El desarme que ETA escenificó ante la Comisión de Verificadores Internacionales.

El desarme que ETA escenificó ante la Comisión de Verificadores Internacionales.

Política La industria de la mediación

Los 'buenos samaritanos' de los terroristas de ETA

Fundaciones de siete países han puesto el foco en el fin de la banda y a la lista se une ahora la LHD de Francia.

31 diciembre, 2016 01:57
Alejandro Requeijo Daniel Montero

Incluso en su momento de mayor debilidad, ETA ha vuelto a encontrar apoyo en el prolijo mundo de los mediadores internacionales. Mermada por los golpes policiales que no cesan, ignorada por el Gobierno, olvidada hasta por su histórico brazo político, la banda recibió en octubre un balón de oxígeno en forma de carta. Los firmantes eran tres ciudadanos que dicen hablar en nombre de la sociedad civil. Entre ellos estaba el presidente de honor de una asociación con cierta solera en Francia: la Liga de Derechos Humanos (LDH). Su oferta consistía en atender la demanda de ETA para que alguien distinto a la Guardia Civil se encargue de verificar su desarme.

Pero aquel enésimo intento de los terroristas por capitalizar su entrega de armas fue de nuevo desbaratado por las fuerzas de seguridad en la 'operación Seminario' del pasado 16 de diciembre en la que hubo cinco detenidos por custodiar un arsenal de armas y explosivos. Pese a todo, los firmantes de la carta aseguran que seguirán implicados.

Sólo desde 2010, una amalgama de grupos de hasta siete países distintos han tenido relación con la banda o su entorno. Incluso la propia LDH firmó en 2012 una carta en la que pedía al presidente François Hollande que intermediase ante España en favor de la francesa Aurore Martín, condenada este año por integración en ETA.

Estrategia diseñada por la banda

Aunque útil en otros escenarios, en el caso español esta labor de mediación nace viciada al contar con el desprecio del Gobierno y por la escasa credibilidad de alguno de sus protagonistas. Pese a ello, la participación de estos expertos internacionales ha sido habitual, en algunos casos a cambio de grandes sumas de dinero. The Concilation Resources (Reino Unido), The Berghof Foundation (Alemania), The Dialogue Advisory Group (Holanda), The Peace Research Institute Oslo (Noruega), The Fundación Joseph Rowntry Charitable Trust (Reino Unido)... Estas son sólo algunas de la decena de fundaciones que han destinado fondos y contribuido en diversas iniciativas relacionadas con el final de ETA.

Los expertos de la lucha antiterrorista consultados por EL ESPAÑOL no tienen duda de que la carta escrita en octubre a ETA no fue espontánea, sino que forma parte de una estrategia diseñada por la banda. En la misiva se recogían muchas de las reivindicaciones históricas de la organización, incluyendo la liberación de sus presos.

Al mismo tiempo, estas fuentes consultadas llaman la atención sobre la escasa influencia de la Liga de Derechos Humanos de Francia, la postrera elección de los terroristas para tratar de dar voz a su mensaje en el escenario internacional. "Es como cuando un equipo asume que no va a ganar la Liga y entonces se centra en la Copa", ejemplifica un responsable antiterrorista, quien no obvia que hace unos meses el entorno de ETA trató sin éxito de abrir una vía de diálogo con el Gobierno francés.

Diez años del atentado de la T4

Muy lejos quedan los tiempos en los que ETA se sentaba en una mesa con representantes del Gobierno español y la supervisión de la reputada fundación suiza Henry Dunant. Pero ETA dejó escapar ese tren con la bomba de la T4 de Barajas de la que se han cumplido diez años este viernes.

Más recientemente, también salieron escarmentados los integrantes de la llamada Comisión Internacional de Verificación (CIV), que se prestaron a participar en el falso desarme de 2014 en el que ETA colocó sobre una mesa un mercadillo de armas. Luego las metieron en una caja y se las volvieron a llevar a su escondite. Aquellos mediadores, a los que el PNV había dado su apoyo, acabaron prestando declaración ante un juez.

