Hoy se presenta en Madrid un libro sobre el que me gustaría llamar la atención incluso un poquito más de lo que ya la llamó la aparición de su autor, Francisco Reyero, en el programa de La 2 Libros con Uasabi. El libro, editado por la Fundación José Manuel Lara, se titula Nunca volveré a ese maldito país, lo cual es una cita de Frank Sinatra refiriéndose a este país, al nuestro. En la portada, el susodicho Sinatra sentado a la vera de una de sus más sólidas razones para no volver a pisar España: Ava Gardner.

Salen regularmente libros sobre estos temas, sobre esta gente. Los hay muy documentados y con mucha información de primera mano. Los hay más distanciados en el tiempo y la leyenda. Es el caso de Paco Reyero, bastante más de mi quinta que de la de Sinatra o Gardner. Jamás conoció no ya el Hollywood sino el Madrid chicotero y postinero de los años 50 del siglo XX del que habla, no más de lo que yo conozco el Olimpo o la Ítaca de Homero. Está todo en su cabeza, en su alma, en su estilo (los de Reyero). Es una ucronía disfrazada de periodismo, un viaje a lo que pudo haber sido para zafarnos de lo que no queremos que fuera, fuese o sea. Concluye tajantemente el libro: "Hacemos a Sinatra parte de nuestros días, básicamente, para poder seguir tirando".

A Reyero le dije algo que a él le sobresaltó y a mí mucho me divierte que le sobresaltara: que tanto Frank, tanto Frank, pero en el libro se habla más de ella. De Ava. De la estrella que tenía "la carnalidad de una esclava a la que un mercader con turbante examina los dientes", a la que Mario Cabré escribe poemas "idiotas", a la que Luis Miguel Dominguín chulea mientras ella a toda costa le quiere tener "como un manantial, cerca y fluyente", perdiendo pendientes a bofetadas, acampada en el Castellana Hilton porque no entiende la vida ni casi la muerte fuera de la noche de Madrid…

Ava Gardner constituye lo más parecido a una versión hembra de Ernest Hemingway. Como él conecta con una determinada España, arcaica y vibrante, donde el valor y la pasión no han desteñido aún como en otras latitudes en las que, para disimular el blanco y negro de la existencia, ya tienen que inventar el technicolor. La diferencia es que lo que Hemingway consigue haciendo o viendo hacer la guerra, Ava sólo puede conseguirlo haciendo el amor, ferozmente, a mansalva. ¿Es la ingle lo más hemingwayano e indomable que puede tener una mujer? ¿Su espada y su fusil, su única trampilla de acceso a la vita pericolosa? Penélope, Nausica, Calipso, Circe y Ulises todo en uno: Ava Gardner. Miss G.