Nueva York se propone cubrir la matrícula de los estudiantes menos pudientes.

Nueva York se propone cubrir la matrícula de los estudiantes menos pudientes. L.Jackson Reuters

EEUU

Nueva York experimenta con la primera universidad pública de EEUU

El estado gastará 164 millones para financiar a miles de estudiantes pero prohíbe la fuga de cerebros.

1 mayo, 2017 01:05
Washington DC

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En EEUU asistir a la universidad supone un desembolso económico que, incluso optando por campus públicos, obliga a muchos estudiantes a hipotecarse durante décadas. El estado de Nueva York acaba de dar un paso para cambiar este modelo y hacer la educación más asequible, aunque sin llegar a los cánones europeos.

Sin embargo, ante la enorme inversión de fondos públicos que conllevará esta medida, también se han impuesto condiciones para blindarse frente una eventual fuga de cerebros, obligando a los beneficiados a residir y trabajar en este territorio tantos años como cursos se haya percibido la ayuda pública.

La medida genera debate en un país donde la educación superior es un lujo para muchos, pero donde la movilidad geográfica forma parte del ADN de su mercado laboral.

El programa, además de coartar la libertad de movimiento de los futuros graduados, requerirá articular un complejo sistema burocrático para controlar la vivienda de los estudiantes ya que, entre otros requisitos, habrá que ser residente neoyorquino para acceder a este programa.

Los republicanos lograron que se introdujese esta condición durante el trámite legislativo de este proyecto demócrata. “¿Por qué los neoyorquinos deben pagar por la educación universitaria para que luego se muden a California?”, defendería luego el gobernador, Andrew Cuomo.

El acceso a la educación superior fue uno de los principales debates durante la pasada campaña electoral. Primero en las primarias demócratas, con Bernie Sanders pidiendo educación universal y gratuita al estilo europeo frente a una Hillary Clinton que quería centrar las ayudas en la población más desfavorecida. Y luego en la batalla presidencial, con un Donald Trump que no tenía en su agenda esta cuestión.

Pese a la victoria republicana y a que este asunto ha desaparecido de las prioridades de la Casa Blanca, el estado de Nueva York, con un gobierno demócrata, ha dado un primer paso sacando adelante una legislación que podría beneficiar a 940.000 familias con un coste de 163 millones de dólares al año. Otros estados progresistas podrían imitar la medida, aunque no todo el mundo lo ve así.

Kenneth F. Greene, profesor del departamento de Gobierno de la Universidad de Austin, Texas, avisa de que no todos los territorios disponen del presupuesto para afrontar un plan semejante. “Es una forma de ampliar el acceso de los jóvenes a la educación superior, pero creo que hay obstáculos significativos para que otros estados sigan el ejemplo”, dice a EL ESPAÑOL.

“El gobernador de Nueva York estima que el programa costará 163 millones de dólares y muchos analistas piensan que el gasto se disparará incluso más. En Texas, por ejemplo, se acaban de elaborar los presupuestos, que incluyen recortes en importantes programas sociales para las poblaciones vulnerables, menos caros que este plan de Nueva York. Añadir nuevos gastos como éste será políticamente difícil en muchos estados”, prosigue.

UNA EDUCACIÓN COSTOSA

Para hacerse una idea del impacto de la medida conviene saber cuánto vale ir a la universidad en EEUU. Según la organización College Board, el coste medio de la matrícula y tasas para el curso 2016-2017 fue de 33,480 dólares en las universidades privadas y de 9.650 dólares en las estatales y públicas, aunque esta cifra subía hasta los 24.930 si el estudiante no era residente en el respectivo estado. A esto hay que sumar el coste por habitación, que va de 10.440 a 11.890 dependiendo del campus, y los libros y otros servicios, unos 1.250 dólares. Y esto sólo por un año.

El plan de Nueva York cubriría la mayor parte de estos costes, introduciendo la enseñanza universitaria gratuita para titulaciones de dos a cuatro años a través de unas becas denominadas Excelsior. Dichas becas están incluidas en el proyecto de presupuesto de este estado y cubrirán los gastos de estudiantes que accedan a la Universidad Estatal de Nueva York, que cuenta con 64 campus y 1,3 millones de estudiantes.

