Pepe Barahona Fernando Ruso

La tensa pugna entre dos pueblos vecinos compromete la tradicional saca de las yeguas de Almonte. Así están las cosas: los de Hinojos han expulsado al ganado almonteño de sus marismas; los de Almonte temen que si salen sus jacas del terreno hinojero no puedan regresar a él una vez concluida la fiesta. La decisión: dejarlas donde están y suspender el paseo de los equinos por el pueblo, que se celebra desde 1504. En medio de todo, la Junta de Andalucía, que prometió una finca para guardar a las bestias en el Parque Natural de Doñana y que por problemas presupuestarios todavía no ha habilitado.

En resumen, los almonteños no verán desfilar las yeguas por sus calles este año por San Pedro, patrón de Almonte. Así lo ha decidido la Asociación de Criadores de Ganado Marismeño después de denunciar “desacuerdos en las condiciones” pactadas con todos los agentes implicados para la celebración de la saca de 400 cabezas de ganado de la Marisma Gallega de Hinojos, donde pasta esta raza autóctona de Doñana y reconocida como especie en peligro de extinción.

Las fricciones entre los municipios onubenses de Almonte e Hinojos, separados a unos treinta kilómetros y ambos situados en los límites de Doñana, se remontan a años atrás, cuando el ayuntamiento hinojero dictó mediante una ordenanza la expulsión de 110 cabezas —de un total de 400— de ganado almonteño de unos terrenos que son de su propiedad. Según aseguraba el consistorio, por necesitar dicha finca, la Marisma Gallega, para sus propias yeguas. Esta afrenta a punto estuvo de acarrear la suspensión de la saca el año pasado, que terminó celebrándose al última hora tras la firma de un acuerdo in extremis.

Revancha en el Rocío

Los de Almonte, o al menos una parte que dudosamente podría tomarse por el todo, tuvieron su revancha en la procesión de la Virgen del Rocío del año 2016, cuando al paso de la comitiva donde estaba la hermandad de Hinojos, al rezo de la Salve, algunos almonteños que portaban a la virgen —“unos desalmados”, según los hinojeros— agredieron al Simpecado a propósito de las yeguas. La insignia quedó arrugada con la plancha metálica doblada y los borlones deshilachados.

El incidente quedó zanjado, no sin la pertinente queja de los hinojeros, que este año han endurecido las medidas de presión para que los de Almonte saquen a sus yeguas de la finca propiedad del ayuntamiento de Hinojos. El consistorio, en una nueva ordenanza, ha dictado la expulsión de las 290 cabezas de ganado restantes.

Si los almonteños sacan las yeguas a pasear por su pueblo no tendrán a donde regresar. Y, en consecuencia, 133 de los 180 integrantes de la Asociación de Criadores de Ganado Marismeño han votado suspender esta práctica tradicional en la que los yegüerizos de Almonte cortan las crines y colas a los équidos y hierran a las potras, algo similar a la Rapa das bestas del hermanado pueblo gallego de La Estrada.

La resolución de los criadores marismeños ha pillado por sorpresa a la Junta de Andalucía, que en boca del consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía, José Fiscal, ha mostrado su extrañeza. “Anoche, los responsables del propio espacio natural se acostaron con la felicitación de los ganaderos y de la junta directiva por haber cumplido los compromisos para que haya la mayor normalidad posible; y oficialmente no tenemos constancia de su suspensión, aunque extraoficialmente sabemos que es así”.

UN PARCHE INSATISFACTORIO Y EN EL AIRE

La Junta de Andalucía, en su afán de que no se vea interrumpida esta tradición, ha recordado su compromiso de ubicar temporalmente a las yeguas almonteñas en dos fincas, El Moralejo y La Dehesilla, pero los ganaderos se oponen al estar ubicadas fuera de la zona de marismas. Tampoco confían los yegüerizos en la palabra del Gobierno andaluz, que en su día prometió a los de Almonte la finca El Patrimonio, de 14.000 hectáreas. La zona está dentro del Espacio Natural de Doñana pero es un terreno forestal, sin marisma, y por lo tanto inservible para la crianza de la raza protegida según el Catálogo Oficial de Razas de Ganado.

Es una de las consecuencias de la merma de ejemplares que se viene reistrando en las últimas décadas. En la actualidad, según la tesis de los ganaderos almonteños, quedan apenas 1.000 yeguas marismeñas de las más de 2.500 de antaño.

El caballo marismeño se da en un área de distribución muy reducido, limitado a las marismas del Guadalquivir y, especialmente a las localidades de Almonte e Hinojos. Es el terreno lo que le confiere su rusticidad, fruto de la selección natural. El marismeño es un caballo bien valorado para las labores campestres, robusto, con facilidad para la concentración, valiente, de paso seguro y rápido, con capacidad de trabajo y una enorme adaptación, resistente a las enfermedades sin un alto requerimiento de alimento. Eso sí, para prosperar necesitan estar en contacto con la marisma.

Y, si bien la finca El Patrimonio no es terreno de marisma, sí podría ser la solución temporal, no ya para la crianza de la raza, tal vez solo para mantener viva la tradicional saca, pero la propiedad no ha sido habilitada por un problema presupuestario, según justifica la Junta. Este contratiempo se suma a la merma del espacio disponible, que pasa de las 14.000 hectáreas a solo 5.000, por lo que se vería comprometido el número de cabezas de ganado que podría albergar, pasando de las 400 iniciales a unas 250.

Todo ha derivado, de momento en este cambiante culebrón, en la suspensión de la saca de las yeguas de Almonte. Una práctica que data de forma regulada de 1504 gracias a una ordenanza del duque de Medina Sidonia y que atraía a la zona a un buen número de visitantes.

De seguir así las cosas, los yegüerizos dejarán a las bestias donde están. La imagen de las yeguas discurriendo por delante de la ermita del Rocío, recibiendo las bendiciones de la Virgen o entrando en mitad de una polvareda por las calles de Almonte deberán esperar al año próximo. Eso sí, si hay acuerdo entre hinojeros y almonteños, dos pueblos vecinos que de tanto tensar la tradición que los une acabarán por romperla.