El pacto del PP y el PSOE en torno a las medidas sobre pobreza energética es la tercera ocasión en la que los dos grandes partidos llegan a un acuerdo en un par de semanas. Antes hubo pacto para que el rodillo PPSOE -con 222 escaños- convalidara los decretos con los grandes parámetros del Presupuesto (techo de gasto y déficit) y la reforma del Impuesto de Sociedades. Cada vez que esto ocurre, se hace evidente que ni Ciudadanos ni Podemos son necesarios.

Podemos no juega a ser un partido útil que sume a la gobernabilidad de España -lo que quiere es asaltarla-, pero Ciudadanos sí. Y eso vuelve mucho más complicada su situación porque ya no es que parezcan innecesarios, es que lucen irrelevantes. El equipo de Rivera tendrá que esperar a una coyuntura más favorable, donde retorne la competencia entre socialistas y populares, para reverdecer sus laureles. Ayer no les quedó más remedio que sumarse al acuerdo sobre la pobreza energética cuando ya estaba cerrado. 

En el Gobierno, donde estos días todo el mundo elogia a Rajoy con dosis aumentadas de almíbar y cava, se reitera un viejo aserto: el presidente del Gobierno siempre sostuvo que la única suma que importa es la del PP y el PSOE. Y si la tiene al alcance de la mano, para qué complicarse en operaciones más complejas de sumar apoyos más pequeños.

Cuando 'populares' y socialistas se sientan a negociar, rápidamente se reconocen en las tareas de gobierno

Hay un segundo aspecto, más personal, que está jugando a favor de los acuerdos. Cada vez que los responsables del Ejecutivo se sientan a negociar con los diputados o expertos socialistas, rápidamente se reconocen en las tareas de gobierno. "¡Esto ya me sucedió cuando yo era director general...!" o "nosotros quisimos hacerlo, pero no se pudo", son expresiones habituales que más de un ministro o secretario de Estado está oyendo estos días.

Los dos grandes partidos españoles se han alternado en las tareas de gobierno, tienen cuadros que acumulan muchos años de experiencia, y cuando descienden a la resolución de temas concretos, rápidamente hallan puntos de encuentro.

Un secretario de Estado se quejaba el otro día de que mientras la voz de los socialistas acompaña a sus gestos, tanto en Podemos como en Ciudadanos esto no sucede. El asunto es más visible en Podemos, cuyo líder ha reconocido sin ambages que dice unas cosas en público y otras diferentes en privado. A juicio de este alto cargo, en Ciudadanos ocurre lo mismo, sobre todo con la reforma del Impuesto de Sociedades, cuya elevación habría apoyado el partido de Rivera en privado y criticado en público.

Si ahora PP y PSOE se entienden tan bien, ¿cómo han estado tan distanciados tanto tiempo?

El reproche es de trazo bastante grueso, ya que Ciudadanos no rechazaba la reforma sino que quería mejorarla, pero el Gobierno se negó temeroso de que el PSOE cambiara de opinión. Pero, admitiendo que Ciudadanos carece de experiencia de gobierno -aunque no le falten ganas de adquirirla- es lógico que PP y PSOE sintonicen muchísimo más rápido cuando hablen de dirigir el país.

La duda que salta de inmediato al ver esto es: si ahora se entienden tan bien, ¿cómo es que han estado tan distanciados tanto tiempo? ¿Cómo se ha cavado una trinchera tan profunda entre ambos partidos hasta hacer que pareciera imposible un acuerdo en torno a leyes fundamentales?