni al Parlamento, ni mucho menos al país.

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