Adam Zagajewski. Foto: SBC

Adam Zagajewski. Foto: SBC

Letras

Deseo

2 febrero, 2006 01:00

Adam Zagajewski

Traducción de Xavier Farré. Acantilado, 2005. 99 páginas. 9 euros

Nos siguen llegando del este de Europa -para desmentir a la Historia, o para ponerla en su lugar-, muestras de poesía muy valiosa. Acabamos de leer el último libro de Adam Zagajewski y ya nos espera el humanismo de la Antología poética del polaco Jerzy Liebert (Adonais).

Conocíamos ya otro libro de Zegajewski (Lviv, en la actualidad Ucrania, 1945), publicado por El Acantilado (En defensa del fervor) y también la antología Poemas escogidos (Pre-Textos). Viene ahora a nuestras manos otro libro completo suyo, Deseo. Posee este poeta por naturaleza una voz clara, intensa y fluida que es la que reconocemos en este libro, aunque no falten en él otras tonalidades que la enriquecen, como la de un coloquialismo fértil o un testimoniar sobre la realidad cotidiana que el autor siempre sabe enriquecer en condensadas ráfagas verbales, con versos de más fulgurante poesía.

Su claridad la suele expresar el poeta por medio de poemas breves, impresionistas, pero no falta tampoco la ofrenda de la poesía muy directa en poemas más largos, en los que las enumeraciones juegan un papel determinante. Ambos tipos de poemas se ven sometidos a un universalismo fecundo que es el que en verdad define el mensaje de fondo de este autor, aunque en ningún momento debemos olvidar que siempre guarda el mundo secreto de su infancia, por más que en su poesía nos asalten paisajes de otras culturas, sobre todo de la europea.

Porque -contenida en ese universalismo fecundo de que hablaba-, siempre está la presencia de Europa como un espacio en el que el poeta parece haber encontrado comodidad para sentir y reflexionar. Una ciudad (París) y un país (Italia) enriquecen primordialmente sus miradas. Zagajewski vive Europa, pero también sus estancias en los Estados Unidos parecen haber dejado en él huellas que asoman en algún poema. Europa y sus símbolos culturales revelan los mejores momentos de intensidad, pero a la vez este poeta parece ensoñar una Europa que puede que un día “duerma profundamente”, frente a una América que aún “vela”. ¿Vaticinio o sólo un guiño a esa otra realidad social que el autor ha vivido?

Un subtema del continente europeo pudiera ser el del viaje, que en este libro adquiere un carácter a la vez realísimo y simbólico. A la larga, el viaje para el poeta no es otro que el que hacemos de nuestra vida hacia el conocimiento de todos, pero al mismo tiempo hay en esos viajes testimonios sobre la realidad que entra por los ojos. Así, la presencia de un payaso en una estación le lleva a hacer una lectura ahondadora de la realidad, a ver “la gran indiferencia del mundo”.

Prefiero al Zagajewski que deja fluir su voz con naturalidad al que “construye” algunos de sus poemas -son los menos- apoyándose en las referencias culturales (“Diccionario biográfico polaco”), o en la ironía y en los guiños intelectuales. No es raro que, en ocasiones, fluidez e ironía se fundan en proporciones convenientes, dando lugar a poemas memorables, como “Historia antigua”, “Diciembre” o el “Autorretrato” que cierra el libro. Nunca hará el poeta un uso “fotográfico” y cómodo de la vida, tan del gusto de cierta poesía última; ni utilizará fácilmente la ironía como un recurso exclusivo, cómodo, tópico. De dos de los recursos o muletillas que acosan a la poesía de nuestros días (la ironía y el silencio impotente), parece defenderse el poeta en versos que podrían constituir una verdadera Poética: “Oh, dime cómo curarse de la ironía, de la mirada/ que ve pero que no penetra; dime cómo curarse/ del silencio”.

Hay en Zagajewski una base que remite a las mejores resonancias de la tradición poética europea y a su humanismo (así, en el rilkeano “Una llama”); o a símbolos que, de golpe, le dan la vuelta a lo que pudiera parecernos una lectura epidérmica del mundo. (En esos momentos, presencias súbitas como las del maestro Eckhart o el Tao metamorfosean el sentido y significado de los poemas.) Hay, en fin, una calma en el decir de este poeta que es expresión de sabiduría. Una calma sobre la que nos aconsejan sus versos y que es consustancial al poetizar y a la fe sincera y profunda en la poesía como fenómeno salvador: “Habla con más calma. No renuncies a la poesía”.