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Pepo & Co Mariano Gasparet

La tribuna

Un vasco: Cosme Damián Churruca

El autor glosa la figura del marino y militar español con motivo del 210 aniversario de su muerte en la batalla de Trafalgar, con la intención de presentar una "semblanza para la educación de la ciudadanía".  

21 octubre, 2015 01:26

Cuando en sus Consideraciones sobre el gobierno de Polonia Juan Jacobo Rousseau acomete la empresa de determinar qué debe aprender un niño polaco para llegar a ser un buen ciudadano, dice algo que he considerado muchas veces:

"Quiero que aprendiendo a leer, lea cosas de su país; que a los diez años conozca todas las producciones, a los doce todas las provincias, todos los caminos, todas las ciudades; que a los quince sepa toda la historia; a los dieciséis todas las leyes: que no haya habido en toda Polonia una acción bella ni un hombre ilustre del que no tenga la memoria y el corazón plenos".

Hoy, cuando se cumple un nuevo aniversario de la muerte de este soldado vasco, quiero guardar en la memoria las hermosas acciones de este hombre ilustre. Churruca era un marino de la Armada Española. Un vasco de Motrico. El retrato que se conserva de él en el Museo Naval de Madrid nos muestra a un hombre joven que luce con elegancia el uniforme militar. Su rostro no es el de alguien endurecido por el ejercicio de las armas. El semblante es el de un intelectual.

Su mirada es clara. El ademán, sereno. El porte deja entrever la elevación de su espíritu. Al verlo me han venido a la cabeza las palabras de Ortega y Gasset al contemplar el enterramiento de don Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza:

"Este mozo —decía— es guerrero de oficio: lleva cota de malla y piezas de arnés cubren su pecho y sus piernas. No obstante […] las mejillas descarnadas y las pupilas intensamente recogidas declaran sus hábitos intelectuales. Este hombre parece más de pluma que de espada".

Unos meses antes de que ocurrieran los hechos que le llevaron a la muerte se había casado con María Dolores Ruiz de Apodaca, a quien no podemos imaginar sino a la medida del hombre al que sin duda amó tanto.

Qué hermosa descripción de su figura hace Galdós en Trafalgar: "Era un hombre como de cuarenta y cinco años, de semblante hermoso y afable, con tal expresión de tristeza, que era imposible verle sin sentir irresistible inclinación a amarle. […] Aquel hombre tenía tanto corazón como inteligencia. Era Churruca".

Algún apunte biográfico muestra bien los logros de sus investigaciones científicas en el campo de la cartografía, de la astronomía o de la balística, realizados en una América que todavía era española. Su temperamento le llevaba hacia el quehacer intelectual que fue reconocido en los círculos académicos de Francia e Inglaterra. Pero mantuvo siempre en su espíritu esa devoción por la grandeza de las armas.

¡Cuántos motivos para ser imitado! Dicen sus biógrafos que, "ascendido a capitán de navío, en 1799 fue nombrado comandante del Conquistador, cuya tripulación tenía una mala fama bien ganada por su indisciplina y falta de preparación. En pocos meses, Churruca consiguió que pudiera ser considerada un modelo de laboriosidad y patriotismo".

Admira su sobriedad: "El uniforme del héroe —dice Galdós en Trafalgar por boca de Gabrielillo— demostraba, sin ser viejo ni raído, algunos años de honroso servicio. Después, cuando le oí decir, por cierto sin tono de queja, que el Gobierno le debía nueve pagas, me expliqué aquel deterioro".

¡Qué sentido de la disciplina militar el suyo!: "Saldremos, si se empeña Villeneuve, pero si los resultados son desastrosos, quedará consignada para descargo nuestro la oposición que hemos hecho al insensato proyecto del jefe de la escuadra combinada".

Herido ya de muerte, el Gabrielillo de Galdós nos cuenta: "Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo mutilado, cuyas postreras palpitaciones se extinguían segundo a segundo […] Churruca en el paroxismo de su agonía, mandaba clavar la bandera y que no se rindiera el navío mientras él viviese. El plazo no podía menos de ser desgraciadamente muy corto, porque Churruca se moría a toda prisa, y cuantos le asistíamos nos asombrábamos de que alentara todavía un cuerpo en tal estado; y era que le conservaba así la fuerza del espíritu, apegado con irresistible empeño a la vida, porque para él en aquella ocasión vivir era un deber".

Las investigaciones históricas han confirmado la narración de Galdós sobre lo acontecido después de su muerte: "Ante el cadáver del malogrado Churruca, los ingleses que le conocían por la fama de su valor y entendimiento, mostraron gran pena. Luego dispusieron que las exequias se hicieran formando la tropa y marinería inglesa al lado de la española, y en todos sus actos se mostraron caballeros, magnánimos y generosos".

¡Ha muerto Churruca! ¿Ha muerto Churruca? Mirad, ocurre en Motrico. Es la tarde de un 21 de octubre —quizás de este mismo año—, en que se cumple un nuevo aniversario de la muerte del marino vasco. Un muchacho corre con tanto corazón como cabeza hacia un saliente rocoso desde donde contempla muchas tardes el brumoso mar de una tierra por tantos motivos tan querida. Y desde allí sueña con la claridad salada de otro mar donde todavía se puede ser héroe.

***Juan Andrés Muñoz Arnau es Profesor Titular de Derecho Constitucional.

***Cosme Damián Churruca nació el 27 de septiembre de 1761 en Motrico y murió en la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805.

Cristian Campos miércoles

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