Un policía marroquí habla a un migrante en la cola para regularizarse en Rabat.

Un policía marroquí habla a un migrante en la cola para regularizarse en Rabat. Reuters

África

El salto de la valla desde Marruecos ya no interesa a muchos subsaharianos

El reino alauita abre una etapa de regularización y muchos renuncian a seguir intentando pasar a España.

16 diciembre, 2016 00:30
Rabat

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Paul Alain Niamsi se fue a la puerta de la Wilaya (Gobernación civil) de Rabat al día siguiente de que el rey Mohamed VI anunciara la segunda fase de la operación de regularización e integración de los extranjeros en situación irregular, el pasado lunes. Vino a Marruecos "para atravesar", como confiesa a EL ESPAÑOL, pero tras más de 40 devoluciones desde Ceuta y Melilla, "viendo el riesgo, prefiero estabilizarme aquí", asegura.

Este camerunés de 44 años lleva 13 en Marruecos y ha intentado entrar en España "en patera, por la frontera, colándome por los tubos de desagüe del alcantarillado, escondido en bajos fondos, y las 42 veces fui devuelto de España a Marruecos". Es técnico informático y ahora quiere instalarse en Marruecos, integrarse y encontrar un trabajo porque de momento sólo le salen "apaños" que le pasan sus compatriotas cameruneses, "montar una antena parabólica, reparar un teléfono o formatear un ordenador; pequeñas cosas".

Intenté entrar en España en patera, por la frontera, colándome por los tubos de desagüe del alcantarillado, escondido en bajos fondos, y las 42 veces fui devuelto a Marruecos

Aunque los migrantes hacen cola desde que se hizo oficial el lunes, la operación no comenzó hasta este jueves, sin tener en cuenta que no hay Gobierno todavía constituido tras las recientes elecciones. El primer día a media mañana, 400 migrantes ya habían entregado sus dosieres a la Administración para tramitar su legalización. Desde la primera fase de regularización en 2014, Marruecos ha cesado las expulsiones masivas a Argelia, pero los inmigrantes detenidos en la frontera española son abandonados en ciudades como Fez, Rabat y Casablanca, en la mayoría de las ocasiones sin dinero ni acceso a servicios médicos.

El proceso iniciado este jueves para legalizar a los migrantes se lleva acabo en 83 oficinas de todo el territorio y no tiene un "tiempo establecido, aunque al menos llevará un año, como en la primera fase, realizada en 2014. El Ministerio del Interior todavía no nos ha informado de la fecha de cierre", explica a EL ESPAÑOL Khalid Gay, jefe del Servicio de Asuntos Generales de Seguridad y Orden Público en Rabat. 

El número de migrantes que puede presentar su solicitud de regularización es ilimitado. Todo aquel extranjero que pueda identificarse con el pasaporte o una carta consular, y acredite que vive en el país desde al menos cinco años puede solicitar la tarjeta de residencia. Aunque la comisión, formada por la autoridad local y miembros de la sociedad civil, tendrá en cuenta también otros requisitos, como tener una enfermedad grave, tener hijos con una persona que es del país o ya está regularizada, disponer de un contrato de trabajo o estar casado con un marroquí. Los casos rechazados podrán ser recurridos ante un organismo dependiente del Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Por otra parte, las condiciones establecidas siguen dejando fuera a muchas personas y no evitarán que se sigan produciendo saltos a la valla de Ceuta como el de hace una semana, en el que más de 430 pasaron a España en busca de una vida mejor, o que estos migrantes con menos arraigo en Marruecos arriesguen sus vidas en una patera.

Los requisitos son los mismos que en 2014, cuando se regularizó a 25.000 extranjeros, el 92% de los demandantes. Sin embargo Maze-Kusamza de la Asociación Cultural de Marruecos, que recoge las solicitudes de sus compatriotas en la Oficina de Extranjeros de Rabat, considera que los migrantes ya no ven Europa como 'El Dorado' con la crisis y la falta de trabajo y "van a venir más personas porque hay más información y una mayor confianza después del anterior procedimiento administrativo".

