El primer ministro iraelí, Benjamín Netanyahu.

El primer ministro iraelí, Benjamín Netanyahu. Gali Tibbon Reuters

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La persecución de Netanyahu contra ONG progresistas

  • Una veintena de organizaciones israelíes denuncian acoso por parte del Gobierno contra activistas y críticos.
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15 febrero, 2016 02:45

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“Estamos aquí porque somos unos patriotas y estamos orgullosos de ser israelíes", asegura Arik Ascherman, uno de los fundadores de la ONG Rabinos por los Derechos Humanos durante un reciente evento convocado en Tel Aviv por la organización Breaking The Silence (Rompiendo el Silencio), formada por exsoldados israelíes que denuncian la ocupación de los territorios palestinos. Al acto acudieron representantes de los principales movimientos sociales, pacifistas y de derechos humanos de Israel, así como un nutrido grupo de artistas, escritores e intelectuales.

Ascherman –que fue objeto de un intento de apuñalamiento el pasado mes de octubre por parte de un colono extremista mientras ayudaba a agricultores palestinos en la recogida de la aceituna– es una de las caras más conocidas del movimiento paficista local que aboga por la creación de un Estado palestino. “Esta campaña de incitación y de elaboración de listas negras no va a afectar a nuestra labor”, añade este rabino de origen estadounidense en el puerto de Tel Aviv en relación a lo que define como una "campaña de deslegitimación impulsada por grupos de extrema derecha próximos al Gobierno".

Una persecución, asegura, que comenzó cuando el movimiento ultranacionalista Im Tirtzu difundió un vídeo singularizando a los líderes de algunas organizaciones que consideraba antipatrióticas –tales como Breaking the Silence, Hamoked, el Comité Público Israelí contra la Tortura y B'tselem– como “agentes extranjeros” que obedecen órdenes de gobiernos foráneos.

Arik Ascherman, cofundador de Rabinos por los Derechos Humanos.

Arik Ascherman, cofundador de Rabinos por los Derechos Humanos. A.G.

A pesar de las protestas de estas organizaciones, no sólo la Fiscalía decidió no procesar a Im Tirtzu, sino que además la ministra de Justicia, Ayelet Shaked, puso en marcha un controvertido proyecto de ley con el que pretendía obligar a todas las ONG que reciban más del 50% de sus respectivos presupuestos de mano de gobiernos extranjeros a identificar a sus donantes, a hacer públicas sus cuentas y a marcar todos sus documentos e informes que circulan por la Knesset (Parlamento). Inicialmente también exigía a sus miembros colocarse una tarjeta de identidad especial a su entrada a las comisiones parlamentarias y sesiones plenarias, medida que, sin embargo, parece haber sido descartada debido a las múltiples denuncias recibidas.

Doble rasero

Otro activista israelí de origen ruso que reparte revistas a la salida del evento afirma que el Gobierno de Benjamín Netanyahu está aplicando una doble vara de medir. “La nueva ley impulsada por la ministra de Justicia hace uso de la misma retórica utilizada por Vladimir Putin en Rusia, arremetiendo contra las organizaciones de izquierdas y no contra las de derechas vinculadas a los colonos de Cisjordania. Ellos sí reciben muchísimos fondos sin ningún tipo de control”, denuncia Yasha Marmer.

Este representante del movimiento internacional Socialist Struggle Movement hace además analogías con la historia política de los Estados Unidos. “Estamos siendo objeto de una caza de brujas contra los activistas de la izquierda, de derechos humanos que resisten la ocupación, las políticas de castigo colectivo aplicadas contra los palestinos”, explica en alusión a la persecución de los comunistas impulsada por el senador Joseph McCarthy durante la década de los 50 del pasado siglo.

Yasha Marmer (derecha) discute con otro activista.

Yasha Marmer (derecha) discute con otro activista. A.G.

A pocos metros de Marmer, junto a las vallas que ordenan la entrada y salida al hangar del evento, una mujer sostiene una pancarta en la que aparecen los nombres de varias de las organizaciones participantes en el evento y la frase “traidoras a la patria”.  Junto a ella, Daniel Bensimon, activista del movimiento pacifista Shalom Ajsav (Paz Ahora),  se encara con ella y le espeta: "¿Traidores por qué, señora, ¡yo soy tan israelí como usted!". La mujer le mira y, sin inmutarse, continúa con los brazos en alto mirando al frente. 

Yasha Marmer observa lo ocurrido y prosigue: "El Gobierno está incitando a la gente a pensar que somos unos traidores porque no estamos de acuerdo con lo que hace. Por eso es importante que estemos aquí, justamente por eso", añade.

La llamada “Ley de Transparencia” impulsada por la ministra Shaked ha sido también criticada por el propio Embajador de los Estados Unidos en Israel, Daniel Shapiro, preocupado por la deriva autoritaria a que puede conducir. Pues mientras exige dicha transparencia y rendición de cuentas a las ONG que reciben ayudas públicas desde el extranjero, exime a las que reciben financiación privada, entre las que se encuentran el movimiento de colonos y las organizaciones de extrema derecha.

Además de lo que reciben de USAID -agencia estadounidense para el desarrollo-, gran parte de las ayudas a las organizaciones progresistas israelíes proceden precisamente de la Unión Europea y de sus Estados miembros (entre ellos España, que canaliza sus ayudas a través de la AECID y de la cooperación descentralizada de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos). Por este motivo, medio centenar de diputados del Parlamento Europeo de los diversos grupos encabezados por la laborista británica Julie Ward han dirigido una carta a sus homólogos de la Knesset, solicitando la derogación de la ley.

Artistas e intelectuales enfadados

Igualmente miembros relevantes del mundo de la cultura israelí denuncian las medidas impulsadas por otra de las ministras del gabinete de gobierno. Aseguran que la titular de Cultura, Miri Regev, del ala derecha del Likud, el partido del primer ministro, está promoviendo su concepto de patriotismo a través de la asignación arbitraria de las subvenciones. ”Esto significa que sólo los artistas que son considerados leales al Estado reciben fondos públicos, lo cual es injusto porque no es el dinero de la ministra sino el que procede de todos nuestros impuestos”, asevera Marmer.

Sally Ann Friedman en la entrada al evento.

Sally Ann Friedman en la entrada al evento. A.G.

Hay activistas que van más allá en su condena. “Desde el punto de vista cultural estamos en una situación en Israel que es como estar en Alemania en 1939”, lamenta la coreógrafa Sally Ann Friedmann a la salida del acto. “El tiempo en el que los nazis degeneraron el arte, cuando pinturas o libros se quemaban y había obras que no se podían exponer”, agrega esta artista de origen sudafricano que hizo Aliyá (emigración a Israel) cuando era niña.

“Nuestra ministra de cultura le está cerrando las puertas a toda la financiación para aquellos artistas que no considera lo suficientemente sionistas”, condena esta coreógrafa. “Pero olvida que sionistas somos todos los israelíes, también vivimos y trabajamos aquí, amamos nuestro país, pero a nosotros nos persigue el Gobierno de Netanyahu", concluye.