Trump cumple 100 días con la popularidad a mínimos históricos.

Trump cumple 100 días con la popularidad a mínimos históricos. Jonathan Ernst Reuters

EEUU

Así ha cambiado Estados Unidos en sólo 100 días con Donald Trump

El presidente sobrepasa la marca con la popularidad por los suelos. Pero sus seguidores no dudarían en votarle otra vez. 

29 abril, 2017 01:43

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Gettysburg (Pensilvania), escenario en 1863 del histórico discurso que Abraham Lincoln pronunció tras la batalla que cambió el rumbo de la Guerra Civil estadounidense, acogió a finales de octubre un mitin del entonces candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump.

Faltaban escasas semanas para las elecciones y las encuestas pronosticaban una derrota inevitable del magnate inmobiliario. Hoy sobra decir que se equivocaban. “No soy político y nunca quise serlo”, exclamó Trump. “Pero cuando vi los problemas que atraviesa este país, supe que no podía quedarme mirando sin hacer nada durante mucho más tiempo. Nuestro país ha sido tan bueno conmigo... amo a nuestro país y sentí que tenía que actuar”.

Durante su intervención Trump presentó al electorado su “Contrato con el votante estadounidense”, un ambicioso plan para sus primeros 100 días en la Casa Blanca que se comprometía a cumplir con rigor. Entre otras cuestiones, el “contrato” incluía derogar y sustituir la reforma sanitaria de Barack Obama, bautizada popularmente como Obamacare, o conseguir financiación para erigir un muro en la frontera con México.

Este sábado se cumplen los primeros 100 días de Trump al frente del país, una marca usada a modo de barómetro de las capacidades de un nuevo presidente, y al mandatario le cuesta contar las promesas que ha logrado hacer realidad. Algunas las ha cumplido a rajatabla, pero muchas están aún lejos de materializarse.

“¡No importa cuánto consiga durante el ridículo estándar de los primeros 100 días, y ha sido mucho (inclusive S.C.): los medios lo matarán!”, tuiteó en el día 92 de su mandato refiriéndose al hecho de que el Senado confirmara a su candidato a ocupar la vacante en el Tribunal Supremo, posiblemente su mayor logro como presidente.

Pese a sus recientes declaraciones, el presidente ha pisado el acelerador para anotarse la mayor cantidad de tantos posible durante este periodo y ha dedicado un apartado de la página web de la Casa Blanca a proclamarlos, lo que señala que es crucial para él.

“[Trump] ha sido exactamente su peor enemigo al crear expectativas que se vuelven contra él”, afirma Robert Y. Shapiro, experto en política estadounidense de la neoyorquina Columbia University, que opina que lo que le debe importar al mandatario es el estado de su presidencia en 2020, cuando el país celebre de nuevo elecciones generales.

¿LA ADMINISTRACIÓN MÁS EFECTIVA?

“Ninguna otra Administración ha conseguido tanto en los primeros 90 días”, aseguró Trump la semana pasada en Wisconsin, uno de los estados del Medio Oeste americano que le otorgaron la victoria en las elecciones. La afirmación era, cuando menos, atrevida.

En los pasados 100 días Trump ha firmado una treintena de órdenes ejecutivas, aparte de memorandos y otras acciones presidenciales. También ha rubricado otra treintena de medidas legislativas. Sin embargo, Trump no ha logrado aprobar ninguna ley de calado aun con el Congreso bajo dominio republicano.

Franklin D. Roosevelt, que tomó las riendas con un país sumido en una profunda depresión tras el Crac del 29, es visto como el presidente que más consiguió en sus primeros 100 días. Pero “las comparaciones con Roosevelt son injustas”, sostiene Shapiro, debido a las extraordinarias circunstancias en que se encontraba el país cuando llegó al poder.

Comparado con su antecesor inmediato, sin embargo, Trump se ha quedado rezagado en hitos legislativos.

En sus primeros 100 días al mando, Barack Obama, que entró en la Casa Blanca en la cresta de la Gran Recesión y con un Congreso controlado por los demócratas, impulsó un paquete de estímulo económico de 787.000 millones de dólares y firmó una ley contra la brecha salarial de género. “Ahí Obama tuvo claramente mucho más éxito”, señala Shapiro.

