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Pedro Sánchez sigue deshojando la margarita. Está dando los pasos previos a la presentación de una candidatura al congreso del PSOE que se celebrará antes del verano, pero él no lo confirma ni lo desmiente. Mientras, su entorno es un ir y venir de rumores, declaraciones de lealtad y deserciones. 

El exlíder del PSOE siempre ha tenido una gran ambición. Sorprendió a muchos al presentarse al congreso del PSOE en 2014, que ganó apoyado por Susana Díaz y buena parte del poder interno que ahora lo denosta. Pero cuando fue elegido, salieron a la luz sus movimientos previos, encaminados a alcanzar el liderazgo del PSOE. Sánchez siempre creyó que sería presidente, o al menos así lo explicaba él y su equipo. O bien por la vía de la victoria ante Mariano Rajoy o por la del pacto con otros partidos. Para eso necesitaba mantener la segunda plaza para el PSOE, algo que nunca perdió. 

Estas navidades son distintas. El año pasado echaba un pulso a sus barones, que le permitieron con muchas condiciones iniciar una negociación encaminada a una investidura. Llegó hasta el debate, pero perdió la votación. Hace dos, apenas había turbulencias y Sánchez no llevaba ni seis meses en el cargo. Era el amo y señor de Ferraz con una Ejecutiva ilusionada que preparaba las elecciones municipales y autonómicas, prólogo de la posibilidad de regresar a la Moncloa tras años de durísima mayoría absoluta. 

Cada vez menos entorno

Ahora, Pedro Sánchez se está quedando sin entorno a la velocidad con la que surgen plataformas que piden un congreso y primarias ya. Es decir, muy rápidamente. Aún dispone de diputados leales entre los 15 que votaron "no" a Rajoy. Entre ellos, Susana Sumelzo, Margarita Robles, Mariluz Martínez Seijo, Sofía Hernanz, Odón Elorza, Pere Joan Pons, Rocío de Frutos y Zaida Cantera. Los otros siete diputados que votaron "no" a Rajoy son del PSC. Aunque entre ellos hay alguno próximo a Sánchez, como Meritxell Batet, que formó parte de su Ejecutiva, el partido hermano catalán está más pendiente de salvar su relación con el PSOE que de terciar en la guerra por su liderazgo. 

Lo que le falta a Sánchez, muy centrado en la militancia, es poder orgánico. Algunos dirigentes apoyan las plataformas, pero se cuidan mucho de vincularlas a un movimiento en favor de Sánchez. Es decir, la treintena de plataformas que piden congreso y primarias cuanto antes (algo, esto último, que figura en los estatutos y que no está en cuestión si se presentan varios candidatos) están en sintonía con la música que canta Sánchez, pero no entonan la letra. 

Poca cohesión de sus aliados

Una reunión la semana pasada en Madrid sirvió para comprobar que el tiempo puede acabar por deshacer lo que se conoce como sanchismo, un grupo de dirigentes y diputados fieles a Sánchez, pero que podrían reformularse al servicio del antisusanismo, en referencia a los escépticos sobre la posibilidad de que Susana Díaz se haga con las riendas del partido. En la citada reunión, secretarios generales y dirigentes de federaciones que apoyaban a Sánchez mostraron sus dudas sobre la conveniencia de que él encabece un proyecto para alcanzar el liderazgo del PSOE. Sin embargo, en la votación para secretario general no votan los dirigentes sino los más de 180.000 militantes. Es a ellos, algunos muy enfadados con sus dirigentes, a los que se dirige Sánchez con un discurso más izquierdista y antiélites. 

Por otra parte, el silencio de Sánchez está haciendo estragos en la cohesión de sus aliados. Fluyen las filtraciones interesadas atribuidas a su entorno y las peticiones de que despeje su futuro cuanto antes para que se dibuje el ring del próximo congreso con sus candidatos y la estimación de sus fuerzas. El próximo 14 de enero quedará despejado el calendario, aunque el presidente de la Gestora, Javier Fernández, ya ha avanzado que el congreso se celebrará "antes del verano". 

Mientras, rodeado sobre todo de su familia y aprovechando para hacer algún viaje y descansar, Sánchez se recupera de los múltiples golpes recibidos durante un año en el que creyó rozar La Moncloa, pero que acaba como un militante de base con muchos enemigos.