Cada vez que me viene la regla tomo conciencia de cuán sofisticada soy. Sepan señoras que no soy la única cosmopolita. Ustedes son exactamente iguales: hacemos todo lo posible para que tener la regla no sea un drama en vez de sufrir en silencio, cuando hay tribus que incluso apartan a las mujeres que menstrúan.

Pero nada, se empeñan en que la regla no sea lo que es: fundamentalmente un suplicio. ¿Acaso una sola de ustedes deja de comprar productos higiénicos femeninos (eufemismos que reventamos cada vez que preguntamos al reponedor que dónde están las compresas)? Me da lo mismo que usted sea física nuclear o ama de casa, puede comprarlas donde le dé la gana o incluso usar copa menstrual si es de las más rebeldes. Todas recurrimos al arsenal y a ser posible desechable un mínimo de cuatro días al mes para quitarnos de encima aquello. Lo que yo decía: ¡Unas exquisitas todas!

Y entonces no lo puedo remediar: con la regla me da por pensar en las próximas elecciones.

El mismo ministro de Hacienda que rebajó su IVA al 8% en 2002, lo subió al 10% en el 2012. Cristóbal Montoro, con Rajoy, se niega a rebajarlos al 4%, como el resto de esos productos de primera necesidad. Pagamos un 10% de IVA cuando compramos carne, cambiamos las gafas graduadas o arreglamos la cocina que la tenemos muy vieja. ¿O Fermín es de los que no les hace factura? El caso es que no dejar un reguerito de sangre a nuestro paso es poco menos que un caprichito de las nenas.

En ni un carrito de la compra que pertenezca a una familia con hembras de edades comprendidas entre los 13 y los 55 años falta ese catálogo que única y exclusivamente usamos las mujeres una media de 35 años a lo largo de nuestra vida. Sin haberlo elegido y sin poder impedirlo. Canto en los dientes: las francesas pagan aún más que nosotras. Hace apenas unos días, el congreso francés se negó a bajar ese IVA del 20% al 5,5%. Christian Eckert, secretario de Estado para el presupuesto nacional, argumentó que la espuma de afeitar masculina también tributaba al 20%.

Yo le habría lanzado desde mi escaño el tampón, lo juro.

Propongo a nuestros candidatos a la próximas elecciones generales, por ahora todos hombres hasta que la vicepresidenta no lo impida, que me miren a la cara y tengan el valor de decirme cuál es su propuesta para el 20-D respecto al IVA que plantean para todo mi arsenal higiénico mensual.

No vaya a ser que mis tampones sean el voto decisivo.