Una de las estrategias defensivas de los Pujol para intentar sortear el cerco de la Justicia ha sido admitir la comisión de un delito despenalizado, el de falsedad ideológica, cuya semántica a pie de calle resumiría perfectamente el rasgo principal del clan. En efecto, esta familia ha hecho de la reivindicación nacionalista su particular carta de impunidad: mientras acumulaban una fortuna en paraísos fiscales mediante el cobro de comisiones ilegales, se daban golpes de pecho cantando Els Segadors.

Entre las muchas líneas de investigación abiertas, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha atribuido los delitos de "corrupción y falsedad" a Jordi, Oleguer, Josep y Pere Pujol Ferrusola por percibir 115.000 euros del empresario José Manuel Sola Castel --socio de Rodrigo Rato en su hotel de Berlín-- como contraprestación de unas asesorías inexistentes.

Los cuatro hijos del ex molt honorable simularon haber intervenido en la compraventa de un hotel en Baqueira en la que nunca participaron, por lo que el magistrado y la Policía creen que este pago es una mordida por favores urbanísticos de la Administración catalana.

Los Pujol no han tenido rubor en confesar que los servicios aludidos son falsos, pero arguyen que las facturas libradas responden a "relaciones jurídicas ciertas y debidas". Se trata de la misma argumentación que empleó Hacienda cuando validó tres facturas falsas libradas por la sociedad instrumental Aizoon para librar a la Infanta Cristina de un delito fiscal.

Este tipo de triquiñuela es una práctica extendida entre algunas empresas. Sin embargo, y más allá de que ni el juez ni los investigadores les hayan creído, que los Pujol admitan que han incurrido en "falsedad ideológica" es una metáfora caída del cielo. El recurso a la mentira ha sido una constante en la que fue primera familia de Cataluña y en la propia génesis del nacionalismo catalán desde que en 1984, para defenderse de la querella contra él por el escándalo de Banca Catalana, el patriarca amenazó al Gobierno desde el balcón de Plaza de Sant Jaume: "En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros", dijo. Desde entonces han sido incontables las veces en las que los distintos miembros de la familia Pujol han mentido a la opinión pública para negar el cobro de comisiones, las cuentas en paraísos fiscales, el dinero oculto en Andorra y el lavado de dinero.

Si en febrero de 2014 el expresidente se permitía el lujo de abroncar a los grupos en el Parlament por preguntarle por los depósitos en Andorra, cuatro meses después aducía que se trataba del legado del abuelo Florenci a su mujer e hijos. EL ESPAÑOL reveló el primer día de su aparición como, entre los documentos remitidos en la comisión togatoria desde el Principado, han aparecido dos escritos, uno firmado por el primogénito y otro manuscrito del expresident, que prueban que el titular del dinero fue siempre Jordi Pujol i Soley.

Los investigadores aseguran que el botín amasado en Andorra entre 1990 y 2012 ascendió a 47 millones de euros, de los cuales 30 fueron ingresados en metálico. En España no se asistía a embustes tan groseros desde que el padre de Amedo dijo que la fortuna que escondía el comisario de los GAL provenía de sus ahorros ocultos bajo un ladrillo.

Que, como sostiene el juez instructor José de la Mata, los padres y los siete hijos han actuado como una "organización criminal" es algo que parece más evidente cada día que pasa. Sin embargo, que los Pujol se consideren pececillos pescados en una "expedition fishing" de la Audiencia Nacional es tan llamativo como que, con tales antecedentes, el bloque soberanista cierre filas con la estrategia victimista de la familia y de su heredero político, Artur Mas.

A la hora de explicar por qué es tan condescendiente una parte de la sociedad y de la clase política con el latrocinio institucionalizado durante décadas en Cataluña, resulta obligado recordar cómo tuvieron que luchar los policías del SUP para que se conociera la verdad sobre los Pujol. Y también cómo la mayoría de los medios que ahora compiten en publicar informaciones sobre el saqueo tachaban de "periodismo temerario" y de "acusaciones sin fundamento" las exclusivas que Esteban Urreiztieta y Eduardo Inda publicaron en EL MUNDO cuando estaba dirigido por Pedro J Ramírez.