Trump, por su parte, sufrió un embarazoso golpe el mes pasado al tener que retirar su plan de reforma sanitaria antes de que fuera tumbado por la propia bancada republicana en la Cámara de Representantes.

El proyecto de ley impulsado por los líderes republicanos con el respaldo de la Casa Blanca hubiera dejado a 24 millones de estadounidenses sin seguro médico y reducido el déficit público en 337.000 millones en los próximos diez años, según los cálculos de la Oficina Presupuestaria del Congreso.

La propuesta no satisfizo a los republicanos más moderados ni -especialmente- a aquellos más conservadores, que veían en el nuevo proyecto excesivas reminiscencias de Obamacare. Éste no es el final de la historia”, alertó tras la derrota simbólica el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan. “Tenemos que hacerlo mejor y lo haremos”.

Esta semana las esperanzas de dar un nuevo empujón a la reforma sanitaria antes de sobrepasar la marca de los 100 días se esfumaron, ya que las últimas modificaciones no terminaban de convencer a los congresistas republicanos y la iniciativa amenazaba con provocar un cierre del Gobierno.

El Congreso dio este viernes el visto bueno a mantener la Administración financiada una semana más mientras negocia un acuerdo a largo plazo. De no aprobar la medida, el Gobierno hubiera tenido que suspender servicios públicos no esenciales, como ocurrió en 2013 por falta de consenso.

Ante el riesgo de un corte en los servicios públicos, Trump también renunció esta semana a conseguir financiación para iniciar la construcción de un muro en la frontera con México, una de sus promesas estrella. Aunque el presidente ha prometido probar suerte más adelante. “No dejes que los medios deshonestos te digan que he cambiado de parecer respecto al MURO. Será construido y ayudará a parar las drogas, la trata de blancas, etc.”, tuiteó el martes.

DESMONTANDO EL LEGADO OBAMA

A golpe de orden ejecutiva, Trump ha intentado cumplir múltiples promesas, pero sus esfuerzos han caído a veces en saco roto.

Una semana después de asumir el cargo Trump firmó un decreto que prohibía la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana durante 90 días; suspendía la acogida de refugiados durante cuatro meses en general y de manera indefinida para los sirios; y prometía trato prioritario a los cristianos.

La medida, acusada de ser un veto de facto a los musulmanes, generó caos aeroportuario y una ola de indignación dentro y fuera de las fronteras de Estados Unidos. También despertó una ofensiva legal por múltiples flancos que acabó congelando la orden ejecutiva.

Negándose a tirar la toalla, Trump volvió a la carga en marzo con un veto migratorio revisado que excluía a Irak -uno de los principales aliados de EEUU en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico- y dejaba un margen de dos semanas antes de entrar en vigor. Una vez más la iniciativa naufragó en los tribunales.

Asimismo, el propósito de Trump de cortar financiación a las llamadas “ciudades santuario” que no colaboran con las autoridades migratorias se vio frenado esta semana por un juez federal.

Con todo, la llegada del republicano parece haber desalentado la inmigración ilegal a través de la frontera sur. El número de aprehensiones fronterizas ha decaído más de un 60% este año, lo que supone una victoria a los ojos de los votantes de Trump, quien ha ordenado a su Administración que aplique las leyes migratorias con mano de hierro.

Habiendo recibido una economía con menos del 5% de paro de Obama, Trump celebró la creación de más de 200.000 empleos en febrero como un triunfo personal. En marzo, sin embargo, la cifra de trabajos generados fue más modesta: algo menos de 100.000. Una noticia menos sabrosa para un líder que promete devolver empleos a EEUU con una política comercial proteccionista, desregularización gubernamental y una bajada de impuestos radical.

Trump ha empezado a poner en práctica sus recetas para hacer “EEUU grande de nuevo”. Ha sacado a EEUU Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP, por sus siglas en inglés), como dijo en campaña, y ha acordado renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá.