También se ve lejana ya la posibilidad de juntar a líderes internacionales de la talla del ex secretario general de la ONU Kofi Annan, como sucedió hace seis años en San Sebastián para firmar la llamada Declaración de Aiete. Aquello permitió a ETA revestir de legitimidad el anuncio de un cese definitivo de la violencia al que en realidad le habían empujado los golpes policiales. Eran los tiempos en los que tenía presencia el abogado sudafricano Brian Currin, otro de los mediadores más activos en el tramo final de ETA y ahora ya amortizado.

Varios Premios Nobel

Experto en la resolución de conflictos, su gran éxito en el caso vasco fue lograr que 20 personalidades, entre ellas varios Premios Nobel de la Paz, reclamaran a ETA un "alto el fuego". No obstante, desde sus primeras declaraciones públicas ya empezó a generar recelos por su discurso a favor de la igualación de víctimas de ETA con víctimas de presuntos abusos policiales. Pese a ser considerado un mediador de parte por el Gobierno -que nunca reconoció sus servicios- Currin cobró al menos 220.000 euros a través de diversos pagos realizados por la Fundación Joseph Rowntry Charitable Trust (JRCT), según publicó entonces Europa Press.

Se trata de una entidad filantrópica de inspiración cuáquera fundada por el creador de la famosa chocolatina Kit-Kat, que también ha destinado fondos a otros procesos de paz como el irlandés o el sudafricano. Antes que la Comisión Internacional de Verificación (CIV) , Currin creó el llamado Grupo Internacional de Contacto (CIC) para fomentar el diálogo entre los partidos políticos y la izquierda abertzale (entonces ilegalizada). La GIC la formaron otros cinco mediadores de varios países, que realizaban visitas periódicas al País Vasco.

Tras el fiasco del falso desarme de 2014, los miembros de la Comisión Internacional de Verificación admitieron que cobraban 750 euros por jornada de trabajo y que el dinero procedía de un colectivo que respondía a las siglas DAG. Se trataba del Dialogue Advisory Group con sede en Amsterdam (Holanda) y en el que uno de sus miembros Ram Manikkalingam figuraba como director. También realizaron servicios en otros países como Irak, el Congo, Sri Lanka o Irlanda del Norte.

Brian Currin y Aiete

Otra de las plataformas clave a la hora de poner en marcha iniciativas internacionales para acompañar el final de ETA fue Lokarri, en este caso del País Vasco. Fue la encargada de organizar la Conferencia de Aiete y de sufragar los gastos logísticos del acto (unos 50.000 euros). También pagó la estancia del Grupo Internacional de Contacto (CIC) de Currin, pero no de los líderes internacionales encabezados por Kofi Annan. En ese caso, fueron sus respectivas fundaciones o partidos políticos los que corrieron con los gastos.

En Aiete también contribuyeron otras fundaciones como The Berghof Foundation, Conciliation Resources, The Desmond and Leah Tutu Legacy Foundation (fundada por el Nobel de la Paz Desmond Tutu) y Noref, institución ligada al Ministerio de Exteriores noruego. Como éstas, existen otras que también pusieron el foco sobre el final de ETA. Es el caso de The Peace Research Institute Oslo (PRIO), que organizó en 2013 un proyecto denominado Soberanías imaginadas: Fronteras de Estado y Globalización que, entre otras actividades, contaba con un seminario sobre el "conflicto vasco".

Para esta iniciativa fue invitado como ponente Gorka Elejebarrieta, responsable del Departamento de Relaciones Internacionales de Sortu. En este caso, la iniciativa estuvo financiada por el Consejo de Investigación de Noruega, dependiente del Ejecutivo nórdico.

A todas estas plataformas se une ahora la Liga de Derechos Humanos de Francia que, como publicó EL ESPAÑOL, cobró -sólo en 2015- 755.000 euros en subvenciones públicas de la UE y Francia. Este dinero supuso el 34% de su financiación durante aquel ejercicio. Pese a su debilidad y escasa repercusión, ETA sigue encontrando buenos samaritanos en la industria de la mediación internacional.