Los Campos Elíseos centrarán la celebración de Nochevieja en París.

Los Campos Elíseos centrarán la celebración de Nochevieja en París. Chesnot/Getty Images

Mundo Fin de año

París celebra la libertad en su Nochevieja más reivindicativa

La tradicional fiesta en los Campos Elíseos será la primera 'manifestación' permitida desde el 13N.

31 diciembre, 2015 01:34
París

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¿Se imagina una Nochevieja sin las campanadas en la Puerta del Sol? Tras los atentados del pasado 13 de noviembre y aún en estado de emergencia, París no tenía claro que pudiera celebrar la entrada en el Año Nuevo con su tradicional fiesta en la avenida de los Campos Elíseos.

Esta Nochevieja será la primera reunión entre habitantes y turistas permitida por las autoridades desde los ataques en los que fueron asesinadas 130 personas. Francia despedirá bajo vigilancia un 2015 negro, y aunque los tradicionales fuegos artificiales no tendrán lugar por motivos de seguridad y la entrada en la célebre avenida de los Campos Elíseos estará minuciosamente controlada para evitar altercados, los parisinos no parecen dispuestos a renunciar a sus costumbres.

El ministerio del Interior, Bernard Cazeneuve, ha invitado a militares y gendarmes a evitar tomar este día de descanso y a movilizarse para asegurar la protección de los asistentes a la tradicional despedida del año en la avenida principal de la ciudad. Fuentes de la prefectura aseguran que cerca de 80% de los cuerpos de gendarmería vigilarán los puntos más concurridos de la ciudad en la noche del 31.

Con el movimiento #OccupyTerrasse días después de los atentados terroristas, París mostraba su lado más resistente ante la barbarie, pero más allá del carácter simbólico de este acto, la norma impuesta por el Gobierno para proteger a su población de una amenaza todavía inminente, ha evitado toda aglomeración arrebatando a los parisinos un momento de unión que sienten necesario.

En esta ocasión se celebrará “desde la sobriedad y el recogimiento”, según subrayó la alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo, en el comunicado oficial que el pasado 21 de diciembre dio luz verde a la fiesta en los Campos Elíseos. Una invitación que el pueblo francés interpreta como una ocasión de oro para reunirse con los compatriotas y despedir juntos un año que hace poco más de un mes teñía al país de un luto sin precedentes.

Cada Nochevieja, esta avenida reúne cerca de 650.000 personas. Este año, a diferencia de los anteriores, la proyección de un vídeo-mapping sobre la fachada del Arco de Triunfo comenzará con la presentación de la tricolor en homenaje a las víctimas de noviembre y ocupará los últimos cinco minutos del año que los asistentes podrán ver en seis pantallas gigantes colocadas a conciencia para evitar las aglomeraciones a los pies del Arco del Triunfo.

Para despedir 2014, la proyección duró más de 15 minutos y alababa la vida cultural de una ciudad que conocería el terror escasos días después, con el ataque a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo. La de 2014 fue la última Nochevieja que París vivió sin temor.

Este 31 de diciembre el vídeo girará en torno a lo que los franceses llaman “l’art de vivre ensemble”, el arte de vivir en comunidad, un nuevo guiño de desafío a quienes buscan con sus actos sembrar el odio entre los franceses.

"He dicho a mis hijos que salgan como cada año"

Para Jean, vecino del Canal Saint Martin donde el comando de las terrazas atacó la noche del 13 de noviembre, la llegada del 2016 se vivirá en las calles de París como una nueva liberación. “Yo no iré a Trocadero ni a ningún lugar multitudinario porque una cosa es ser libre, y otra ser irresponsable. Estamos hablando de más de medio millón de personas concentradas en un mismo punto de la ciudad”, recuerda mientras termina un café solo en el Café Clochette, situado a pocos metros del Petit Cambodge atacado aquel viernes de noviembre.

Cuenta que tiene dos hijos de la edad de las víctimas, “jóvenes”. Despedirán el año en familia. “Ya tengo 62 años. No estoy para unirme a esas multitudes. Les he dicho a mis hijos que tengan cuidado, pero que salgan como cada año”. Su esposa asiente: “Si a su edad te hubiesen dicho que no celebraras el año nuevo por riesgo de atentado, ¿te hubieras quedado en casa?”

A quinientos metros de allí, la terraza de A la Bonne Bière, la primera en abrir sus puertas tras sufrir el ataque terrorista, sigue recibiendo clientes. El camarero es joven, no tiene más de 25 años. Sonríe y enlaza bromas con los clientes de las cuatro mesas de la terraza con calefacción. Entre ellos no se conocen, pero se miran con gesto sorprendido al comprobar la energía del camarero a pesar de las circunstancias.