Bernie Sanders acompañó al gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, durante la presentación de este programa, aunque este modelo no es exactamente el que el excandidato y senador por Vermont defendió durante la campaña electoral.

“Sanders decía que la universidad debería ser gratuita para todos los estadounidenses. El programa de Nueva York se aplica a familias que ganan menos de 100.000 dólares. Eso excluye a muchas familias que tienen más medios”, apunta Greene.

En efecto, este plan no trata de extender la universidad gratuita a todos los alumnos, sino para los estudiantes de familias cuyos ingresos no superan los 100.000 dólares al año, una cifra que aumentará hasta los 125.000 en 2019. Según los datos censales estatales, los ingresos medios por hogar en Nueva York son de 60.850 dólares anuales, por lo que pese a no ser universal, podría beneficiar a muchos residentes.

La existencia de ayudas públicas para universitarios no es ninguna novedad. En la última década, 85 estados y municipios han creado programas de becas, aunque ninguno tan amplio como éste. No obstante, este proyecto también tiene letra pequeña y algunos ya han advertido de ella.

El think tank de tendencia progresista Demos ha aplaudido el plan neoyorquino en un comunicado, pero ha alertado de que existe el riesgo de que el dinero acabe beneficiando a familias con ingresos más altos. El motivo es que se trata de un programa de último recurso, es decir, que sólo se podrá acceder después de haber solicitado y agotado otras ayudas como las becas federales, que van dirigidas a los estudiantes menos pudientes. De ahí que si esos otros fondos públicos ya cubren a las rentas más bajas, las becas Excelsior puedan acabar en manos de jóvenes no tan necesitados.

En esto coincide Kenneth F. Greene, que apunta que en la actualidad muchos alumnos ya disfrutan de algún subsidio. “En Austin alrededor del 53% de los estudiantes recibe algún tipo de ayuda financiera a través de becas y subvenciones”, señala. No obstante, recuerda que muchos de estos programas están también sufriendo recortes.

PROHIBIDO VIVIR EN NUEVA JERSEY

Otro inconveniente es que Nueva York no cubrirá todos los gastos paralelos como la residencia, el transporte o la alimentación, que en este estado son bastantes más elevados que en el resto del país. Además, los graduados no tendrán la opción de irse a vivir al otro lado del río, a Nueva Jersey, donde el coste de vida es menor, ya que esto incumpliría el requisito de residencia y convertiría la beca en un préstamo a devolver. Esto forzará a muchos estudiantes a trabajar durante el curso.

“El coste total de la universidad varía según los estados, los campus y si se es residente o no. Pero hay que tener en cuenta que los costos nominales no son los reales. Por ejemplo, nominalmente, para los residentes de Texas, la matrícula de pregrado va de 4.800 a 5.500 dólares por semestre. Sin embargo, los principales gastos para los residentes de Texas son alojamiento y comida si uno no vive en casa con los padres. Los residentes de fuera del estado pagan mucho más por la matrícula”, apunta este profesor.

APROBAR TODO POR CURSO

El tener que buscar una fuente de ingresos paralelos puede complicar el cumplimiento de otro de los requisitos de Excelsior: asistir a todas las clases y completar la carrera en el tiempo establecido obteniendo anualmente los créditos del curso que se estudia.

Sin embargo, quizá la condición que más debate está generando es la exigencia -una vez egresados- de trabajar en el estado de Nueva York tantos años como cursos se ha recibido la ayuda pública. En caso de que los beneficiarios opten por trasladarse a otro punto del país o a una nación extranjera, la ayuda de la que disfrutaron se convertirá automáticamente en un préstamo que deberán devolver.

Para el Gobierno de Nueva York, es una forma de rentabilizar esta inversión para los contribuyentes y de evitar situaciones como la de otros países donde los impuestos pagan la formación de un joven para que luego los frutos de su carrera se desarrollen en otro lugar. No obstante, este veto también choca con una de las claves del mundo laboral de los EEUU, la movilidad geográfica. El experimento arranca este otoño.