Empresas familiares longevas y felices
Un año más, celebramos el Día Internacional de la Empresa Familiar el 5 de octubre. Esta efeméride, bastante desconocida para buena parte de la población, es una reivindicación sobre la importancia de este tipo de negocios en la sociedad y en la economía mundial. En España, en particular, los negocios que son propiedad de una familia están especialmente arraigados en el tejido socio-económico y laboral.
Según los últimos datos aportados por el Instituto de la Empresa Familiar de 2016, en nuestro país hay 1,1 millones de empresas familiares, que ocupan a 6,58 millones de personas. Esto significa que los negocios familiares representan más del 88% de nuestro tejido empresarial, cosa que supone dos de cada tres empleos del sector privado y el 57% del Producto Interior Bruto (PIB).
Tal y como reflejan estas cifras, las empresas familiares representan el principal motor de emprendimiento, creación de empleo y generación de beneficios de España y son un importante actor de cohesión social.
En las empresas familiares, la voluntad es, por definición, que la siguiente generación tome las riendas del negocio y continúe con la actividad empresarial. Este deseo de continuidad explica algunos de sus valores intrínsecos, como el enfoque familiar, el arraigo al territorio, la visión a largo plazo, el compromiso con las siguientes generaciones o el sentido de pertenencia social, que sin duda son un factor positivo para estas compañías y suponen un valor competitivo diferencial.
Por todo ello, seguro que las empresas familiares jugarán un papel fundamental en la futura recuperación económica tras los meses más duros e inciertos de la pandemia de la Covid-19. Pero, antes, deberán afrontar uno de los problemas que más afecta a su continuidad: la planificación del relevo generacional.
Transición
Muy pocos negocios familiares logran transmitirse a la siguiente generación. Las estadísticas del Instituto de la Empresa Familiar apuntan a que, aproximadamente, solo el 33% de las empresas familiares sobreviven a la transición de primera a segunda generación. Y, de estas, menos de un 50% (13 de cada 33 empresas) consigue pasar de la segunda a la tercera generación de la familia. La alta mortalidad se debe, en buena parte, a problemas en el relevo generacional, ya sea por falta de sucesores que deseen o sean capaces de continuar con el negocio o por el hecho de no preparar adecuadamente el traspaso de la empresa a la siguiente generación y dejarlo todo a la improvisación.
En este último año y medio, debido a la Covid-19, la planificación del relevo generacional se ha convertido en un asunto más urgente que nunca, puesto que las familias han visto en primera persona el riesgo que supone no tener previsto el futuro y tener que tomar decisiones precipitadas en caso de un evento repentino. A esto se le añade el hecho de que muchos de los líderes de las empresas familiares son personas de 60 años o más, que forman parte del grupo más vulnerable frente al coronavirus.
De hecho, hemos tenido algún cliente que incluso ha estado ingresado en la UCI y tanto ellos como sus familias han visto muy de cerca como de importante es estar preparados, porque un día el fundador ya no estará ahí para dirigir el negocio.
Ahora bien, lo cierto es que, aunque no estuviésemos inmersos en una pandemia mundial, el momento del relevo generacional seguiría siendo especialmente sensible para las empresas familiares. El traspaso a la siguiente generación requiere tomar decisiones trascendentes y delicadas sobre el futuro de la empresa familiar y, muy probablemente, consensuar la redacción de un Protocolo familiar o unos Pactos de Familia, pero a menudo por pereza, por miedo a dañar la aparente felicidad familiar, porque entran en juego las emociones familiares o porque es un asunto complejo y delicado, muchas familias son reticentes a abordar la cuestión y lo posponen indefinidamente.
Riesgos
El retraso del relevo generacional entraña dos riesgos muy claros para la continuidad de la empresa familiar: Por un lado, supone un freno al cambio y a la adaptación del modelo de negocio a nuevas realidades. Por otro lado, suele acabar conllevando que el traspaso a los hijos y/o sobrinos se haga tarde y mal y que la nueva generación tenga que asumir la dirección de la empresa familiar de forma abrupta, sin el acompañamiento necesario y sin regular las relaciones familia-empresa-propiedad.
Esto es un error, puesto que la planificación previa y el consenso familiar son la clave para transmitir con éxito una empresa familiar generación tras generación, anticiparse a los posibles conflictos y garantizar la supervivencia del negocio, especialmente en tiempos de incertidumbre como los que estamos viviendo actualmente.
Así las cosas, queremos aprovechar este Día Internacional de la Empresa Familiar para reconocer el gran valor y el mérito de las empresas familiares de nuestro país, pero también queremos alzar la voz para acentuar la importancia de trabajar desde hoy, de forma consensuada, para garantizar el relevo a las siguientes generaciones de la familia.
A todas las familias empresarias, os deseamos muchos años más de empresa familiar y de próspera y fructuosa planificación conjunta de vuestro futuro en pos de lograr la tan anhelada eficacia empresarial y la armonía familiar.
Ricard Agustín es fundador de Family Business Solutions y consultor de empresas familiares