Un funcionario tramita la solicitud para regularizarse de una migrante con su bebé.

Un funcionario tramita la solicitud para regularizarse de una migrante con su bebé. Reuters

Es difícil estimar cuántos migrantes en situación irregular están actualmente en Marruecos, pero desde el Grupo de Acompañamiento de Extranjeros y Migrantes (Gadem) apuntan que entre 10.000 y 15.000 personas. Según las cifras oficiales, los migrantes suponen el 0,24% de la población del país y el 65% de estos migrantes tiene la idea de instalarse en el país magrebí, según el informe 'Los migrantes subsaharianos en Marruecos', una investigación con 1.400 personas sobre sus condiciones de integración en el país y los motivos de su migración.

El reino alauita está pasando de ser un país de tránsito a ejercer de país receptor de migración. Hay inmigrantes que quieren asentarse porque han intentando entrar muchas veces a Europa, no lo han conseguido y llevan ilegalmente en Marruecos años, como Niamsi. Otros han desistido hace años y ya se acogieron al anterior proceso de regularización, están integrados, han formado sus familias o incluso grupos de música, como Jah Bongo.

"Yo estoy en Marruecos, siempre en África", presume Jah Bongo, un músico y pintor marfileño completamente integrado en Marruecos que no mira hacia España o Europa. "No vine para partir a Europa, vine para instalarme aquí y trabajar", asegura. Explica que llegó a Marruecos hace cinco años, con la crisis de 2010 en su país, en busca de "un espacio un poco más apropiado para desarrollar mi arte". Considera que Marruecos es un "cruce cultural entre Europa y la África subsahariana" con muchas posibilidades para los artistas.

Su amigo congoleño, también músico, llegó a Marruecos con la idea de "atravesar (la frontera) a España", pero finalmente formó su grupo y actúa en todos los festivales del país. "Ha ido a España, pero sólo para cantar. Va a Europa a trabajar y vuelve", aclara Bongo.

Me gustaría entrar en una empresa marroquí y ahora con la tarjeta de residente espero poder encontrar un pequeño trabajo que puede permitirme respirar un poco

La regularización es la esperanza de Judith Kodia, que aunque es psicóloga no trabaja desde que llegó hace cuatro años a Marruecos. "Me gustaría entrar en una empresa marroquí y ahora con la tarjeta de residente espero poder encontrar un pequeño trabajo que puede permitirme respirar un poco", dice Judith en la cola de la Oficina de extranjeros. Esta demandante de asilo de Costa de Marfil de momento pide en la calle con sus dos hijos.

Marruecos no puede dejar de comparar su actitud frente al país vecino con el que mantiene una relación de enemistad, Argelia, que expulsó la semana pasada a más de 260 malienses en una gran operación contra los migrantes subsaharianos. A su llegada a Bamako el domingo y lunes, un gran número ha acusado a las fuerzas de seguridad argelinas de "violencia", según recoge la Agencia France Presse (AFP).

Mohamed VI terminó su mayor gira por el continente africano este año anunciando esta operación. En África varios jefes de Estado han felicitado al monarca por su política migratoria, cuyo objetivo asegura que es "la integración económica y social de las personas en situación irregular provenientes principalmente de los países del África subsahariana".

Hasta 2013, Marruecos no tenía política de inmigración y muchos migrantes vivían en la clandestinidad  y aunque estas campañas han ayudado a insertarse en la sociedad a miles de extranjeros irregulares, "todavía hay mucho trabajo, incluida la legislación que seguimos esperando desde hace tres años porque el Gobierno no ha sido capaz de proponer una asociación con la sociedad civil y los propios migrantes", criticó en los medios Mehdi Alioua, sociólogo especialista en migraciones y presidente de Gadem.
 
Las organizaciones de derechos humanos también se preguntan qué pasará con las personas que no cumplen los requisitos para obtener el permiso de residencia en el país y recuerdan que las fuerzas de seguridad marroquíes desmantelaron los campamentos de inmigrantes que esperaban pasar a Ceuta y Melilla tras la regularización de 2014.