Viajes

Atunes como torpedos en el mercado de Tsukiji

En el corazón de Tokio, el mayor mercado de pescado del globo tiene los días contados.

27 mayo, 2016 19:03
Luis Davilla Elena del Amo

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Anguilas serpenteando en los barreños y atunes de Barbate rígidos como torpedos, esparcidos por un suelo encharcado a pesar de que se pagarán por ellos cifras indecentes, aguardan junto a un barullo de cajas de poliespán que contienen peces de todas las formas y colores, crustáceos nunca vistos de un aire inquietante, y así hasta cerca de 3.000 toneladas de pescados y mariscos llegados de medio mundo. Muy cerca del elegante barrio de Ginza, el mercado de Tsukiji abrió hace casi un siglo, poco después de que el terremoto de 1923 destrozara Tokio. En noviembre –aseguran que no tanto por su estado decrépito como por las obras de las Olimpiadas de 2020– será trasladado a la zona menos céntrica de Toyosu. Hasta entonces seguirá dando de comer a la capital del sol naciente y, ante la perplejidad de las hordas de extranjeros que se acercan a admirar el espectáculo, poniendo patas arriba más de un tópico.

El primero y quizá más desconcertante es que, a diferencia de cualquier otro lugar de esta ciudad impoluta y tecnológicamente a la última, su vientre no es precisamente un lugar fashion. Ni siquiera limpio y ordenado. Pero, bajo esa superficie medio cutre de película nipona en blanco y negro, todo bajo sus húmedos y oscuros hangares funciona como un tiro.

Normalmente hay que llegar sobre las tres de la madrugada si se quiere coger turno para asistir un par de horas después a la subasta en la que, en una ocasión, un atún rojo llegó a superar la friolera de un millón de euros. Hasta nueva orden, alegando cuestiones de salubridad, ésta queda ahora reservada a los profesionales. Aun así, seguirá tocando madrugar para sacarle el jugo al mayor mercado mayorista de pescado y productos marinos del planeta.

Hacia las siete, terminada la puja, un ejército de camiones sale de Tsukiji con miles de atunes en sus cámaras rumbo a su destino. Muchísimos, sin embargo, acabarán en el anexo Jogai Shijo o mercado exterior, ya del todo público, para surtir a los minoristas y a los dueños de los restaurantes que a partir de esa hora vienen a hacer la compra del día. Con la precisión de un samurái con botas de agua, hombres de cuchillos larguísimos trocean aquí cada ejemplar. Otros se emplean con una especie de motosierra y los más tradicionales le sacan las tripas a cualquier bicho con unos ganchos de película de terror ante el pasmo de las multitudes de curiosos que sortean como pueden los minivehículos que trajinan aquí y allá con cajas y más cajas de cangrejos, ostras, pargos, dorados, o desde la más humilde entre las sardinas hasta el caviar más prohibitivo, amén de frutas y verduras que, claro, llaman menos la atención.

Al mirón se le tolera, pero la prioridad absoluta es de los trabajadores y sus carretillas a toda velocidad, capaces de embestirle a uno a poco que se despiste. De ahí que, muy a la japonesa, tanto en la web de Tsukiji como en los folletos a disposición se cuiden muy mucho de advertírselo a los visitantes, así como de recordarles que tocar los alimentos queda rigurosamente prohibido, o que tratar de regatear puede ofender al tendero y compartir platos no es una buena idea cuando los restaurantes andan a rebosar a la hora punta.

Porque entre los cientos de puestos del mercado y sus alrededores afloran también infinidad de restaurantes diminutos con lujo igual a cero, pero donde se sirve un sushi de escándalo. Probablemente, además, el más barato de Tokio. Será, eso sí, para desayunar o para un aperitivo tempranero si se conservan los horarios patrios. Y es que, antes incluso del mediodía, las camionetas y mangueras comienzan a retirar de las esquinas todo rastro de plásticos, de escamas y vísceras sanguinolentas, y a la una Tsukiji cierra hasta la madrugada siguiente. En noviembre lo hará para siempre, al menos la zona de las subastas. Dicen que el nuevo mercado de Toyosu será el doble de grande, pero difícilmente tendrá ni la mitad de gracia.

Guía práctica

Cómo llegar

Iberia empezará a operar a partir del 18 de octubre tres vuelos semanales directos entre Madrid y Tokio, con precios de lanzamiento a partir de unos 650 € ida y vuelta. Con una escala, también las conexiones a buen precio de compañías como Emirates o Turkish Airlines.

Cómo moverse

Aunque intimida de entrada porque casi todos los carteles están exclusivamente en japonés, el metro es la mejor manera de moverse por Tokio y ahorrarse los atascos que se forman a la hora punta en las zonas más transitadas. La parada de Tsukiji queda muy cerca del mercado. A pesar de su fama de ciudad cara, Tokio puede no serlo especialmente si se toman ciertas precauciones. Coger un taxi de vez en cuando tampoco descabalará el presupuesto de quienes se pueden permitir un viaje a Japón.

Dónde dormir

A través de la Japan Hotel Association pueden localizarse alojamientos en Tokio en función de la zona deseada, el precio que se esté dispuesto a pagar e incluso el tipo de establecimiento, incluidos los ryokan u hoteles de estilo japonés. Muchos de ellos figuran en Ryokan, con precios que parten de uno 40 €. Uno muy céntrico, en el barrio de Asakusa, es el Sadachiyo, con baño privado en cada habitación y también baños tradicionales comunes donde relajarse tras un día explorando la ciudad. Para un exceso, el Park Hyatt, el cinco estrellas del barrio de Shinjuku en el que se rodó Lost in translation.

Dónde comer

Sin falta alguna mañana, en cualquiera de los diminutos restaurantes del mercado de Tsukiji y sus alrededores con, entre muchas otras especialidades, el sushi –nigiris, makis…– y pescado más barato de la ciudad.

Más información

En Turismo de Tokio, con sus contenidos traducidos al castellano, y Turismo de Japón.