El 10 de mayo, el Día de las Madres en México, unos pistoleros acabaron con la existencia y la lucha de Miriam Rodríguez. Fue en San Fernando, en el estado norteño de Tamaulipas, en su hogar. Una hija de Rodríguez había desaparecido (se la llevaron) en 2012. Como líder del colectivo de Desaparecidos de San Fernando, con insistencia y perseverancia Rodríguez logró encontrar el cadáver de su descendiente en una fosa común, lo que llevó a la detención de 13 delincuentes.

Símbolo para los familiares que buscan desaparecidos por todo el país, el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, aseguró que Miriam Rodríguez no sería una estadística más. De momento, sin detenidos y con una recompensa de un millón de pesos por una pista que lleve a sus asesinos, es una de las al menos 11 personas que en los últimos tres años han acabado en el cementerio por buscar a sus desaparecidos.

“Yo a Miriam la conocía desde hace tres años, cuando empezamos a reunirnos las familias de desaparecidos en la Ciudad de México por una cuestión de seguridad y nos íbamos contando nuestras historias y qué nos había funcionado y qué no”, explica al teléfono Graciela Pérez, integrante de Comunidad Ciudadana en Búsqueda de Desaparecidos de Tamaulipas, “aunque ya había logrado encontrar los restos de su hija, seguía luchando y pidiendo justicia y ayudaba a muchas familias”. Este colectivo agrupa a 12 organizaciones, incluida la que Rodríguez lideraba.

Miriam Rodríguez, en una imagen de archivo

Miriam Rodríguez, en una imagen de archivo Efe

La historia de Pérez también es para no dormir. En 2012, el mismo año en el que desapareció la pequeña de Rodríguez, su hija de 13 años, su hermano de 53 y sus tres sobrinos adolescentes desaparecieron en el sur de Tamaulipas durante su regreso de EEUU, a dos horas de llegar a su casa en el estado limítrofe de San Luis Potosí. Al decir sus nombres -Milynali, Ignacio, Alexis, Jośe Arturo, Jesús- se le quiebra la voz -“No hago otra cosa que buscarla”; “Sólo vivo para encontrarla”; “Así me lleve la vida”; “Yo siempre creí que los iba a encontrar vivos hasta mi primer encuentro con una fosa clandestina”-.

El récord más macabro

Y son sólo algunos de los 5.500 desaparecidos de Tamaulipas, estado líder en esta lista macabra de 30.000 personas desaparecidas en todo México desde el inicio de la guerra contra el narco.

“Ella era una persona muy fuerte y también es verdad que la situación de omisiones hace que si antes no eras duro, te conviertes... aunque recibió mucho maltrato era solidaria”, recuerda Pérez, “era enérgica, constante, muy activa... todos la admirábamos, ya que San Fernando era una zona de guerra entre bandas. Aunque no lo quieren llamar así, todo Tamaulipas es zona de guerra, quienes vivimos aquí buscando a nuestros seres queridos lo hacemos sin seguridad”. Según ha publicado la prensa local, Rodríguez le dijo a un amigo hace menos de un mes: “Me van a matar un día, de eso no tengo dudas”. Había pedido, sin éxito, protección cuando uno de los asesinos de su hija se fugó de la cárcel el 18 de abril.

Estas fueron sus palabras 22 días antes de ser asesinada

El Estado siempre falla

En Tamaulipas, bañado por el golfo de México y frontera con Texas, el Gobierno federal puso en marcha en 2014 un plan para tratar de bajar los índices de violencia. Dividieron el Estado en cuatro zonas, cada una con su propia fiscalía, y aumentaron la presencia de efectivos y tecnología para tratar de desarticular los cárteles, las rutas de dinero, drogas y personas y bajar los índices delictivos. Tres años después, los narcotraficantes siguen al mando, los asesinatos se han disparado un 30% y los analistas califican la iniciativa como un fracaso.

Las otras víctimas

En lo que va de 2017 asesinaron en Jaslisco a Gerardo Corona, hermano de desaparecido. Degollaron en Tabasco a Enma Gabriela Molina, que logró recuperar vivos a sus hijos secuestrados. En Sonora, a Heriberto López, padre de desaparecido. Antes que ellos, en 2016, fueron José Jesús Jiménez en Jalisco y Cornelia Guevara en el estado de México. Anteriormente, en 2015, fueron Luis Abraham Cabada en Culiacán, Miguel Ángel Jiménez Blanco, Bernardo Carreto y Norma Angélica Bruno en Guerrero. Y aún antes, Sandra Luz Hernández durante el 2014 en Sinaloa, a la que tendieron una trampa prometiéndole información sobre su hijo desaparecido.

“Cuando una se mete y se involucra en la búsqueda de un familiar, no comienza buscando ni delincuentes, ni fosas clandestinas, ni campamentos... sino que buscas a tu hija”, explica Pérez, “y si quieres que vayan a buscar al fulano que sabes que estuvo involucrado y sabes donde está, tú tienes que ir con el operativo a ver cómo lo detienen ya que si no te pueden engañar o decirte que no estaba o soltarlo... Miriam hacía mucho eso”.

Durante la presentación del reciente informe Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos bajo amenaza: la reducción del espacio para la sociedad civil, de Amnistía Internacional, Tania Reneaum, su directora ejecutiva, tuvo unas palabras de recuerdo para Rodríguez. “La asesinan un día emblemático desde el punto de vista de nuestra cultura de reconocimiento a las madres”, explicó, “el mensaje es claro: si todas las personas se comportan de la misma manera [buscando a sus desparecidos] el desenlace puede ser ese”.

Para el 30 de mayo, Rodríguez estaba preparando una reunión con otros colectivos en San Fernando. “Íbamos a ir en su apoyo, ya que nos decía que se sentía insegura y decidimos unirnos a ella allí para ayudarle, aunque ella ya no va a asistir, obviamente”, se lamenta Pérez, “ahora la quiere organizar y dirigir un político que sabía lo que estaba pasando ya que Miriam le había manifestado su miedo y no hizo nada. ¿Ahora quiere sumarse al carro? Es muy triste, ya que esto ni le importaba”.