Teatro

Manos a la obra

15 abril, 2016 02:00

Ocho grandes nombres de nuestra escena que se han enfrentado a las obras de Cervantes y Shakespeare nos cuentan su experiencia personal con unos textos que han llegado al gran público en todo tipo de formatos. Desde la más absoluta libertad de interpretación a la declamación del texto literal. Combustión de talento, palabras vívidas, amor, muerte, identidad, caballos desbocados y espejos son algunas de sus cualidades. Pasen y vean.

En plena combusión de talento

Alberto Conejero. Adaptador de Rinconete y Cortadillo

La dramaturgia de Rinconete y Cortadillo me ha permitido explorar la teatralidad de un material, las Novelas Ejemplares, de un autor por entonces en plena combustión y fulgor de su talento. Cervantes vuelve a demostrar la libertad explosiva de su invención y desborda los cauces de un género, la ficción picaresca, presentando a dos pobres ladronzuelos que deciden escapar del hampa sevillana. Este desplazamiento hace saltar por los aires el determinismo del relato de pícaros y apunta a la libertad como un derecho de todos. Además, señala que la verdadera sangría de España la practicaban, y practican, no los muchachos desahuciados por la sociedad sino señores pudientes y devotos en sus organizadas academias (ahora despachos). En un final que considero radicalmente moderno, escribe que a Rinconete y Cortadillo “les sucedieron cosas que piden más luenga escritura; y así se deja para otra ocasión contar su vida y milagros”.

Palabras vívidas, brillantes, claras

José Ramón Fernández. Coautor de Las Cervantas

El origen de Las Cervantas son Gracia y Sole Olayo. Llevan no sé cuanto tiempo dando vueltas a estas mujeres que vivieron con Cervantes, que lo amaron y lo protegieron en un siglo sucio, lleno de claroscuros. He tenido el privilegio de escribirla con Inma Chacón. El asunto, el caso Ezpeleta: en 1605, un hombre cae malherido a la puerta de su casa, donde vive con Andrea y Magdalena, sus hermanas; Catalina, su mujer; Constanza, su sobrina; e Isabel, su hija bastarda. Hemos mezclado su vida y su escritura, que es su vida. Así que he vuelto a Cervantes, a su palabra. He adaptado y reescrito sus páginas. Muchas veces, he optado por no escribir, por elegir la literaridad. ¿Qué tienen sus palabras para que desee llevarlas a la escena? Que son vívidas, brillantes, musicales, claras. Que se dicen sonriendo y que muestran por el espectador el respeto de considerarlo inteligente. Que suenan a hoy en boca de los actores.

Lejos del polvo y de la caspa

Álvaro Tato. Integrante de Ron Lalá. Director literario de Cervantina y En un lugar del Quijote

Para llevar a escena a Cervantes hay que mirarle a los ojos: renunciar al pedestal, revocar la admiración y dialogar de persona a persona. Es la esencia de su humor humanista, que explora a fondo la condición humana con amor a lo diferente y respeto por la inteligencia ajena. Urge compartir al maestro de la vida lejos del polvo y la caspa de la reverencia o la solemnidad. En nuestras versiones (En un lugar del Quijote y Cervantina) incluimos al propio autor en escena para no perder su mirada, pretendemos que la imaginación del espectador sea la actriz protagonista y procuramos que nuestro lenguaje, nuestra música en directo, nuestro ritmo visual, dialogue con los personajes: hombres y mujeres de acción que se autodefinen y modelan su propio destino. Y cada noche repetimos alto y claro en los teatros del mundo: mi alma es libre y nació libre…

Seres que piensan, sienten y desean

Sonia Sebastián. Directora de La Gitanilla

Mi enamoramiento con la obra de Cervantes es debido a la modernidad de sus personajes y de su pensamiento. Pocos autores escriben, aún hoy en día, a la mujer como un ser que piensa, que siente y sobre todo que desea. La Gitanilla, aunque a primera vista parece una novela de “modistillas” (así se la ha catalogado durante mucho tiempo), encarna una defensa de la dignidad y la libertad humanas denostando la rígida división de clases de la época. A partir de un taller teatral, investigamos sobre cómo estos personajes hablarían, sentirían y vivirían hoy. Yo siempre tuve muy presente que el espectáculo tenía que llevar música en directo y tras probar con diferentes instrumentos, encontramos la esencia en el sonido de una guitarra, la percusión a través de elementos naturales y la voz en directo. Nuestra Gitanilla es un canto a la libertad a partir de la idea de que el gitano no nace, se hace… lo mismito que el payo.

