Carlos Rodríguez Casado

Carlos Rodríguez Casado

Opinión Libro primero. Camino del 36

Miguel de Unamuno

(12 de diciembre de 1935, jueves)

12 diciembre, 2015 01:45

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Resumen de lo publicado.- Joaquín Chapaprieta presenta su dimisión. Gil-Robles protesta por la vigilancia a la que lo somete don Niceto Alcalá-Zamora.

-Señores, les diré que me acaba de llamar, esta mañana, el presidente de la República… 

Estaban en el casino de Salamanca, delante de un vaso de agua, a la hora acostumbrada de tertulia. Había bullicio, pero quienes rodeaban a Unamuno callaban, porque don Miguel hablaba en voz queda. Era menester hacerle un espacio de silencio a su alrededor y eso contrastaba con la grandilocuencia de la oratoria al uso. Pero, pese al tono susurrante, su palabra era inagotable. En el momento presente, la política de Madrid era su obsesión. La combatía sordamente, igual que en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. Sentía que era su obligación salvar esa república que había ayudado a traer y que iba a la deriva.

-Lo ha hecho dentro de sus consultas para la crisis y ha aprovechado para ponerme al día de las cosas de la capital…

A Unamuno, que no bebía sino agua y comía sin ganas, lo único que le apasionaba era la conversación. Por lo demás, iba de traje azul marino y calzaba zapatones sin botones ni cordones, que llevaba con asas de tela, calcetines gruesos y blancos, chaleco abotonado bajo la nuez y camisa blanca sin planchar. Parecía –lo decía todo el mundo- un pastor protestante. Barba y bigote blanco, cabello rapado, gafas redondas y a veces, cuando salía, un sombrero negro de ala estrecha—aunque cada vez lo usaba menos, porque con la República empezaba a estar de moda el sinsombrerismo. Contrastaba el color blanquísimo del pelo con el tono rojizo de los pómulos y el cuello. Nunca llevaba abrigo y algo de caspa le moteaba los hombros del traje.

-Me dice que la cosa va mal. Que don Joaquín Chapaprieta se ha visto obligado a dimitir, y que empiezan las consultas. En un principio don Niceto ha propuesto formar Gobierno al señor Martínez Velasco, con la condición de expulsar al señor Gil-Robles del Ministerio de la Guerra. Obviamente, la condición ha bastado para que fracasaran las gestiones de este señor, quien ni siquiera ha tenido la valentía de decírselo a la cara a un Gil-Robles que hasta ayer mismo pensaba ser él el encargado de formar Gobierno. Pero el señor presidente de la República, vista las reacciones violentas de los socialistas y de la CNT cada vez que la CEDA accede al Gobierno, ha preferido obviar esta posibilidad, para gran disgusto del señor Gil-Robles, con quien ayer, me ha confiado, se enfrentó en discusión muy dura en la que le ha expresado no sentirse moralmente capaz de ceder la dirección de la República a alguien que ni siquiera juró la Constitución.

Unamuno, además de la voz calmosa, tenía una sensibilidad delicada y era un tertuliano tolerante, que apenas gesticulaba y que, eso sí, era orgulloso. Pero no le faltaban razones para serlo.

-Don Niceto insiste en que se hace necesario un Gobierno de centro, con amplios apoyos parlamentarios. La otra alternativa es Miguel Maura, a quien ya conocemos como ministro de la Gobernación y quien piensa que le llega la hora de gobernar… -Y tanto. Esa mañana Maura se lo había espetado a su mujer: “¡Prepárate, Pura, porque va a gobernar tu Miguelón, y Miguelón es tan grande que uno de estos domingos, cuando volvamos del campo, te enterarás de que la mitad de los obispos de España están en la cárcel y el resto en el destierro”

-Y en esas estamos, señores. Si gobierna Miguel Maura, será una desgracia para la República. Pero si no, ¿quién está en condiciones de hacerlo? No les escondo que no soy afecto al señor Gil-Robles ni tampoco a Santiago Alba, la otra opción razonable en términos de experiencia política y apoyo parlamentario. Fuera de estas opciones, que para el presidente de la República son inviables, cuando me ha preguntado quién pienso que está capacitado ahora mismo para gobernar, me he visto obligado a decirle que nadie. Señores –Unamuno miró a sus interlocutores y volvió a dar un sorbo al vaso de agua–, esto de la República va mal, muy mal.

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