La gran Carme Riera acaba de ser justamente distinguida con el Premio Nacional de las Letras. Poca gente lo merece más que ella. Brillante escritora, investigadora, profesora universitaria, académica, mi admiración por Carme se multiplicó cuando aceptó presidir Cedro, entidad de gestión de los derechos de autor de escritores, traductores y editores.

Hay que ser muy generosa para meterse en un lío así, máxime cuando el cargo no es remunerado y Carme llegaba a él cuando Cedro había sido estrangulado económicamente: lo primero que hizo el PP al llegar a Moncloa fue aplastar la compensación por copia privada que daba aire a Cedro y a miles de autores, algunos de los cuales viven en la más feroz precariedad.

Deberíamos reflexionar si hay algo detrás de las campañas de desprestigio que sufren las entidades de gestión, y por qué el Gobierno de Rajoy se apresuró a eximir a las empresas tecnológicas de pagar el llamado canon digital para cargárselo a los presupuestos generales del estado. Para que usted lo entienda, antes se compensaba justamente a los autores gracias a los beneficios de las empresas tecnológicas. Ahora, por decisión del Gobierno saliente, se les compensa de forma miserable tirando de los impuestos de todos. Un negocio, pero ni para usted ni para mí, sino para un sector que gana miles de millones de euros y que supo jugar estupendamente con cartas marcadas porque tenía recursos para ello.

Algún día se contará la historia que hay detrás de una operación que asfixió a Cedro y a otras entidades de gestión. Es cierto que todas deben ganar en transparencia, y que determinados (y puntuales) escándalos no benefician en nada a su buena fama. Pero habría que cuestionarse por qué nunca se ha hablado de la increíble labor de montepío que realizan en favor de autores y creadores, y todas las situaciones desesperadas que han ayudado a paliar. Algunas, se lo aseguro, parecen sacadas de una novela de Dickens.

Quizá el problema se genera porque, de un tiempo a esta parte, cualquiera que pretenda vivir del trabajo intelectual se convierte ipso facto en un insolidario, un aprovechado y hasta un fascista. Y mientras un puñado de listos se dedica a poner zancadillas a Cedro y sus homólogos, Carme Riera acepta su presidencia, se pone a trabajar gratis y además se lleva el Nacional de Literatura. No hay palabras para felicitarla. Por eso lo mejor es darle las gracias y pedirle por favor que siga muchos años en la brecha.