Esta semana también ha desvelado los principios de “la mayor rebaja fiscal de la historia de EEUU” que incluye una bajada de 20 puntos del impuesto de sociedades, una reducción de los tramos del IRPF de siete a tres y la aplicación de un gravamen único para repatriar dinero que las multinacionales mantienen en el exterior.

Aunque los republicanos han afirmado que dichos principios constituirán las directrices de su reforma fiscal, la posibilidad de que el plan de Trump dispare el déficit arroja sombras sobre su viabilidad.

Respecto al cambio climático, el mes pasado Trump firmó una orden ejecutiva que ordenaba a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) revisar el Plan de Energía Limpia de Obama, la medida insignia del demócrata para limitar las emisiones de carbono, y levantaba restricciones a la industria del carbón.

Pero tal vez el mayor logro de Trump en estos 100 días haya sido la confirmación de su candidato al Tribunal Supremo, el conservador Neil Gorsuch. Gorsuch ocupó la vacante vitalicia dejada por el difunto Antonin Scalia, un convencido originalista, devolviendo una mayoría de magistrados nombrados por presidentes republicanos al tribunal.

No esta claro que su incorporación vaya a empujar a la corte radicalmente hacia la derecha, principalmente porque el juez republicano Anthony Kennedy puede ponerse del lado progresista en cuestiones de libertades sociales.

La aprobación de Gorsuch sí ha supuesto un cambio importante en el Senado. Para poder confirmarlo por mayoría simple, los republicanos modificaron las reglas de la institución de manera que ya no sea necesario un consenso. Esto abre la puerta a que se nombren candidatos de ideologías extremas al Supremo, una jugada que puede costar caro al Partido Republicano en el futuro si se ve en minoría.

EL MUNDO SEGÚN TRUMP

En política exterior, Trump ha moderado su discurso hacia China y adoptado una actitud de tipo duro ante Siria o Corea del Norte. Sin embargo, las palabras y acciones de su Administración también han sembrado confusión acerca de cuáles son las verdaderas líneas de su estrategia.

Después de indicar que la remoción de Bachar al Asad ya no era prioritaria, la Administración Trump tomó un sorpresivo cambio de dirección al disparar 59 misiles contra una base siria a principios de mes en represalia por un supuesto ataque químico atribuido a Damasco que dejó decenas de muertos en el norte de Siria.

Las declaraciones del Gobierno durante esos días parecían contradecirse constantemente, desde un “el papel de Asad en el futuro es incierto” a “nuestra prioridad es derrotar primero al Estado Islámico”.

Trump dio la orden de disparar cuando acogía en Florida al presidente chino Xi Jinping, que se quedó perplejo, según relató el anfitrión en una entrevista tras la cumbre.

La promesa de Trump de denominar a China como manipulador de divisas ha dado paso a palabras amables entre los dos líderes, que han acordado colaborar para frenar la amenaza nuclear norcoreana.

De hecho, Corea del Norte está siendo otro de los platos fuertes de la presidencia de Trump. La tensión entre Washington y Pionyang no ha dejado de escalar en las últimas semanas.

Cabe mencionar que, en medio del cruce de amenazas, el republicano vivió una situación embarazosa al afirmar que una “armada” estadounidense se dirigía a la península de Corea cuando en realidad navegaba en dirección opuesta.

En el último capítulo de la crisis, el líder de EEUU alertó el jueves de que un “gran conflicto” podía estallar con el régimen de Kim Jong-un, aunque matizó que prefería resolver las cosas por la vía diplomática.

El secretario de Estado, Rex Tillerson, indicó que EEUU estaría dispuesto a dialogar directamente con Corea del Norte siempre que el régimen estuviera dispuesto a negociar la eliminación de su arsenal nuclear.

Respecto a Irán, EEUU ha certificado que la república islámica está cumpliendo los términos del acuerdo nuclear forjado en 2015, pero el nuevo presidente ha ordenado la revisión del pacto para determinar si sirve sus intereses.

Durante la visita del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, a Washington, Trump sugirió que EEUU podría dejar de respaldar la solución de los dos Estados para poner fin el conflicto palestino-israelí, considerada como la única solución viable por las anteriores Administraciones y la comunidad internacional.

