De verdad que no es por chinchar, ni por apagarle las luces del traje a Mariano Rajoy, ni por desanimar esta prometedora euforia taurina de Angela Merkel, a ver si se va a aficionar como una nueva Ava Gardner y habrá que reabrir en su honor el Castellana Hilton… pero es que yo, gustándome cada vez más los toros, sí, pero la economía cada vez menos, en cuanto oigo florituras verbales o políticas enlazando lo uno con lo otro, me echo a temblar. Por dió, por dió… ¿ya nadie se acuerda de aquellos ufanos tiempos en que a Rodrigo Rato, por los pasillos del FMI, le llamaban "Matador Economy"? Y mira ahora.

La bella durmiente de la economía empieza a despertar. Eso es un hecho, le pese a quien le pese, empezando por la sufridísima clase media que es la que lleva todos estos amargos años tirando de la noria y del burro. Y empobreciéndose de una manera tan sutil como bestial. Sólo hay que viajar un poco, entrar en un gran centro comercial de cualquier país medio normal de Asia y darse cuenta de que los occidentales empezamos a ser como elefantes de yeso camuflados en una ristra de elefantes de alabastro. Nos creemos ricos sin serlo, superiores ya ni se sabe a quién o por qué, muertos de hambre con pedigrí hurgándonos con un palillo de hidalgo del Lazarillo la dentadura monda y lironda. Si es que dientes nos quedan después de impuestos.

La economía despega pero para ello ha habido que soltar mucho lastre y muchísima ilusión. Y tampoco se crean que esto es o va a ser en breve el vuelo majestuoso del Ave Fénix. De aquí al 20-D, espérense más bien que el avión vaya dando tumbos y revolcones como aquel en que huían todas las gallinas de la granja de la película Chicken Run… Si Rajoy salva su espantado gallinero, será por la mínima y aceptando la entrada en liza de algún gallo más joven, más fino y con la cresta menos colorada por la corrupción.

Yo también quiero que todo se arregle y que haya paz en Siria y poder soñar con la jubilación sin necesidad de estar bajo la influencia de las drogas y tener un millón de amigos y una casita en Canadá. Pero sobre todo, sobre todo, sobre todo, lo que quiero es que no tengamos que pagar y apencar siempre los mismos, ni tan pobres como para que nos alcance el último taparrabos de la socialdemocracia, ni tan ricos como para poder mandar a Montoro a la porra.

Yo lo que digo es que para arreglarlo todo con mi dinero, tampoco hacía ni hace falta ser del PP, ni un genio. ¿Para cuándo un poquito de imaginación al poder?