La ventaja de lo que está ocurriendo estos días en Cataluña en relación a otros acontecimientos del pasado es que todo está quedando grabado. Manipular la historia es más fácil cuando no hay imágenes y sonido.

A uno se le puede hacer creer que la Guerra de Sucesión fue una cruzada contra Cataluña y no una disputa internacional que pretendía buscar nuevos equilibrios en la Europa del XVIII. Vale, tiene que ser ingenuo, pero se le puede convencer. También, qué se yo, se puede inducir a alguien a pensar que Cataluña era un paraíso de demócratas en el 36, o que tras la contienda civil ese territorio estuvo libre de franquistas y falangistas. Admito que es difícil, pero siempre hay personas más crédulas que otras.

Ahora bien, el monumento al cinismo en el que Artur Mas convirtió el debate de su fracasada investidura es algo que cualquiera puede consultar en YouTube con solo un clic. Tiene gracia que el presidente de la Generalitat riñese al portavoz del PP acusando a este partido de ser el causante de la deriva independentista. Puesto que la independencia es el gran sueño del nacionalismo -y ahí la mitificación de Macià y Companys-, lo lógico sería que hubiese felicitado a García Albiol.   

Pero de entre todas las patrañas de Mas, me quedo con la de haber presentado como un montaje y un ataque a Cataluña las evidencias de corrupción que acorralan a Convergència. Debe ser por eso que cazaron al tesorero con la trituradora de papel echando humo, algo así como la versión trajeada del camello al que pillan con la droga en el váter y tirando de la cadena.

Precisamente porque el Estado renunció a molestar a CiU y a toserle a la Generalitat estamos hoy como estamos. Para hacer justicia, lo coherente hubiera sido cambiar el trato protocolario a los presidentes de Cataluña: de "molt honorable" a "molt intocable".

Gracias a esa renuncia a aplicar la Ley, Jordi Pujol escapó al escándalo de Banca Catalana y amasó una fortuna que ha mantenido oculta en paraísos fiscales. Gracias a esa dejación, su partido crecía al calor del tres por ciento mientras sus hijos se hacían millonarios al contado. Es difícil explicar cómo nadie del clan ha dormido aún una noche en la cárcel.

He de decir que en el monótono papel de víctima que Mas representó en la tribuna del Parlament sólo le cacé una verdad. Se jactó de conocer muy bien cómo funcionan las cloacas del Estado. No me cabe la menor duda.