La policía iraní contiene a los manifestantes ante la embajada saudí.

La policía iraní contiene a los manifestantes ante la embajada saudí. Raheb Homavandi Reuters

Mundo ORIENTE MEDIO

"Pediremos nuestros derechos hasta tenerlos o hasta morir"

Arabia Saudí ha despertado la ira chií con la ejecución de Al Nimr y ha provocado una escalada de tensión.

4 enero, 2016 01:17

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“Era un firme defensor de los oprimidos, un líder religioso respetado y un símbolo del movimiento por los derechos en Qatif. Era nuestro padre espiritual, nuestro líder y nuestro guía”. Así era para el saudí Mohammed Al Zaher, un ingeniero informático de 35 años residente en Qatif, el clérigo chií Nimr al Nimr, cuya ejecución el sábado a manos de las autoridades del reino suní ha exacerbado la tensión sectaria en la región.

El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, advirtió este domingo a los líderes de Arabia Saudí que sufrirán una venganza divina tras la ejecución. "Sin duda este derramamiento de sangre injusto de ese mártir tendrá consecuencias y los líderes saudíes sentirán la venganza de dios", dijo. Al Nimr nunca llamó a un levantamiento armado, sólamente cumplió con sus obligaciones religiosas, afirmó el ayatolá, citado por la agencia de noticias iraní Isna.

En respuesta al ajusticiamiento, en la noche del sábado, grupos de manifestantes en Teherán y la ciudad de Mashhad atacaron e incendiaron la Embajada y el Consulado saudí en protesta por la muerte de Al Nimr. Imágenes de televisión mostraron cómo los manifestantes lanzaban objetivos incendiarios contra las ventanas de la delegación extranjera.
Según la agencia iraní Isna, los manifestantes se reunieron frente a la legación diplomática y corearon consignas contra Arabia Saudí. Algunos entraron en el edificio, que registró un incendio en su interior por el lanzamiento de cócteles molotov que luego fue sofocado por los bomberos.

El Ministerio de Exteriores iraní hizo un llamamiento a la calma después de que la policía dispersara a los manifestantes y emitió un comunicado en el que pidió respeto para las embajadas. Cuarenta sospechosos de participar en ese asalto fueron detenidos, según el fiscal de Teherán.

Enfrentamientos en Bahrein

Mientras, en Bahrein, donde la minoría chií protesta regularmente desde 2011 contra la monarquía suní, centenares de manifestantes y las fuerzas de seguridad protagonizaron violentos enfrentamientos en varias zonas del país.

Desde que el domingo comenzaran las protestas, decenas de personas han resultado heridas por disparos de perdigones y gases lacrimógenos, según Efe. Los manifestantes entonaron cánticos como "abajo el régimen" y "muerte a los Al Saud (en alusión a la familia reinante en Arabia Saudí)". La Policía informó de la detención de "alborotadores y vándalos" y de "un escaso número de aquellos que hicieron un mal uso de las redes sociales para objetivos ilegales". Aunque no dieron cifras, varios activistas los cifran en al menos 25.

En Irak, varios jeques, gobernantes y líderes de colectivos chiíes condenaron la ejecución de Al Nimr, entre ellos, la máxima autoridad chií del país, Ali al Sistani, que la calificó de "injusticia y agresión". Asimismo, el primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, señaló en un comunicado que recibió con "todo pesar y gran sorpresa" la ejecución del clérigo chií.

En Yemen, el movimiento rebelde chií de los hutíes, contra el que Arabia Saudí interviene militarmente en el país, se sumó a las condenas y tildó la actuación de Riad de "crimen atroz". El Consejo Político de los hutíes, órgano ejecutivo del grupo, dijo en un comunicado que esa ejecución "se produce en el contexto de las tendencias y políticas imprudentes en la zona" de Oriente Medio por parte del Gobierno saudí, según Efe.

El clérigo que predijo los altercados

El religioso opositor fue ejecutado el sábado junto con otras 46 personas acusadas de delitos relacionados con el terrorismo. Vivió casi diez años en Irán, donde estudió la versión chií del islam, y era imán de una mezquita en la localidad de Auamiya.

Él fue uno de los protagonistas de revueltas contra la discriminación sectaria que estallaron en 2011 en Arabia Saudí, al calor de la llamada Primavera Árabe hasta que en 2012 fue detenido. "Estoy seguro de que mi detención o muerte serán un motivo para la acción", dijo en un sermón en una mezquita antes de su arresto.

Incidentes con la policía india en Cachemira.

Incidentes con la policía india en Cachemira. Reuters

En 2014 un tribunal saudí le condenó a muerte por incitación al conflicto sectario y desobediencia a los gobernantes del país, tras un proceso que organizaciones como HRW tachan de injusto. Y el pasado mes de octubre, el Tribunal Supremo confirmó la condena contra el clérigo de 55 años. En aquel momento, los líderes chiíes de Irán, Irak y Líbano ya advirtieron a Arabia Saudí que su ejecución traería consecuencias.

