Arde el PP y mientras, Rajoy se fuma un puro reclinado en el sofá de Moncloa. Cristóbal Montoro -¿será realmente tan ingenuo como aparece en El Mundo?- indigna a sus compañeros con sus incendiarias e ingenuas declaraciones.

Más al norte, la atractiva Arantza Quiroga hunde al PP vasco y aturde al de Génova con su sonoro portazo. El ruido, ensordecedor como el de un explosivo detonado con TNT y nitrato amónico, sólo lo oye la oposición: Mariano está demasiado ocupado.

Por suerte, y en pleno derroche imaginativo, igual que se le ocurrió tapar el destierro forzado de Ana Mato se le ha ocurrido resguardarse de la huida de Quiroga: con Alfonso Alonso.

En la capital, Cayetana Álvarez de Toledo critica la pasividad de su presidente ante la debacle que ya se intuye. Tampoco debería sorprender: si no se calló cuando Rajoy citó a 600 cargos del PP en la Junta Directiva Nacional y no dejó hablar a nadie más, imaginando en un discurso autocomplaciente una España que sólo él veía, ¿iba la marquesa rebelde a reprimirse ahora?

Juan Vicente Herrera, todo un seguro para el PP en Castilla y León, uno de los cada vez más escasos feudos populares, se siente abandonado. Y lo revela a la Prensa. Granados, desde la cárcel, se confiesa a EL ESPAÑOL, y tampoco ayuda.

Aznar ya lo ha advertido: van cinco avisos. Pero más que reacciones, el expresidente sólo ha cosechado severas críticas.

Se desmorona el PP, sí, y en esa misma medida crece Ciudadanos. La inacción del presidente contrasta con la ubicuidad del verdadero ganador de las elecciones catalanas. Rivera ya se jacta de sus acuerdos con el PSOE al sur de Despeñaperros, y entra el PP en modo pánico.

Y mientras, Rajoy con el Marca sobre la mesa. A dos meses de las elecciones más trascendentes en décadas, con el bipartidismo en la UCI y el PP alejado de la realidad, esquizofrénico, el tiempo para la regeneración se acaba.

Los populares pierden por goleada a sólo unos minutos del final del partido. No tienen banquillo y el entrenador, con su puro entre los dedos, sólo pide calma.

Si nada de esto inyecta algo de sangre en Rajoy, al menos debería hacerlo la inaudita portada de ABC, que expresaba ayer la urgencia de un golpe de timón en el PP. Pero, al parecer, ni la biblia popular le cambia el paso al presidente: con su puro humeante se dirige, directo, hacia un desplome sin parangón el 20-D. Arde el PP mientras Rajoy fuma, tranquilo, su habano.