Confidencial

Pedro Sánchez y Podemos no pueden decidir el futuro de Page ni de la región

16 junio, 2017 00:00

Al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se le puso imposible la cuesta de abril, y a pesar de todo, incluso de los momentos de lucidez en los que se dijo a sí mismo “hasta aquí hemos llegado”, ha seguido pedaleando con la calorina y pensando en que si no se salva él se salve al menos la región. Es su objetivo y el principal argumento que le anima a mantenerse políticamente en píe en una situación que se le ha vuelto tan desfavorable. Su única intención ahora es aprobar unos presupuestos con los que poder hacer frente a las múltiples necesidades que hay pendientes en la Comunidad, algunas de verdadera urgencia. Pero ni lo tiene fácil ni parece que haya hecho lo necesario para que lo sea, entre otras cosas porque al menos aparentemente no se ha visto que haya cogido las riendas de la situación llamando personalmente a sus dos posibles interlocutores: María Dolores de Cospedal y José García Molina. Con cartas de un consejero a los grupos parlamentarios que después son rectificadas por el vicepresidente de su propio gobierno no se hace frente a una situación tan compleja y comprometida.

Según nuestras fuentes, una vez pasado el congreso federal del PSOE en el que Pedro Sánchez instaurará el imperio de su secretariado, Page va a emplearse a fondo para resolver el asunto de las cuentas. La intención ha sido siempre la de hablar primero con Podemos e intentar llegar a un acuerdo con ellos, con las garantías necesarias para que no puedan volver a traicionarle, y hablar después con el PP en el caso de que falle la opción anterior. Hasta ahora no han descartado del todo la tercera alternativa, la de convocar elecciones anticipadas, aunque nadie cree en ella.

El problema de la negociación con Podemos es que el sí a Page no depende del líder del partido morado en Castilla-La Mancha, José García Molina, sino de los intereses de Pablo Iglesias en su relación con el Partido Socialista. Page parece haberse convertido en el señor que paga el pato del tormentoso proceso político del viaje de ida y vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE. Roto el precario grupo de barones que sostenía el “susanismo” y con un Sánchez con ansias justicieras, el presidente castellano-manchego, coherente con su trayectoria de este último año, parece haberse quedado en tierra de nadie, sin apenas protagonismo en el Congreso federal del PSOE de este fin de semana y sin expectativas de poder colocar a alguien de su entorno en la nueva dirección nacional del partido.

En estas circunstancias, y después de lo visto esta semana en el debate de la moción de censura a Rajoy, en la que se han vuelto a tender puentes entre el PSOE de Sánchez y Podemos, habría que ver si la negociación del gobierno de Castilla-La Mancha con el partido morado da algún tipo de resultado. Veremos si Sánchez tiene interés en ponerle las cosas más complicadas aún a Page influyendo para que Podemos se siga negando a aprobarle los presupuestos o, por el contrario, mira por las necesidades de Castilla-La Mancha y deja que se aprueben las cuentas para permitir el desarrollo de la región en un tiempo bonancible para ello. Claro, que a Page siempre le quedará el comodín del PP (si tiene valor para usarlo). O el de las elecciones (si tiene la temeridad de adelantarlas).