Isidro Fainé, presidente de Gas Natural Fenosa, vivió la semana pasada su primera junta de accionistas al frente de la compañía energética. Un estreno en el que lanzó un claro mensaje en contra de hacer demagogia con el problema de la pobreza energética. Una realidad que debe abordarse “en un sentido mucho más amplio”. “Empieza con las necesidades alimentarias, por la carencia de techo, pasa por el analfabetismo y por la falta de poder adquisitivo para comprar ropa y zapatos”, señaló. No es habitual escuchar a un alto directivo hablando en estos términos.

Detrás de estas palabras está, sobre todo, la política energética que ha puesto en marcha el ayuntamiento barcelonés encabezado por Ada Colau, que tiene la intención de crear su propia comercializadora de energía para poder prescindir de las eléctricas privadas a partir del próximo año. Fainé, instó, en cambio, a apostar por un enfoque global, en el que estén implicados todos los actores del sector, no sólo un ayuntamiento en concreto. “Instamos a las administraciones a que acaben con la actual situación de confusión e inseguridad jurídica y regulatoria”, aseguró el directivo.

Las negociaciones para la fusión entre la española Abertis, dirigida por Francisco Reynés, y la italiana Atlantia se han abierto paso de manera fulgurante. Y todo apunta a que, ahora sí, se dan las condiciones adecuadas para que dos empresas de similar tamaño se unan para crear un coloso mundial de las infraestructuras valorado en 35.000 millones de euros. No está Antonio di Prieto, el juez y entonces ministro italiano de Infraestructuras bajo el gobierno de Romano Prodi, que maniobró para que la operación no saliera. Y también ayuda la interinidad política que atraviesa Italia tras la dimisión, el pasado diciembre, de Matteo Renzi.

A partir de aquí, si la operación ya era buena entonces, también lo será ahora. Una fusión entre iguales, beneficiosa para ambas compañías por las sinergias que comporta, y que tiene toda la lógica estratégica. Ambas empresas poseen los mejores activos y, juntas, podrán convertirse en invencibles a la hora de captar más infraestructuras en países como Brasil, el coloso sudamericano en el que siguen puestas todas las miradas para el momento en que vuelva a remontar el vuelo. Aunque, evidentemente, la fusión comportaría algún ajuste de personal a todos los niveles, Reynés no oculta su interés por la misma y tampoco lo hace su homólogo italiano, Giovanni Castelluci. Quizá los más escépticos sean sus principales accionistas -la Caixa en Abertis y los Bennetton en Atlantia-, que aún están escaldados por el fracaso del primer intento.