Un guardia civil lleva en sus brazos a una niña herida en el atentado de Vic.

Un guardia civil lleva en sus brazos a una niña herida en el atentado de Vic. Lluis Gené EFE

España XXV aniversario

El reguero de sangre que dejaron los etarras hasta perpetrar la masacre de ViC

Los terroristas Zubieta, Erezuma y Monteagudo están relacionados con el asesinato de 20 personas.

29 mayo, 2016 03:29

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Los tres terroristas decidieron acabar con su vida tras ser descubiertos por la Guardia Civil. Juan María Lizarralde, alias Heavy y Susana Arregi fallecieron tras dispararse en la cabeza; el tercero, Germán Rubenach, falló en su intento y quedó malherido en el suelo sin perder el conocimiento. Antes, los tres habían protagonizado un tiroteo contra una dotación de la Benemérita en el que murió el agente José Luis Hervás y resultó herido su compañero José Domínguez Píriz. Pasaron horas hasta que otro equipo del Instituto Armado se topase con Lizarralde, pistola en mano, arrastrándose por la vereda del camino. Logró sobrevivir tras pasar varios meses en el hospital. Después fue juzgado y condenado por los asesinatos y delitos que cometió como miembro de ETA.

La Guardia Civil apenas sospechaba que aquel grupo desarticulado en junio de 1990 en la Foz de Lumbier -un cañón ubicado al este de Navarra- constituía el comando Nafarroa. Los terroristas que lo integraban habían logrado pasar desapercibidos ante las autoridades, quienes creían que un talde con base en Guipúzcoa había perpetrado los atentados en la Comunidad Foral en los últimos años. Pero no todo el comando había quedado desarticulado: un cuarto integrante, Juan José Zubieta, ya estaba en Francia. Poco después regresaría a España para integrarse al grupo que perpetraría el atentado contra la casa cuartel de Vic.

El pasado de Zubieta en Navarra

“¿Por qué le tuvo que tocar a él?”, se preguntaba Olvido Mañas, la madre de José Luis Hervás -el guardia civil fallecido en el episodio- en una entrevista recogida en el libro Relatos de Plomo. Una pregunta que se hicieron los familiares de otras víctimas que asesinaron Zubieta y sus compinches.

Porque dos años antes, en agosto 1988, los cuatro perpetraron el atentado contra la casa cuartel de la localidad navarra de Estella. Los terroristas explotaron un coche bomba a las 7.30 de la mañana al paso de una dotación de Tráfico de la Guardia Civil. La deflagración de la carga -compuesta por 25 kilos de amonal y 40 de metralla- alcanzó de pleno a los dos agentes que viajaban a bordo del vehículo. Antonio Fernández y José Antonio Ferri murieron en el acto. 

"Me volví loca. Entré al comedor, me puse a tirar las figuras... Ya salieron mis tres niños y me sedaron, me pincharon". Manoli Resa, viuda de Ferri, recuerda de esta forma y en la misma obra el momento en el que se enteró de que su marido había sido asesinado. María Pilar Hernández, viuda de Fernández, tiene los recuerdos nublados: "No recuerdo muy bien cómo fueron aquellos momentos, pero mi hija, que entonces tenía seis años, nos los cuenta a los mayores con pelos y señales".

El mismo procedimiento, el del coche bomba, es el que utilizaron Zubieta, Lizarralde, Arregi y Rubenach para acabar con la vida de otro Guardia Civil, Julio Gangoso Otero, en Pamplona. Los terroristas explotaron el vehículo cuando los agentes, a bordo de una tanqueta, pasaban a su lado. Los otros siete ocupantes resultaron heridos de gravedad. "Yo decía que no, que no estaba grave, que estaba muerto, aunque ellos insistían en que me decían la verdad, que fuéramos al hospital. Yo me quería tirar por la ventana", explica su viuda, Ana María Fidalgo.

Otro atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil, en la que el cabo primero José Aguilar resultó malherido, y el secuestro durante 84 días del industrial Adolfo Villoslada completaron la trayectoria del comando Nafarroa antes de su desarticulación en la Foz de Lumbier, con la muerte de Lizarralde y Arregi, la detención de Rubenach y la huida de Zubieta a Francia, que no se encontraba en el escenario en el que se produjeron los sucesos.

Zubieta regresa a España

Jon Félix Erezuma y Joan Carles Monteagudo constituían el comando Barcelona. El objetivo de los terroristas era poner en entredicho la seguridad en la Ciudad Condal antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992; una campaña de hostigamiento para que la prensa internacional se hiciera eco de sus reivindicaciones. 

De acuerdo a esta empresa, Erezuma y Monteagudo planificaron el atentado que perpetraron en Sabadell del 8 de diciembre de 1990. Sabían que el furgón de Policía se dirigiría por las calles Josep Aparici y Robot i Serra camino del estadio de fútbol de la Nova Creu Alta, y que lo harían minutos antes de las 18.00 para ofrecer seguridad a un partido que se disputaría esa tarde. Por eso colocaron el coche bomba en el cruce entre ambas vías. La explosión alcanzó de pleno al vehículo. Seis agentes murieron en el acto y dos resultaron heridos de gravedad.

Los dos terroristas pidieron a la cúpula de ETA la llegada de un compañero para alimentar esta campaña de hostigamiento. Y el nombre de Juan José Zubieta, escondido en Francia, fue el elegido para esta misión. 

El atentado contra la casa cuartel de Vic

El terrorista desembarcó en la capital catalana en marzo de 1991. Pronto se puso al día de los planes de sus compinches y se decidió que la próxima actuación sería sobre la casa cuartel de Vic de la Guardia Civil, en la provincia de Barcelona.

Este domingo se cumplen 25 años del ataque contra el edificio del Instituto Armado. Los terroristas lanzaron un coche cargado con 200 kilos de amonal -distribuidos en una docena de bombonas- que impactó contra una de las paredes del recinto. Diez personas murieron. Cinco de ellas eran niños. Al atentado se le bautizó con el nombre de la masacre de los ataúdes blancos, por ser menores de edad la mitad de las víctimas.

Los tres terroristas escaparon, pero fueron detenidos horas después en la localidad de Llissá de Munt, a 40 kilómetros de Vic. Erezuma y Monteagudo murieron en el tiroteo con agentes de la Guardia Civil. Zubieta fue condenado a 1.311 años de prisión por 9 asesinatos consumados y 44 frustrados, además de otros delitos por pertenencia a ETA. En 2013, y tras pasar 22 años en prisión, abandonó la cárcel de Monterroso (Lugo) por la derogación de la Doctrina Parot.