Amor, muerte e identidad

Helena Pimenta. Directora de la CNTC.

Un año duró el proceso que culminó, en el 86, en XESPIR, un espectáculo que contenía la síntesis de Ricardo III. Romeo y Julieta, Otelo y Coriolano. Asombro es el término que resume aquella experiencia, ante semejante torrente de bellas palabras. Entre el 92 y 99 abordé con Ur una trilogía formada por Sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta y Trabajos de amor perdidos. Jóvenes todas ellas dentro de la producción shakespeariana, contienen los ingredientes fundamentales de su obra posterior. Búsqueda de la identidad, conocimiento de uno mismo, contextos inverosímiles habitados por personajes verosímiles. Comienzos graves en las comedias y elementos cómicos en las tragedias. Paradoja, contraste, antítesis como figura literaria habitual… Y en las tres obras amor, muerte e identidad como temas principales. Luego han venido otras, hasta un total de 14. Y vendrán más porque su mundo es infinito.

Un caballo desbocado

Alfonso Zurro. Director de Hamlet

Realizar una puesta en escena de cualquiera de los grandes textos de Shakespeare, te obliga a entrar por terrenos insospechados. Sus bellas palabras se tornan endiabladamente complejas para que cobren vida en los intérpretes y se materialicen sobre el escenario. Y con Hamlet todo se multiplica. Porque él te obliga a galopar sobre un caballo desbocado. Su rápido pensamiento, su capacidad para la burla, para la inventiva, para la genialidad... arrastra no solo al resto de los personajes también a todo el equipo. Este es un Hamlet que busca la verdad con una insistencia casi desesperada, encerrado en un espacio bellísimo de Curt Allen Willmer, que multiplica sus significados para que sus pensamientos sigan golpeando las conciencias. También Hamlet nos ha ayudado al Teatro Clásico de Sevilla a comprender mejor nuestras debilidades y grandezas. Su luz, como relámpagos en la noche, nos deslumbra pero también nos ilumina.

Un espejo donde mirarse

Rodrigo Arribas. Dtor. de Los trabajos de amor perdidos.

Después de montar El castigo sin venganza de Lope de Vega en el Globe, esta institución nos propuso hacer algo conjuntamente para el 400 aniversario de la muerte de Shakespeare. Escogimos Los trabajos de amor perdidos porque es la obra del Bardo que más conexión tiene en España: la historia se desarrolla en el Reino de Navarra. Y también porque sabíamos que veríamos muchos hamlets, romeos, otelos... Que haya tan pocos precedentes te obliga a caminar sobre lo incierto pero también te da más libertad. Por eso hemos incluido guiños a Cervantes y hemos trastocado el orden de las escenas. Shakespeare colocaba un espejo delante de su público para que se reflejase. Lo maravilloso es que ese espejo sigue cumpliendo la misma función cuatro siglos después. Algo en lo que también ha contribuido la capacidad de los ingleses para ‘venderlo', cosa que no hemos conseguido nosotros con nuestros autores.

No hay medias tintas con Shakespeare

Eduardo Vasco. Director de Otelo y El mercader de Venecia.

Mientras El mercader de Venecia termina su gira, nosotros no podemos dejar de pensar en Ricardo III. A punto de comenzar los ensayos la sensación de habernos enamorado del tipo equivocado se acrecienta: demasiado complejo, demasiado bello, demasiado oscuro, demasiado cruel, demasiado atractivo. Temblamos como corderos ante el lobo de los cuentos, capaz de tragarse un rebaño entero de una vez; pero también nos envalentonamos y le plantamos cara. Ya nos conocemos. No hay medias tintas con este canalla de Ricardo como no las hay con Shakespeare. Cuando parece que el sol de York no calienta lo suficiente te acaba quemando irremediablemente. Y nos lanzamos a la aventura de llevarlo a escena en plena explosión primaveral, en plena ceguera de cómicos ebrios ante su poética. Ya hemos pasado por esto: Shakespeare es hoy, somos nosotros cada vez que se levanta el telón.