Artur Mas ha conseguido un nuevo récord en su huida hacia ninguna parte: se ha convertido en el primer candidato a presidir la Generalitat al que le rechazan dos veces la investidura. Y no será por falta de esfuerzos: ha firmado debajo de prácticamente todas las exigencias de la CUP, de cuyos diez diputados depende su futuro político. Lo último ha sido proponerse como presidente temporal y crear tres vicepresidencias para ceder poder a las distintas sensibilidades del independentismo. No cabe mayor humillación. Pero ni así. La formación radical de izquierdas sigue jugando con él como lo haría un tiburón con una presa herida. Si el lunes le dijo que volviera el jueves, este jueves le ha dicho que el debate "no se acaba" ahora. La CUP sabe que aún lo puede exprimir más, y la legislación le da de tiempo hasta enero. El ridículo que está haciendo Mas a la vista de todo el mundo, y particularmente ante los cuadros y votantes de Convergència, es sólo parte del primer plazo de lo que va a tener que pagar por su deriva separatista y el empeño en saltarse las leyes.

El Tribunal que preside Francisco Pérez de los Cobos ha decidido avalar la constitucionalidad de la reforma del PP de la Ley de Costas en lo referente a la prórroga de los chiringuitos de playa. Los populares suavizaron muchas de las restricciones de la norma impulsada en su día por el PSOE que, entre otras cuestiones, ponía fin en 2018 a las concesiones administrativas para explotar estos locales. La sentencia del TC, unánime, declara ajustada a ley la decisión del PP de prolongar la vida de los chiringuitos otros 75 años. Se trata de una decisión acertada. Un país turístico como España debe hacer compatible el uso recreativo de sus costas con el respeto y la conservación de medio ambiente. Tan absurdo sería permitir abrir negocios de restauración en calas vírgenes como impedir a los ciudadanos poder seguir accediendo a establecimientos que han utilizado toda la vida. Las comunidades autónomas tienen que garantizar ahora que su informe medioambiental -preceptivo para que estos negocios tengan acceso a la prórroga- será riguroso.

Alemania, que ha estado tirando de la economía europea en plena crisis, ha perdido impulso y ahora aparece en la mitad inferior del ranking de crecimiento de los países de la UE. La predicción tanto de la Comisión Europea como del Fondo Monetario Internacional de que el PIB alemán crecerá este año y el que viene un 1,5% -es decir, a un ritmo sensiblemente menor que el de la media de la zona euro (2%)- es una muy mala noticia. El frenazo de China -uno de sus principales socios comerciales- y el escándalo Volkswagen son dos de las principales causas que explican la ralentización de la economía germana. Alemania, que ha volcado su crecimiento en la mejora de las exportaciones, está pagando ahora la crisis del comercio internacional. El país que dirige Angela Merkel puede dejar de ejercer como locomotora de Europa; al menos, al ritmo que lo ha hecho los últimos años.