Se le traba el verbo en una dicción con gases, y se pierde en el silogismo simplón cuando cíclicamente le vienen los arreones de estadista con pachorra. Y sin embargo Mariano Rajoy va ganando tiempo al tiempo, olvido a aquellos sms, mientras que arroja a su Brunete del vacío a dar la batalla de la nada contra un mundo que iba en serio, un mundo que es más complejo que una tarde de humo en el casino de Pontevedra.

Desde que le recomendaron que saliera un poco más del cascarón de las cifras coloreadas, del recurrente plasma, de donde fuera, se nos va a inaugurar un puente en Cádiz -o un túnel en Lugo, o un tren en León- para ventearse el tinte capilar hasta la patilla con los vientos de España: para airearse el coco después del trueno certero de Aznar, que lo va cercando entre la razón, el comunicado, y las verdades del barquero propaladas por las revistitas de las FAES. Y así en Guadarrama como en Washington.

Han querido vender modernidad en el Partido Popular, se les fue la corbata del traje, sí, y donde antes olía a Álvarez  Gómez ahora huele a talco y a Nenuco y a after shave con MBA, pero Rajoy evita -lo explicó el martes Ana I. Gracia en este periódico- que le coman la tostada en un debate a cuatro bandas. Si ha de salir en televisión, la idea es la de hacerle unas carantoñas a las hormigas de trapo de Soraya, mientras nos desgrana las mocedades aventureras de un registrador de la propiedad que quiere vender serenidad.

En el PP quieren reforzar la imagen de Rajoy cuando media bancada se ha reforzado a sí misma para el mañana -y en otros menesteres-: que puede ser que el 21-D amanezca naranja oscuro. En el PP la lucha perdida es la de mantener incólume a Rajoy, que ellos se han desgastado mucho por culpa de la herencia recibida y del de la gabardina y sus papeles.

Lo evidente es que Rajoy teme como a un dolor un debate con Rivera. La estrategia silente que llevan es un arriolismo de máximos: si Willy Toledo, un Durruti cabaretero, ha llegado a ser un referente intelectual para media España, Rajoy, por perfil bajo, tiene que quedar como Churchill si no se le pasea de aquí a diciembre por La Sexta.

El marianismo hasta diciembre será esto, ay dolor: campos de soledad, mustio Casado.