“Así da gusto venir a despedir el año”, murmura Véronique, una mujer que roza la cuarentena y que ha dejado aparcado el carro de la compra delante de la silla. Cuando este diario le pregunta por sus planes para Nochevieja, confiesa que ya casi no piensa en los atentados de noviembre. “No iré a los Campos Elíseos porque tengo otros planes. Cenaré con mi marido y dos parejas más en un restaurante de wok que nos han recomendado, en el barrio chino. ¡Cada uno es libre a su manera!”, se justifica.

El miedo, dice, se apoderó de ella hasta principios de diciembre. “Después llegó un día en que salí a la calle y no miraba a los demás pensando que eran peligrosos. No sé qué pasó, imagino que el cerebro sigue su curso, y olvida…”. Mira a su alrededor y pone gesto de haber dicho algo políticamente incorrecto sentada en una de las terrazas víctimas de los ataques, y matiza. “Ahora vengo a este bar de vez en cuando. Es mi forma de afrontarlo y hacerlo todo más llevadero”.

Véronique aclara que no conocía a ninguno de los fallecidos. “No quiero imaginar cómo estarán viviendo estas fechas las familias de las víctimas. No creo que tengan nuestras fuerzas, así que espero que los más jóvenes llenen las calles el 31 para rendirles homenaje”.

Por quienes perdieron la vida por ser libres

“Creo que habrá más gente de lo que el Ayuntamiento prevé”, cuenta al teléfono Stéphane, vecino del barrio donde los terroristas asesinaron a sangre fría en varias terrazas el 13N. Entre las víctimas, su amigo Hyacinthe. “Si algo han demostrado los parisinos es que no van a ceder al miedo, así que es muy probable que la ausencia de manifestaciones desde los atentados nos lleve a todos al centro de París”.

Stéphane no había ido nunca a los Campos Elíseos para despedir los últimos minutos del año, pero esta vez, dice, se lo debe a todos los que perdieron la vida por ser libres. “Hace un par de meses, mi amigo salía de trabajar y fue al bar La Belle Equipe a celebrar un cumpleaños”.

Hyacinthe tenía 36 años, era ferviente fan del París Saint Germain y se ganaba la vida como camarero en un bar del norte de la capital, Les Chics Types. Stéphane y él se conocieron hace casi ocho años. Un amigo en común les presentó en una fiesta y su pasión común por los viernes noche les hizo compartir interminables charlas que hoy recuerda sin terminar de asumir lo ocurrido. “El cerebro te empuja a olvidar, no queda otra”, dice. “Pero cuando vuelvo del trabajo paso por la puerta de ese bar. Es inevitable, pienso en él y en las veces que nos hemos visto allí”.

Este comercial de 29 años está convencido de que todas esas jóvenes víctimas querrían que los suyos salieran a divertirse para plantar cara a esta nueva etapa de luto. “Yo lo hubiese querido así. Y en el caso de Hyachinthe, no me cabe la menor duda. Era un tipo al que paraban por la calle constantemente, tenía amigos por todas partes, y celebraba la vida sin parar”, recuerda. De hecho, recuerda que el Paris Saint Germain llegó a enviar en Twitter un mensaje en recuerdo a su fiel forofo.

Stéphane cuenta con orgullo que la familia de este francés de origen burkinés recibió a más de 300 personas en su domicilio a las afueras de París, todos ellos amigos y conocidos del sonriente Hyacinthe. Desde joven fue enlazando trabajos en cafeterías y restaurantes, donde practicó ese don de gentes que todavía hoy le caracteriza en boca de quienes se cruzaron con él.

Stéphane quiere pensar que París vuelve poco a poco a ser la ciudad ruidosa y libre de la que se enamoró cuando llegó a los 19 años. “Sé que mucha gente preferirá reunirse con los suyos en una casa, evitar riesgos”, dice. “Y no les culpo, porque el miedo está ahí y la televisión no para de contarnos que somos el objetivo número uno. Pero también sé por lo que he podido ver que los parisinos no consienten que les toquen sus costumbres”, ríe.

“Los más rezagados tardarán un poco más, pero retomarán sus costumbres y olvidarán”. Stéphane confiesa que a él le costará un poco más esto último. “Tampoco estoy seguro de querer olvidar. He vivido con Hyacinthe momentos felices. Me gusta pensar que los terroristas no tienen el poder de arrebatarme eso”.

Cuenta lo mucho que le tranquilizó saber que las balas de aquel cobarde alcanzaron a su amigo por la espalda. “No vio nada, no se enteró de nada, y sabemos que murió con un vaso de Ti-Punch en la mano. Hoy más que nunca, con un vaso en la mano quiero despedir el año”.