Mientras, las relaciones entre Washington y Moscú han empeorado con Trump, según dijo el presidente ruso, Vladímir Putin, después de que EEUU atacara a su aliado Asad. Asimismo, Trump, que mantuvo un encuentro amargo con la canciller alemana, Angela Merkel, ha reafirmado su compromiso con la OTAN alegando que la alianza transatlántica “ya no es obsoleta”.

EL ESCÁNDALO RUSO

Aunque Putin ha señalado que las relaciones con EEUU han empeorado, la sombra del Kremlin oscurece Washington.

El FBI ha confirmado que investiga los contactos de la campaña de Trump con Rusia como parte de sus pesquisas sobre la supuesta injerencia de Moscú en las elecciones presidenciales para que el aspirante republicano saliera elegido. Por su parte, el Congreso también investiga la influencia del Kremlin.

El escándalo ruso ya ha hecho mellas en la nueva Administración. Poco después de la investidura de Trump, su primer asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, tuvo que dimitir por mentir sobre sus contactos con el embajador ruso en Washington, con quien discutió las sanciones impuestas contra Moscú por Obama en la recta final de su mandato. El Pentágono también investiga ahora a Flynn por cobrar dinero de Rusia y Turquía.

Jeff Sessions, el nuevo fiscal general, se ha tenido que recusar de toda investigación sobre la injerencia rusa tras descubrirse que ocultó al Senado que se había reunido durante la campaña con el embajador ruso.

Trump no ha conseguido sacudirse esta polémica, que arrastra desde antes de su ingreso a la Casa Blanca. Ya investido, el presidente llegó a afirmar que su antecesor había pinchado sus comunicaciones durante la campaña electoral, una acusación que el FBI desestimó.

El escándalo ruso ha generado verdadera fricción entre Trump y los servicios de Inteligencia, así como los medios de comunicación. Trump ha acusado a los medios de difundir “noticias falsas” y ser la “oposición” política y llegó a excluir a múltiples cabeceras reputadas de un encuentro de prensa en la Casa Blanca a modo de protesta.

Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha bajado dos puestos a EEUU en su ránking de libertad de prensa alegando, entre otras cuestiones, que la elección de Trump “ha precipitado la caza a los periodistas”.

ESCASA POPULARIDAD, MUCHA LEALTAD

Trump alcanza sus 100 días como presidente número 45 de los Estados Unidos con el peor nivel de aprobación en décadas. Según un promedio de sondeos realizado por FiveThirtyEight, el 52% de los estadounidenses desaprueban su gestión.

Su nivel de popularidad a estas alturas de su presidencia es más bajo que el de cualquier otro mandatario hasta al menos Harry S. Truman, que llegó al poder en 1945, según el citado análisis.

Una encuesta de The Washington Post/ABC News sugiere que la mayoría de los estadounidenses están de acuerdo con la idea del mandatario de presionar a las compañías patrias para que mantengan puestos de trabajo en EEUU. Sin embargo, no están de acuerdo con que coloque a su familia en el Gobierno y consideran que no entiende las necesidades de la sociedad estadounidense.

Entre sus seguidores, sin embargo, la lealtad es notable. El 96% de los que votaron por él considera que tomó la decisión correcta.

Es el caso de Denise Galvez, que fundó el grupo Latinas por Trump para hacer campaña por el aspirante republicano. De poder retroceder en el tiempo, esta empresaria volvería a votar de la misma manera.

Hasta ahora ha hecho el trabajo muy bien, señala Galvez al teléfono. Ella destaca la política exterior del presidente, la bajada de la inmigración ilegal o la confirmación de un juez conservador al Supremo entre los mayores logros del presidente republicano.

Galvez admite que le preocupan la impulsividad del presidente y el rumbo que puede tomar la economía dada su falta de experiencia política. Sin embargo, asegura que Trump “escucha” y aprende a medida que avanza su mandato. “Yo siempre lo he apoyado, porque creo que la intención de él es buena”, zanja.

Por ahora, Trump reconoce que ser presidente es más difícil de lo que había imaginado. “Esto es más trabajo que mi antigua vida”, dijo en una entrevista con Reuters. “Pensé que sería más fácil”.