Esta mañana, la mayoría de los vehículos que me rodeaban en mi entrada a Madrid circulaban a setenta kilómetros por hora, lo que daba lugar a un paisaje extraño, como a cámara lenta. El que ignoraba la limitación recibía miradas de desaprobación, gestos airados o incluso pitidos de otros conductores. Resulta curioso constatar que una medida tomada por razones medioambientales se respeta, aparentemente, de mejor grado que una simple prohibición administrativa, o incluso que otra que trate supuestamente de velar por nuestra seguridad.

En realidad, esas medidas, como la prohibición de aparcar en el centro, son más importantes por su efecto disuasorio que por la propia reducción de emisiones. La gran verdad es que la combinación del crecimiento de las ciudades con la era de los vehículos de combustión interna se ha convertido en insostenible. En Estados Unidos, estos vehículos ya se califican con sorna como de la "ICE age", aludiendo al acrónimo ICE (Internal Combustion Engine, o motor de combustión interna) y a las glaciaciones, la última de las cuales tuvo lugar en el Pleistoceno. El vehículo eléctrico aún está lejos de ofrecer una combinación de precios y prestaciones competitiva, pero se perfila como el claro sucesor, con cada vez más marcas apostando por su desarrollo, y su líder tecnológico, Tesla, ofreciendo su portfolio de patentes y tecnologías en abierto para su uso por otras marcas, contribuye a ello con valentía.

Pese a lo que algunos pretenden hacer creer esparciendo dudas sobre el proceso de generación de la electricidad y el uso de combustibles fósiles, los vehículos eléctricos son inmensamente más ecológicos que los de combustión interna, además de ofrecer unas prestaciones sensiblemente mejores debido al hecho de que entregan la totalidad del par motor desde el primer momento en que es solicitada la potencia. Si prueba uno de los Smart eléctricos que Car2Go ofrece en Madrid desde hace tres semanas, le sorprenderá precisamente eso: su aceleración.

Pero es más que posible que lo que ocurra no sea simplemente un fenómeno de sustitución de vehículos de combustión interna por vehículos eléctricos, sino algo más profundo. Un automóvil es, sin duda, una de nuestras posesiones más ineficientes: se deprecia un 40% nada más salir del concesionario, y se pasa como media un 90% del tiempo inactivo, aparcado en la calle o en un garaje. ¿Realmente queremos seguir contando con un automóvil entre nuestras posesiones? ¿O lo plantearemos mejor como un servicio? El símbolo de toda una era, el automóvil, podría pasar a la historia. Vienen nuevos tiempos.