La destitución del general de Podemos como vocal de la Asamblea de la Real Orden Militar de San Hermenigildo es reconfortante porque resitúa al Ejército, al Gobierno y a la política como continuación de la guerra en las coordenadas de certeza y previsibilidad que nunca debieron abandonar. Uno puede pensar que Rajoy ha querido dar una patada al PSOE en el trasero del exJefe de Estado Mayor de la Defensa, mediante una expulsión que victimiza y beneficia a Podemos, y concluye, bien, todo en su sitio.

Aquí ha habido demasiados sobresaltos; y es mala cosa que los partidos interioricen que los ciudadanos hacen de la sorpresa una costumbre. La incapacidad para el asombro es el orfidal de los pueblos.

Aquí hemos padecido un Gobierno de derechas que subía impuestos con voracidad nórdica mientras participaba de la corrupción con entrega septentrional, y sin embargo, el PP sigue siendo el preferido en los sondeos.

Aquí sufrimos una campaña entre absurda y ridícula desde que Pedro Sánchez mostró el paquete en la tirolina de Calleja, y sin embargo, los aspirantes persisten en convertir la competición electoral en una yincana grotesca. Rivera se piñó en rally, Soraya subió en aerostático para no perder el globo del poder y Pablo Iglesias no se cansa de imitar a Javier Krahe. Cuantas más chorradas hacen nuestros políticos más popularidad adquieren.

Pero lo del JEMAD ha sido demasiado. La discusión entre el Gobierno, Podemos y el general sumariamente licenciado sobre si la expulsión estaba justificada, o sobre si la mera solicitud de pasar a situación de retiro le exoneraba de las cortapisas de su estamento forman parte del tedioso campo de la interpretación administrativa.

Lo insoportable, lo terrible, no es ya que quien estuvo al frente de la Junta de Defensa a un paso del rey, un experto piloto de caza ducho en operaciones con la OTAN, se haya abrazado a los herederos políticos del colectivo Mili KK, sino que para estrenarse en el ruedo ibérico haya recurrido a construcciones propias de un libro de autoayuda.

Preguntado sobre si apoyaba el derecho a decidir, el JEMAD de Podemos declaró que el desafío independentista "se tiene que solucionar políticamente y no con la ley", para lo que propuso llevar a Cataluña "una propuesta que enamore". ¡El amor todo lo puede! La insistencia de la izquierda (civil o militar) en contraponer política y legalidad oscila entre lo fascinante y lo patético.

Eso sí, en descargo del general retirado Julio Rodríguez se puede afirmar que la suya, más que una declaración política, fue una proclama flower power.