‘Pediremos nuestros derechos hasta tenerlos o hasta morir’

Según la familia de Al Nimr, las autoridades saudíes lo enterraron sin informarles del lugar. Activistas por los derechos de los chiíes en Arabia Saudí informaron a través de las redes sociales de que además de las marchas que ya se han llevado a cabo desde el sábado, se ha convocado una gran manifestación para el próximo viernes en Qatif.

El chií Al Zaher, en una entrevista por email con El Español, dice no tener miedo a la represión usualmente violenta por parte de las autoridades. “Sólo rindiendo homenaje a la memoria de Al Nimr es como nuestro movimiento pacífico de derechos humanos va a seguir adelante. Nosotros tenemos necesidades y nunca vamos a dejar de reclamar lo que nos corresponde, hasta que lo consigamos o hasta que muramos”.

Una mujer chií de Auamiya, Qatif, que pidió mantener su anonimato, añadido: “Ahora no tenemos nada que perder. Hemos perdido a nuestro líder, quien ha dado la vida por nosotros. No había matado o herido a nadie. No tener libertad o libertad para expresar nuestras ideas es estar muertos en vida. No queremos estar muertos por más tiempo”.

Para Asghar Zaimi, chií de 25 años residente en EEUU, Nimr era una figura importante: “Tenía una gran influencia sin usar la violencia, sólo con su discurso. Ese es el camino correcto en la lucha contra la opresión, según creo yo y estoy seguro de que también para muchos otros chiíes”.

Una tensión sectaria instrumentalizada

Toby Matthiesen, investigador senior en la Universidad de Oxford, explicaba en una publicación de noviembre de 2014 que la condena a muerte del clérigo Al Nimr, más allá de ser otra muestra del anti chiísmo saudí, sentaba un precedente sobre su manera de proceder ante la disidencia.

Para algunos expertos, con la sentencia el reino quería mostrar que, además de las largas condenas dictadas contra suníes que habían apoyado a Al Qaeda o al auto denominado Estado Islámico (EI), eran duros con los chiíes. Pero esta lógica, en opinión de Matthiesen, no hace sino avivar las hostilidades.

El 3 de noviembre de 2014, un día antes de Ashura, uno de los días más importantes del calendario chií, militantes suníes abrieron fuego contra una multitud que acababa de salir de rezar en Al Dalwah, una de las aldeas que rodean el oasis de Al Ahsa, en la Provincia Oriental. El año pasado, otros dos atentados contra chiíes, uno dentro de una mezquita en la aldea de Al Qadaih, a las afueras de Qatif y otro en el distrito de Al-Anoud de la ciudad de Damas, capital de la provincia oriental Al-Sharqiya, fueron reivindicados por el EI.

Los ataques suponían un punto de inflexión ya que hasta entonces, las autoridades saudíes habían reprimido otros intentos de ataques ideados por Al Qaeda. En los días siguientes, detuvieron y mataron a muchos de los autores. Para Matthiesen, lanzando el claro mensaje de que no tolerarían este tipo de violencia sectaria dentro de sus fronteras.
Sin embargo, el estado saudí y el poder religioso durante décadas han alimentado las animosidades sectarias en toda la región.

Existen decenas de miles de militantes sectarios organizados en toda la región capaces de desencadenar un conflicto más amplio. Y a pesar de los esfuerzos de muchos clérigos suníes y chiíes para reducir las tensiones con diálogo, muchos expertos llevan tiempo expresando su preocupación porque esta división del islam pueda desembocar en una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.

El germen de la división

El origen de la división entre sendas ramas del islam se remonta a los problemas sucesorios tras la muerte del profeta Muhammad, los hoy llamados chiíes –minoría que representa en torno al 15% de los musulmanes– defendían que los únicos validos eran sus descendientes directos, mientras que los suníes –alrededor del 85% de los musulmanes– apostaban por elegir al más idóneo.

Los radicales suníes yihadistas acusan a los chiíes de ser incrédulos, de no ser verdaderos musulmanes. Entre otras cosas afirman que comportamientos como creer en la infabilidad de sus imanes u otorgar un excesivo peso a otros más que al Profeta Mahoma (Muhammad) como a Ali (su yerno), a Fátima (hija del Profeta y esposa de Ali) o Hussein (hijo de ambos) les desvía del principio máximo del islam: la unicidad de Dios.

Esta división, si bien no es suficiente para explicar todos los conflictos activos en el mundo árabe, es concienzudamente utilizada para avivarlos. Cabe destacar que históricamente ambas ramas han convivido sin mayores problemas y en muchos países incluso rezan en las mismas mezquitas. El Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en ingles) recuerda que ha alimentado la guerra civil en Siria que amenaza con cambiar el mapa de Oriente Próximo, ha estimulado la fractura en Irak y ampliado las fisuras en muchos países del Golfo, como Bahrein y Arabia Saudí.

Esta suerte de cisma viene a ser una pieza clave para entender el status quo regional. Los países que compiten por el liderazgo del islam: Arabia Saudi (suní) e Irán (chií) han usado la división sectaria para avanzar en su agenda política.